Editorial


Estragos de las lluvias

EL UNIVERSAL

21 de julio de 2017 12:00 AM

Son repetitivos y grandes los estragos de las lluvias en Cartagena, y se pondrán cada vez peores a medida que se profundizan las tendencias del cambio climático inducido por el hombre, dado el calentamiento global y sus fenómenos extremos.

Antes de que se hubieran ‘urbanizado’ las tierras alrededor de Cartagena, si así se puede llamar el proceso repetitivo y devastador de las invasiones que la han cubierto de casas y calles, la vegetación abundante le quitaba la velocidad al agua que corría, y permitía así que la tierra la absorbiera, siendo más graduales las crecientes y escorrentías. 

Pero ahora, con la deforestación creciente y la pavimentación indispensable de más y más calles, las lluvias hacen cada vez más daño no solo porque son muy fuertes, sino porque ya no hay vegetación que modere las escorrentías; el agua cae sobre superficies duras, bien sean calles pavimentadas o tierras deforestadas, y corre a gran velocidad y en gran volumen, incrementando su capacidad para hacer daño.
Tras cada aguacero como el de ayer, acompañado de vientos fuertes y tormentas eléctricas, publicamos fotos de árboles derribados por la tormenta y los daños que hacen al caer sobre casas, techos y carros. Nos engañamos pensando que los daños grandes son los que hacen los árboles al caer, sin darnos cuenta de que el verdadero daño es haber perdido el árbol.

Periódicamente el EPA habla de arborización y emprende campañas citando todos los árboles que nos faltan, además de los que la entidad logra sembrar, pero la verdad es que esa es otra pelea que vamos perdiendo aceleradamente y que ayuda al enemigo, que es el calentamiento global, y por supuesto, el local, que es notorio y creciente. No es solo el área de sombra que deja de dar el árbol caído, que ayudaba a refrescar el ambiente, sino su producción de CO2, la que perdemos del todo.
Es entonces indispensable mantener viva y dando resultados la campaña de sembrar árboles en toda la ciudad, sin desechar cada lugar donde sea posible establecerlos, por lo que se deben prever estos sitios en todos los planes de ordenamiento para que tengan la fuerza de la ley y no dependan de las veleidades de los funcionarios de turno.

Debemos reconocer que los árboles no son solo elementos decorativos, sino esenciales en la supervivencia del hombre, incluyendo en la de la población cartagenera.

Deberíamos ponernos la meta local de sembrar varios árboles por cada uno que cae o muere.

 


 

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