Interesante el llamado del presidente Gustavo Petro de llevar a la calle la defensa de los proyectos de su Gobierno que se discutirán en el parlamento. Lo es principalmente porque revela varios datos de lo que puede estar pasando por la mente del primer mandatario.
Lo primero es que sabe que varias de las iniciativas, entre estas, la reforma a la salud, a las pensiones, la laboral o a la política, no gozan de la aceptación cerrada de las mayorías que conformó con Roy Barreras para asegurar gobernabilidad en el Congreso. Por el contrario, debe temer que no cuenta con los votos seguros para lograr la aprobación tal y como los van a presentar y cabildear sus ministros.
Esto es tal vez lo que puede explicar el llamado a ponerle pueblo a una discusión que se librará en los hemiciclos de Senado y Cámara de Representantes, cuerpos colegiados que tienen asignada la competencia constitucional para aprobar o no las propuestas que llegarán tras profundas polémicas antes siquiera de conocerse sus contenidos, porque si el escenario de discusión y votación de esos proyectos es el Congreso, en el que el Gobierno cuenta con tan amplias mayorías, ¿a quiénes distintos de los parlamentarios de la coalición se quiere presionar con las movilizaciones anunciadas?
Por eso también sorprende la reacción de agudos opinadores y miembros de la oposición al Gobierno, en contra de la invitación a las movilizaciones populares, cuando estaba cantado que la línea ideológica de la Casa de Nariño se funda en la militancia activa en las ciudades y en el campo. Si algo se sabía era de la impajaritable apelación a la calle como escenario de expresión de respaldo a las políticas inherentes a la promesa de cambio.
Pero más sorprende el mutismo de los congresistas que hacen parte de la alianza que gobierna, pues han guardado silencio frente a lo que es claramente un mensaje inversamente proporcional al nivel de compromiso que tienen en sacar adelante las iniciativas legislativas de la Casa de Nariño.
En efecto, cualquier presión de la Primera Línea y los demás grupos que saldrán a las calles a defender los proyectos de reforma, en nada tiene que mover el ánimo de los demás parroquianos, pues solo el Congreso tiene competencia para aprobarlos o no. Bajo esa línea, toda presión por marchas y protestas en las calles será ejercida sobre esos congresistas de la coalición en la medida que en los partidos del Pacto Histórico tienen claro que, sin pueblo, no habrá reformas.
Eso también explica por qué, contra las recomendaciones del presidente del Senado, los ministros se la pasan anunciando las bondades de las grandes reformas sin tener los textos definitivos, pues lo importante no es convencer sino agitar, en la medida que, es claro que en Palacio desconfían de los aliados en quienes circunstancialmente han depositado sus respaldos, los cuales solo serán útiles mientras les permanezcan fieles.
Comentarios ()