Editorial


Bolívar y su agro en 2018

En el 2017 el crecimiento del agro salvó a la economía de la debacle total. Según el Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural para 2018 tienen buenos aires los sectores  agropecuario, piscícola y forestal, y además serían de los mayores generadores de empleo. El sector agropecuario creció 7,1 % durante el tercer trimestre de 2017 mientras que la economía en conjunto apenas creció 2%; en el segundo trimestre el agro creció 4,4% y la economía en general apenas 1,3%); y en el primer trimestre el agro creció 7,7% y la economía 1,1%.

Estas estadísticas están muy bien, pero es necesario ir mucho más allá para garantizar el crecimiento continuo del agro para que haya mucho mayor bienestar allí y disminuya la desigualdad con respecto a las ciudades porque es apenas justo, y porque este bienestar desincentivaría la migración de gente del campo a los cinturones de miseria de las ciudades, aumentando los problemas de todos, especialmente de los campesinos metidos a citadinos.

El desarrollo del agro no debe estar limitado a programitas aquí y allá, ni a las modas, sino a programas serios que deben depender de saber para qué sirve más la tierra en cada lugar y qué productos pueden dejar excedentes para vender. Debería haber una mezcla saludable de cultivos industriales y otros de pancoger, pero todos tecnificados al máximo para que la productividad sea alta.

Bolívar, por ejemplo, alguna vez hizo un mapa de la calidad de sus tierras y para qué productos servían más, y debería ser rescatado para que sirva de base de una planificación seria y no para las usuales colchas de retazos, algunas veces bien intencionadas, pero la mayoría de las veces facilistas y por lo mismo populistas.

Además de definir para qué sirve la tierra en cada lugar, teniendo en cuenta los productos con más mercado, debería haber una política integral de agua para riego, con la cual la Costa Caribe sería un emporio agropecuario, especialmente Montes de María. En vez de eso, siempre oímos hablar de remiendos mezquinos y cortoplacistas a los distritos de riego como el de Marialabaja, que ya debería haberse multiplicado en tamaño y capacidad, pero seguimos en lo mismo, y a veces en menos, porque su infraestructura se suele deteriorar sin que luego la atiendan toda.

Necesitamos mucho menos centralismo capitalino y mucho menos populismo local. Ojalá 2018 sea el año de la planificación humana del agro, pero a una escala que sirva para salir de la subsistencia y pasar al ahorro campesino y por lo mismo a nuevas inversiones.

 

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