Columna


Y los peces

AUGUSTO BELTRÁN PAREJA

26 de agosto de 2017 12:00 AM

Con la mención que hicimos del pescado y su relación con la actividad empresarial, nos comentaban injustas imputaciones a los peces, en la vida en sociedad.

Desde bíblicos relatos se destaca un ‘weekend’ que pasó un tal Jonás emparrandado, inventándose lo de la ballena para llegar a su casa. Lo malo fue que pretendió meternos a todos ese cuento. Sin embargo una ballena blanca nos inquietó en apasionante novela.

Otra expresión de frecuente uso es la que identifica a peces gordos con mafiosos y corruptos. Queremos rechazar esa perversión que perjudica a indefensos ejemplares de la fauna acuática, que reciben todos los atropellos posibles.

Pero en nuestras playas al pescado no lo dejan tranquilo pescadores y alcatraces, aunque ya ni un taco de dinamita amenaza los escasos cardúmenes que pueblan nuestro mar y nuestra bahía.

“Como pez en el agua” lo usamos con frecuencia para elogiar a alguien que se desenvuelve con eficacia en una posición o actividad.

También a quienes se precipitan a responder insinuaciones sin ser directamente aludidos, se les dice con malicia: “el que se escama, es porque es pescado”.

En las proximidades de Cartagena el pescado era abundante y variado, pero las redes de arrastre y el fango del Canal del Dique, acabaron con esa fauna y con los más bellos corales que desde siempre nos han acompañado.

La cosa ha llegado a extremos increíbles: ante la escasez del róbalo algunos supermercados ofrecen un pescado vietnamita, con sabor neutro que se llama basa, como nuestro campeón de boxeo. Este basa viene de muy lejos, pero su sabor solo se lo otorga una buena salsa.   

Con los pescados de río se presenta un fenómeno similar. La mojarra lora, el bagre, y el moncholo, el coroncoro y el bocachico van camino a la extinción. Hasta en Gambote venden bocachicos que saben diferente. Son peces que bailan tango. Caprichos de los aranceles. Pueden ser más grandes y más pesados, pero les falta sabor. 
Cuando estamos incómodos y apretados en un recinto recordamos a las sardinas en lata.

Se alude al pescado cuando tenemos huéspedes, por aquel apunte de que éstos huelen mal desde el día siguiente. Pero como están las vainas, para buscar un pescado habrá que ir al acuario que está en las islas del Rosario. Ojalá se preserve un prestigioso centro de pescadores deportivos, que también es foro de inquietudes intelectuales, incubadora de campañas cívicas y de sabrosa conversación. 

Nuestro folclor tiene porros y bullerengues que cantan al pescado. Es conocida la versión de un hombre que “solo come pescado” y termina con un coro pegajoso sobre el  patacón pisao. Emilia Herrera logró estar en el ‘hit parade’ con un bullerengue al Coroncoro, que aún suena.  
Con ingeniosos comentarios, un libraco, “Nadar entre tiburones”, advierte los peligros de negociar con magnates y poderosos.

Desde bíblicos relatos se destaca un ‘weekend’ que pasó un tal Jonás emparrandado, inventándose lo de la ballena para llegar a su casa.
Por eso, si algo bueno debería salir de esta crisis, es que dé lugar a una verdadera retoma del poder por el pueblo que implique votar a conciencia, rechazar la corrupción y fortalecer la veeduría (...)

Hasta en Gambote venden bocachicos que saben diferente. Son peces que bailan tango. Caprichos de los aranceles. Pueden ser más grandes y más pesados, pero les falta sabor.  

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