Como es ya costumbre, los eventos alrededor de la Asamblea General de Afiliados de la ANDI, que se realiza días después de la posesión presidencial, se convierte en el escenario del primer encuentro de los presidentes con el sector industrial del país.
Anoche el presidente Gustavo Petro Urrego cerró la asamblea con un discurso –después del ofrecido por el presidente del gremio, el cartagenero Bruce Macmaster–, inspirado en las tesis de Mariana Mazzucato y otros autores, que defienden el valor del papel del Estado en la dirección de la economía, y no sólo como un controlador, sino como un actor real, vivo y determinante en los procesos de creación de riqueza.
Por supuesto, el ambiente era tenso, aunque muy cordial en la medida en que han coincidido estos eventos con la presentación de una reforma tributaria que le asigna a varios de los sectores económicos allí representados, la responsabilidad de financiar buena parte de los planes de gobierno; o se han producido declaraciones erráticas desde la óptica empresarial frente a la diferencia que hay entre disminuir las fuentes provenientes de recursos no renovables, de la de asegurar la independencia energética nacional, mientras se desarrolla sin traumatismos la transición energética hacia la carbono neutralidad.
Sin embargo, el presidente Petro concurrió con un mensaje contundente desde sus ideas, pero conciliador en cuanto al deseo de que estas sean incluyentes con el empresariado formal, singularmente con los sectores que conforman la tradicionalmente denominada economía real, representada especialmente por la industria y la agroindustria.
Contundente, puesto que no disimuló su determinación de pasar de una economía de acumulación hacia una de producción, lo que justifica una reforma agraria que lleve a cambiar la concepción del latifundista por el del propietario, poseedor o tenedor que cultive y explote la tierra para que esta cumpla su función social para la seguridad alimentaria nacional y para excedentes de exportación.
De la misma manera, para que el destino de la capacidad de producción nacional sea reorientado por los grandes propósitos del Estado, y no de lo que decidan los mercados cuando aquel asume un rol pasivo.
Así las cosas, el presidente Petro notificó a los empresarios que su gobierno, que encabeza al Estado, jugará un papel determinante en la construcción de los planes, programas y proyectos que reorienten una economía de desigualdad por una de creación de bienestar, en concurrencia de las dinámicas público-privadas, con lo cual Colombia no se va a llamar un país socialista.
De hecho, fijó al menos dos misiones centrales macro en las que instó al sector privado a acompañar al público (Estado más mercado): acabar el hambre, e industrializar al país a partir de las energías limpias, temas que se pueden profundizar en siguiente editorial.
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