Editorial


Alcalde y personera

“Si cumplir con el sueño de erradicar la corrupción era el núcleo central de la promesa del actual Gobierno, muy decepcionante el resultado si se tienen en cuenta que a la cárcel no ha ido a parar...”.

EL UNIVERSAL

09 de enero de 2023 12:00 AM

El careo protagonizado entre personera y alcalde en el noticiero radial de La Cariñosa, de RCN Radio, resultó un hit periodístico que merece un premio, y un delirio político patético que satisfizo los deseos de la audiencia de escuchar crudas acusaciones de lado y lado, y de, finalmente, animar a las cabezas de las dos instituciones a ponerse a hacer lo que cada cual debe.

En el caso del alcalde, a ejecutar el presupuesto, que estará acompañado de una buena caja con todo lo que se ha acumulado tras tres años de mediocridad en el desarrollo de obras públicas o de programas solidarios y culturales.

En efecto, las sumas de los efectos de una pandemia voraz en gasto público y privado, un alcalde nada preparado para gobernar, con gabinetes integrados mayoritariamente por personas con desconocimiento de la idiosincrasia y realidades de la localía, y una ausencia casi absoluta de empatía con los grupos de interés con los que se pudo organizar una mejor ejecución de su Plan de Desarrollo si hubiera habido un liderazgo propositivo, claro y eficaz, no podían garantizar un gobierno exitoso.

De hecho, si cumplir con el sueño de erradicar la corrupción era el núcleo central de la promesa del actual Gobierno, muy decepcionante el resultado si se tienen en cuenta que a la cárcel no ha ido a parar ningún corrupto de los que el alcalde calificaba como tal en su campaña.

En la práctica, su lucha contra la venalidad también ha provocado que los organismos de control no se atrevan a suspenderlo o ponerlo preso. El alcalde ha expuesto que incluso han armado procesos espurios para tener a punto una medida de suspensión de funcionarios de la actual administración, finalmente no ejecutados por la iniquidad de las motivaciones y la prontitud con que se han movido sus defensores, para detener presuntos desafueros de providencias que habrían sido escandalosas.

Como también es claro que ha habido una pereza en sancionar al alcalde por faltas elementales, singularmente aquellas vinculadas con uno de sus pecados, que es el de una lengua vulgar y chabacana, pero a la que le dio vuelo tal vez porque descubrió que es a lo único que le temen los funcionarios obligados a vigilarlo o controlarlo.

Es posible que esas sean las realidades que ha tenido que sortear la personera, la única ciudadana con una personalidad peculiar a la que encontraron los jefes políticos que la llevaron allí, para tener la osadía de poner a punto a su actual contradictor.

Pero la jugada de restituir en el cargo a un alcalde suspendido parece haberle quitado fuelle. Y el alcalde debe estar feliz porque contra ella, ahora, podrá, como lo hizo en La Cariñosa, seguir denostando con epítetos altisonantes toda la andanada de la que es capaz, para incluirla a ella también entre quienes no pueden lanzarle piedras, ahora que la Personería aparenta haberse mudado a un edificio con techos de vidrio.

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