Editorial


“De todito”

“El llamado es a que cese el uso de las ESAL para negocios espurios; los fines loables para las que fueron creadas no pueden mancharse (...)”.

En su primera presentación del informe del Libro Blanco, el alcalde William Dau incluyó un capítulo especial sobre presuntas irregularidades encontradas en torno de la concentración en contrataciones con las entidades sin ánimo de lucro (ESAL) que hacen “de todito”; es decir, instituciones privadas que tienen objetos sociales amplísimos para permitir la contratación de toda suerte de servicios o la venta de productos que, en términos normales, no corresponden al perfil natural de organismos altruistas especializados, no gubernamentales.

Las opiniones del alcalde y sus secretarios frente a las ESAL que han contratado con distintas dependencias del Distrito, son coincidentes con otras que ya se conocían en torno de las entidades sin ánimo de lucro apodadas “de todito” por entidades respetables o que sonaron fuerte en noticias sobre algunas contrataciones, sobre todo las celebradas en alcaldías menores.

Es deplorable que por un puñado menor de ESAL que no son administradas con rigor, orden o ética, se vea afectada la credibilidad del conjunto de estas entidades creadas con fines altruistas y de servicios sociales que tanto bien causan en nuestras comunidades, singularmente entre las personas más débiles.

Es lo probable que la mayoría de las ESAL contratadas por las distintas administraciones distritales en los últimos años sean dignas de tales vinculaciones y hayan cumplido a cabalidad con las obligaciones contractuales encomendadas, con lo que no sería justo que todas se vean envueltas en el mismo saco del cuestionamiento, o que se les endilguen reproches públicos sin habérseles dado la oportunidad de demostrar que sí brindaron efectivamente los bienes o servicios contratados por los entes distritales. Pero también es claro que existen fundadas razones para colegir que algunas ESAL, seguramente la porción menor, acusan problemas o de funcionamiento o de experiencia o, lo que sería peor, probidad, con lo cual presuntamente pudieron haber sido utilizadas para extraer recursos del erario distrital sin que hubiesen entregado los productos que se obligaron o que los prestaron insatisfactoriamente.

No es extraño que, al final de las investigaciones que el alcalde ha prometido promover, se encuentre alguna ESAL que sólo sirvió para recaudar el valor de la aportación del Distrito con la consecuente distribución indebida en favor de terceros, en vez de la destinación íntegra de los recursos públicos en la producción o entrega de obras, bienes o servicios con las cantidades, calidades y utilidades para las cuales figura que fue contratada. Pero eso es algo que, independientemente de lo que ya se sabe en los corrillos políticos, o en los del Palacio de la Aduana, o lo que los líderes comunales han visto directamente en sus barrios, tendrán que establecer las autoridades.

El llamado es a que cese el uso de las ESAL para negocios espurios; los fines loables para las que fueron creadas no pueden mancharse con la ambición y la avaricia de quienes las emplean para burlar reglas de la contratación estatal y hacerse a recursos públicos que son sagrados.

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