A propósito del resultado de la temporada turística de 2016 y cuyo balance según la presidenta ejecutiva de la Corporación Turismo Cartagena de Indias, Zully Salazar, fue de “preocupación”, cabe resaltar que las posibles causas que señala no son nuevas, como la informalidad, a la que se le calificó como el mayor lunar de la temporada.
Son problemas que vienen de más de 30 años y al parecer, las administraciones locales no han podido planificar e implementar medidas de control efectivas y constantes con relación al abuso de las tarifas que cobran muchos taxistas, los precios de los restaurantes informales y la proliferación y pésimo servicio de muchos alojamientos informales, cuya competencia desleal le hace un grave daño a los hoteles debidamente registrados y a la imagen de la ciudad.
Y si a lo anterior le agregamos, la deslucida decoración navideña de nuestros principales monumentos históricos, entonces no nos podemos asombrar del desaceleramiento de esta actividad, a diferencia por ejemplo, de la ciudad de Sídney (Australia), donde el 31 de diciembre, en un puente moderno, presentan un espectáculo de juegos pirotécnicos que atrae anualmente a miles de turistas; o para no ir tan lejos, fueron 2 millones 850 mil personas, entre antioqueñas, nacionales y extranjeras las que visitaron la zona de Carabobo Norte, en Medellín, para disfrutar del alumbrado en la época de Navidad.
Los atractivos turísticos de la ciudad están a la vista y disponibles los 365 días del año, sin embargo, solo tenemos tres cortas temporadas de turismo que en conjunto no suman más de tres meses al año, a diferencia de otras ciudades turísticas mundiales e inclusive con menos atractivos turísticos, donde la temporada está pensada para todos los días del año. Rebajar la estacionalidad del turismo debe ser una de nuestras metas principales.
Es fundamental crear políticas públicas para el mejoramiento continuo y sostenible del desarrollo del turismo, pues es la actividad que mayor generación de empleo y divisas le deja a la ciudad. Por lo tanto los abusos de los taxistas y de los restaurantes informales son apenas problemas coyunturales.
Por otro lado, no hay que descuidar nuestros monumentos históricos y playas, siendo estas últimas prácticamente imposibles de visitar, debido al acoso de los vendedores ambulantes. Y qué decir del Castillo de San Felipe, que viene siendo arropado y minimizado de construcciones modernas sin que las autoridades locales dispongan de un POT que proteja nuestros monumentos históricos, sino por el contrario, cada día son más pasivas.
Si bien es cierto, cada año tenemos más recaladas de buques de turismo y lógicamente mayor número de turistas que nos visitan por este medio y dejan ingresos significativos y necesarios, también es cierto que para la industria hotelera e inclusive para los taxistas, no representan mayores ingresos y su estadía promedio es menor de 12 horas.
Por lo tanto, estamos en mora que las administraciones locales y nacionales implementen políticas públicas que ayuden a proteger esta industria, e igualmente el sector privado debe generar actividades e incentivos que también sean atractivos, especialmente para los turistas que nos visitan por vía aérea y terrestre, que son los que permanecen más días en nuestra ciudad.
Comentarios ()