En las últimas ediciones del impreso y en nuestra versión web hemos venido destacando iniciativas cívicas, comunitarias, religiosas, empresariales e, incluso, individuales, encaminadas a dar alimento y alegría a los más débiles económicamente durante estos primeros días de cuarentena.
Desde distintos barrios, o en las zonas insulares y los corregimientos, vecinos, amigos, copropietarios, creyentes, asociados, trabajadores y corporados, han atendido con generosidad el clamor de aquellos cartageneros que enfrentarán con todas las desventajas familiares, económicas, habitacionales y personales, los duros días que apenas comienzan.
Y en ese trasegar de donación se han encontrado con una administración distrital abierta, realmente interesada en la suerte de los conciudadanos, con un alcalde que no solo lidera los procesos de recaudo, organización y distribución de esas ayudas, sino que además salta a la vista que vibra al hacerlo. ¡Se le agradece!
En verdad que tranquiliza ver esa armonía entre la determinación del alcalde Dau y su equipo, y la voluntad compasiva de los particulares que, en una asociación afortunada, han logrado recaudar donaciones en especie y en dinero que comienzan a tranquilizar a familias en barrios pobres de la ciudad. Y con ellos, el acompañamiento invaluable e insustituible de la Policía Nacional, la Armada y la Infantería de Marina. ¡Gracias por el valeroso sacrificio!
En las épocas difíciles de la humanidad no solo se ven escenas tristes; también, por esa cualidad que tiene nuestra especie de crecerse ante la adversidad, surgen actos individuales o colectivos de grandeza que extraen de los malos tiempos, enriquecedoras experiencias.
Si el impulso de dar no se impone, y no es fácil moverle el corazón a quien por diversas razones lo ha cerrado a la necesidad ajena, el ejemplo de lo que hacen aquellos que con alegría se desprenden de algo propio, llega mejor a los individualistas que el mejor de los discursos. Una buena acción vale más que mil palabras. Por eso, ver a nuestros amigos, parientes, hijos o vecinos tomando de sí, de su tiempo o de una parte de sus bienes para donarlo a quienes no conocen, tiene un potencial enorme de arrastrar a tantos en ese camino que, como se sabe, enriquece más al que más sabe dar conforme con sus circunstancias.
La ciudad ve con admiración a su alcalde, a sus colaboradores y a todas las personas y entidades con o sin ánimo de lucro que están llegando, con ayudas materiales o morales, a quienes tanto necesitan. Nos abren el camino para seguir el buen ejemplo.
Pero falta aún mucho trecho. Es claro que no serán suficientes las ayudas de los particulares. Por eso, es necesario prever medidas extraordinarias y más audaces que impliquen apropiaciones presupuestales tomando recursos de rubros oficiales que no se requieran ahora, para redistribuirlos en todo aquello que sea insumos para nuestras clínicas, médicos y ayudantes, y alimentos y medicinas para esa mitad de la población que no tendrá ingresos las próximas semanas o que agotarán sus exiguos ahorros en pocos días.
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