En la edición de este domingo publicamos una interesante entrevista con el alcalde de Punta Cana, Ramón Antonio Ramírez, en compañía del embajador de República Dominicana, José Ares, quienes decidieron compartir con Cartagena recetas que han hecho exitoso a ese país y aquella emblemática ciudad turística, a nivel global.
Quedó claro lo definitivo que resulta invertir holgados recursos para financiar campañas de promoción como las que realiza Punta Cana en múltiples países para atraer el turismo, que son triunfadoras. Y se ven los resultados. Por ejemplo, el último informe del aeropuerto de esa cuidad indica que el tráfico aéreo de Punta Cana en 2019 sobrepasó a la terminal principal del gigantesco John F. Kennedy de Nueva York, pero para llegar allí hay que pasar por un proceso al ‘interior de la casa’, con una claridad bien definida de hacia dónde se andará.
El exitoso modelo de Punta Cana partió de una seria planeación, con una colaboración interesada y positiva entre las comunidades, el municipio y la inversión privada, con el respaldo del gobierno nacional, lo cual demuestra cómo la articulación público-privada puede alcanzar el máximo rendimiento en un sector de la economía que, como el turismo, se convierte en gran jalonador de trabajo, de provechoso intercambio cultural y fuente de jugosas divisas.
República Dominicana entendió que el turismo es la más democrática de las fuentes generadoras de riqueza, pues las divisas irrigan a todos los sectores y estratos sociales, al punto que, en el caso de Punta Cana, el 95% de sus habitantes viven de este poderoso renglón de la economía, que además representa el 22% del PIB del país. En tal sentido, el acuerdo de ciudad implicó admitir que se impusiera una autoridad acogida y respetada por todos, para garantizar la sostenibilidad y continuidad de los modelos de desarrollo turístico acordados.
En aquella nación comprendieron que una industria turística formal y disciplinada tiene mayor vocación de generar más empleos, impuestos, equidad y riqueza, que aquellos modelos que fomentan la falta de autoridad, el desorden, la indisciplina de la economía informal y el maltrato al medio ambiente.
Las comparaciones no son odiosas cuando se hacen para aprender de quienes han logrado el éxito, como en Punta Cana, con lo cual es claro que, tanto a nivel local como nacional, acá no hemos tomado conciencia de lo trascendente que puede ser para el país fortalecer a Cartagena de Indias en todo su potencial, para generar más prosperidad a través de la vigorización y la reorganización de la industria turística formal y disciplinada.
Aunque ya hay ideas para convertir a Cartagena en la capital histórica-cultural de todo el Caribe, hay que poner en limpio una estrategia que requiere del sincero desprendimiento, del esforzado trabajo y la participación de todos los sectores.
El arribo de las nuevas administraciones hacen propicio el tiempo para sepultar celos, rencores o egoísmos, y para comenzar a construir, con una nueva y más generosa mentalidad, la Cartagena desprendida, organizada, igualitaria y productiva que soñamos.
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