Editorial


Iustitiae factum est

“Es de esperar que la terrible experiencia que Vivian Eljaiek y la Mariamulata han vivido, no suponga el alejamiento del servicio a la ciudad...”.

EL UNIVERSAL

16 de marzo de 2023 12:00 AM

Y se hizo justicia, por fin, en el caso de Judith Pinedo. Ayer se conoció el boletín de la Corte Suprema que soñaban tantos cartageneros que la conocen bien y aquellos que, sin conocerla, inferían de su caso que, en una ciudad como la nuestra, es más fácil que un político decente vaya a prisión que el más sinvergüenza de los tramoyeros.

A la Mariamulata le quitaron su libertad física desde el 20 de abril de 2021. Se sabía, por la conducta digna y la reciedumbre con la que afrontó, desde el mismo momento en que se supo de la condena y de la orden de dirigirla al pago de la pena en intramuros, que no le quitarían la libertad de mente y espíritu.

Lo probó con creces, pues en prisión dignificó a sus compañeras de cárcel, transformando con su liderazgo espontáneo, comprometido y alegre la pesadumbre del presidio, a espacios de luz, que le devolvieron la esperanza a quienes con ella estaban apartadas de la sociedad.

Eso explica por qué la echaron de menos sus compañeras cuando, nueve meses después, fue trasladada al Batallón 12 de la Armada Nacional, en Bocagrande. Nunca se pudo comprender por qué, si no suponía un peligro para la sociedad, no se le concedió la prisión domiciliaria, que sí se la otorgan con largueza a tantos de los que se percibe como inmerecedores de tal beneficio.

Si ya era difícil tragarse el cuento de que cometió los delitos que se le imputaron, menos se entendió por qué se le impuso una pena tan dura, mucho más severa que las que les reservan a los que viven de dar mal ejemplo.

El daño que se propinó a la Mariamulata y a su familia es incalculable; pero es que ese daño se extendió, como se prueba ahora con la sentencia que proclama a gritos su sabida inocencia, a la sociedad toda.

El mensaje que su condena en segunda instancia -porque en primera fue absuelta- mandó a la sociedad es que no importa que seas decente, que luches contra la corrupción, que seas incluyente, que te rodees de gente pulcra, como ella lo hizo con Vivian Eljaiek, de todas maneras, es bastante probable que pierdas tu libertad.

Siempre es una tragedia que la justicia se equivoque; pero cuando el error supone linchar públicamente a los ciudadanos que dan buen ejemplo, el daño es inconmensurable, pues el mensaje implícito es que la gente correcta no está permitida en el servicio público.

Muy buena lección le queda a la justicia en este caso concreto; esto es, que cuando se trate de un acusado notoriamente reconocido como un individuo que sirve con nobleza y desprendimiento a la sociedad, el análisis del juzgador tiene que ser aún más agudo. Porque una falla como la que ha habido aquí no sólo daña al enjuiciado; también desprestigia a la justicia.

El retorno de Vivian Eljaiek a la libertad también es otra gran noticia. Es de esperar que la terrible experiencia que ella y la Mariamulata han vivido, no suponga el alejamiento del servicio a la ciudad, por lo que siempre se les ha reconocido.

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