Editorial


El mensaje de las luminarias

Todos sabemos que la ciudad padece una crisis general de civismo, y que algo tan elemental como no botar las basuras al suelo cuesta un trabajo enorme aun en los barrios de estratos altos, aunque el problema allí sea bastante menor que en otros asentamientos, que no solo botan las basuras en cualquier parte por mala educación, sino porque la recolección del aseo no está regularizada.

En comparación con ciudades de otros países y aun con las nacionales como Medellín, que suelen estar impecables, las calles de Cartagena son unos muladares. En las ciudades europeas una basura está en el suelo porque cayó allí accidentalmente, quizá llevada por el viento o dejada caer inadvertidamente por alguien, y casi no existen. En cambio, hay otra plaga para ensuciar las calles y sitios públicos: las colillas de los cigarrillos, que sorprendentemente, abundan porque fumar en el viejo continente sigue siendo frecuente hasta entre los jóvenes a pesar de toda la información en contra y de las noticias de sus consecuencias físicas. Estos adminículos llenos de nicotina se meten en todas las alcantarillas y recodos, especialmente donde las calles son adoquinadas y las juntas están repletas de estos pequeños cilindros odiosos. El costo de la salud pública en Europa por cuenta de la nicotina debe ser altísimo.

Volviendo a nuestro terruño, las basuras ya no solo caen a la calles, sino que ahora tienen otros destinos. Las luces que rodean las murallas de Cartagena han sido tradicionalmente difíciles de manejar porque durante muchos años los vándalos rompían sus anclajes para robarse las propias luminarias, y decían que algunas habían terminado iluminando predios privados. Luego fueron construidas las celdas de hoy y no se las han vuelto a robar, pero ahora las están usando para llenarlas de basuras, como atestigua la foto que publicamos en la primera página de la edición de ayer.

Este sí que es un fenómeno nuevo, porque puede querer decir una de dos cosas: que el público del área de repente decidió usar las ‘jaulas’ de las luces como basureros por algún extraño motivo; o que alguien a quien contrata el Distrito o las compañías de aseo para limpiar el área aledaña a las murallas se está ahorrando las bolsas de basuras y su trasteada a donde deben depositarlas, y las ‘esconde’ allí en las fosas de las luminarias.

En ambos casos es claro que se necesitan suficientes canecas de basura en el área para evitar que las luminarias se dañen por un cortocircuito o por un golpe. El Distrito debe averiguar qué está pasando antes de que el descuido le salga muy caro.

 

 

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