Columna


¿Y después qué?

CARMELO DUEÑAS CASTELL

15 de junio de 2022 12:00 AM

La autoridad precolombina yacía en los sacerdotes, mientras el jefe era casi un dios. Los conquistadores arrasaron y generaron dramáticos cambios; con las resultas que el lejano monarca y sus representantes gobernaron a su antojo, mientras los criollos disputaban los mendrugos que caían de la exuberante mesa fruto de la rapiña invasora. La patria boba y los frecuentes cambios y remedos de constitución moldearon una república caracterizada por nuestra reiterada tendencia a entronizar ídolos y darles un poder omnímodo que no merecían y no supieron ejercer en desmedro de todos y de nuestra débil democracia.

Confieso que he votado en cuanta elección ha habido desde que la Registraduría me autorizó. Reconozco que solo uno de los once presidentes que me ha tocado padecer en mi vida electoral ha contado con mi voto. Arrastro resignado ese lastre funesto que, años después, aún no me ha alcanzado el tiempo para arrepentirme de tan craso error. Asumo que cada uno de ustedes decidió su voto para este domingo. Lejos de mí pretender siquiera incidir en ello.

Según mis estadísticas votaré por una opción perdedora. Quiero pensar que ustedes elegirán lo mejor para Colombia. Muchos, de ambos lados del espectro y del extraviado centro, no duermen pensando en lo que vendrá después del domingo.

Durante milenios padecimos semidioses como gobernantes. Luego aceptamos que déspotas nos dominaran a su antojo y les dimos, como salario, el derecho a robar nuestras riquezas. En dos siglos permitimos que una élite escogiera delfines gobernantes que fungieron como monarcas.

Nuestra Constitución, hecha a retazos, intentó consolidar los partidos políticos y poderes alternos para evitar cacicazgos mesiánicos, liderazgos fugaces y movimientos que solo fueran flor de un día. En contravía, llegamos al domingo luego de abdicar, aparentemente, de esas élites, apabullar esos partidos y renegar de los otros poderes con los válidos argumentos de la injusticia social y la corrupción que nos dejaron, permitimos y promovimos. Ambos candidatos propusieron odios, extremismos y lo que la mayoría quiso oír. Ambos, se acompañan de los mismos con las mismas. Ambos, entre líneas, reniegan de una democracia de la que usufructúan hace décadas e insinuaron que, para cambiar, actuarán por encima y/o fuera de la ley. Después del domingo muchos esperan que haya quedado suficiente contrapeso en los otros poderes, en la sociedad civil y en la prensa libre para evitar que el ganador, en busca de utopías, se perpetúe como monarca o que, como longevo reyezuelo, destruya la poca institucionalidad que nos queda.

Lampedusa hizo decir a Tancredi: “Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie”.

*Profesor Universidad de Cartagena.

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