Editorial


El cierre de la Maternidad

“(...) por la manera enredada en que funciona nuestra red de salud, cada eslabón de la cadena descarnadamente le endilga la culpa a otro (...)”

Ayer amaneció cerrada el área de urgencias de la Maternidad Rafael Calvo, la clínica en la que se atiende a las mujeres más pobres de la región. Y todo pareciera que se resume en recursos, con lo cual la pregunta que se podría estar haciendo cualquier parroquiano, lego en estos temas es, ¿a qué bolsillos van a parar los recursos de la salud, que son millonarios, como para que no alcance para pagarle a sus médicos?

Pero es claro que el tema es más complejo, y no pasa solo por el de los recursos.

Aunque en esta ocasión la crisis perpetua de esta institución en singular se manifiesta porque ni a los anestesiólogos ni a los ginecólogos les pagan, y no se entiende, por ejemplo, cómo es que funciona el esquema de contratación de estos profesionales, que son el núcleo esencial de la atención a miles de mujeres que ponen las vidas de sus bebés y las suyas en aquellas sacrificadas manos, con el creciente incremento, además, de embarazadas migrantes que no tienen dónde parir en la derruida Venezuela, tan orgullosa de su modelo político que lo quiere exportar a nuestro suelo, para que entonces tengamos que mandar a nuestras mujeres... ¿será a Panamá?

La realidad es que, por la manera enredada en que funciona nuestra red de salud, cada eslabón de la cadena descarnadamente le endilga la culpa a otro, y así los dueños ocultos del sistema se quedan con el oro ¡y los pacientes con el rollo!

Todo lo que es complejo no hace sino contribuir a que nunca haya responsables, mientras la gente asume las consecuencias -en su vida y en la salud propia o de la familia- del contubernio que se esconde tras las miles de formas que no permiten comprender exactamente qué es lo que ocurre... ni dar con los verdaderos responsables.

Asimismo, médicos afortunados porque gozan del privilegio de no tener dueños y conocen muy bien cómo funcionan estos esquemas perversos, comentan en cocteles y ágapes, cómo determinados políticos indican qué se paga, cuánto se paga y a quién se paga. Si esto es así, ¿cómo diablos vamos a cambiar o a mejorar?

El poder, pero esencialmente el poder político, tiene la capacidad de aprovecharse de la necesidad de los profesionales, quienes aceptan contrataciones precarias con tal de subsistir, lo cual lleva no solo a la sumisión, sino también a la mediocridad, pues quienes tienen control de las decisiones saben muy bien que donde no hay capacidad de sostener a la familia, no hay libertad. Y esa ausencia de independencia lleva a que tantos médicos y profesionales afines tengan que guardar silencio cómplice frente al poder que controla las contrataciones pero también los recursos. ¿Cuándo se liberarán quienes sí pueden contar qué es en verdad lo que está pasando?

Entre tanto, y no le falta razón, el alcalde Pereira ha señalado que el Distrito sí gira los recursos, pero no tiene el manejo de esas instituciones por la autonomía de sus directivas. Entonces, ¿quién está en condiciones de contestar por qué no se destinan esos giros a priorizar el pago de los profesionales de la salud, que son, en el fondo, los obreros que mantienen el sistema?

Habrá que continuar mañana con el tema.

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