Editorial


Otro reto para el campo colombiano

El campo colombiano viene enfrentando muchos retos: violencia e inseguridad; concentración de la propiedad de la tierra; carestía de insumos, incluidas las drogas veterinarias, poco controladas y con precios generalmente demasiado costosos; la fiebre aftosa; y ahora el cambio climático, que quiere decir sequía y la salinización de tierras agrícolas aledañas a las costas al ingresar la cuña salina como consecuencia del nivel medio del mar creciente. El reto más reciente, y consecuencia directa del cambio climático, es enfrentar los aportes de la actividad agrícola y sobre todo pecuaria, al calentamiento global a través de emisiones a la atmósfera de gases dañinos causados por la quema de montes y residuos de cosechas, el metano liberado por el estiércol en descomposición y por el sistema digestivo del ganado, y los gases producidos por los terrenos agrícolas abonados. Según el Washington Post, los datos coleccionados por los Estados Unidos muestran que las fuentes agrícolas y pecuarias suman un 6 por ciento de todas las emisiones de los Estados Unidos y 14 por ciento de las emisiones mundiales. Para países menos industrializados y campesinos, como Colombia, la proporción de estas fuentes agropecuarias en sus emisiones totales debe ser mayor, aunque quizá la compensaría la cantidad de energía hidráulica en vez de la generada mediante combustibles de origen fósil. Colombia estará entre los 21 países que harán una “alianza investigativa” –incluyendo a los Estados Unidos, quien gastará US 130 millones-, para entender mejor y prevenir las emisiones de gases con efecto invernadero del campo. Los países compartirán sus hallazgos, incluyendo nuevas maneras para manejar el agro. La alianza la anunció en Copenhague el secretario de Agricultura de los EUA, Tom Vilsack, el miércoles pasado, e incluye también a Australia, Gran Bretaña, Canadá, Chile, Dinamarca, Francia, Alemania, Ghana, India, Irlanda, Japón, Malaysia, Países Bajos, Nueva Zelanda, España, Suecia, Suiza, Uruguay y Vietnam. Por otro lado, una alianza privada de productores de leche de los Estados Unidos se comprometió a reducir las emisiones de gases nocivos de sus operaciones en 25% para el año 2020, especialmente a través del uso de “digestores” de boñiga para generar electricidad con el metano, en vez de permitir que éste sea liberado a la atmósfera. Esta labor es muy factible en ganado estabulado porque se recoge la boñiga junta, pero imposible en una ganadería predominantemente extensiva como la colombiana, donde los ganados permanecen sueltos. Nuestra ganadería tendrá que volverse mucho más eficiente. Necesitará irrigar para producir en menos espacio y todo el año, cediéndole su tierra mejor a la agricultura, que también debe volverse más eficiente, aunque ambas sentirán la escasez de agua. En ningún caso deberían tumbarse más bosques para explotaciones agropecuarias, sino hacer una campaña agresiva de reforestación en las fincas ganaderas. Por muy grandilocuente que parezca, el reto es más que económico, ya que entraña la supervivencia de la Tierra y del Hombre.

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