Editorial


Preparados para el Covid-19

“Lo que comenzó como una gripa peligrosa en el Lejano Oriente ya se percibe como una amenaza global (...)”.

Uno de los más poderosos aliados del coronavirus es la desinformación. La abundancia de notas y mensajes que por distintos medios llegan a los ciudadanos sobre este patógeno es ya abrumadora. Cuesta trabajo distinguir entre qué es cierto, qué es especulación y qué es alarmismo malintencionado.

Si ya es dañino el uso creciente de redes para difundir mentiras sobre toda suerte de temas, en cuestiones de salud pública esto puede crear un clima de perniciosa inestabilidad con consecuencias impredecibles.

Lo que comenzó como una gripa peligrosa en el Lejano Oriente ya se percibe como una amenaza global, y no hay país que se sienta aislado de las eventuales consecuencias de su propagación. Por eso, aun cuando los efectos mortales del Covid-19 son nimios comparados con la enorme población donde se ha manifestado, con lo cual el porcentaje de mortalidad es inferior a las que producen tantos otros virus, la preocupación por la sensación de falta de control por las autoridades es palpable en las conversaciones entre contertulios.

Cuando los desafíos provienen de fuentes que una persona no puede controlar, la imaginación crea escenarios de temor que se acentúan en la medida que, como en el caso del Covid-19, estamos ante un agente de curación desconocida, con síntomas tan comunes a los de cualquier gripa, lo que acentúa los temores frente a un virus que tiene perplejos hasta a los más avezados expertos. Por lo mismo, el pánico, que por el momento es objetivamente injustificado, puede multiplicarse en horas si el primer infectado se revela en Colombia o en Venezuela, pues si ya en la poderosa e imperial China hasta las medidas más extremas no tranquilizan a sus ciudadanos, qué se puede esperar acá con nuestros débiles servicios sanitarios. Y de Venezuela, pues finalmente nuestro país es el hospital que les queda a sus nacionales ante el fracaso de su sistema de salud.

Aún no alcanzamos a dimensionar los efectos que está ocasionando y tiene el potencial de causar en la economía mundial, pero también en la convivencia ciudadana. Nada más pensar en cuántos viajes de negocios o de turismo se van a cancelar o aplazar, puede indicarnos hacia dónde pueden virar las realidades de los mercados y de las relaciones entre los pueblos.

Por todo ello, muy pronto tanto el Gobierno Nacional como los locales, deben hacer su mejor esfuerzo para aumentar la información sobre el virus, así como las medidas preventivas en los puertos y aeropuertos, y dar claras señales de que los centros de salud están preparados para atender los primeros casos que ya parecen inevitables, y qué debe hacer la ciudadanía si se declara una situación de pandemia.

Necesitamos ver que el ministro de Salud está coordinado con todos sus pares a nivel local en torno de los protocolos que habrán de aplicarse, y cómo será la atención a los eventuales contagiados, en cuáles centros hospitalarios, hasta qué número de pacientes, cómo se coordinan con las clínicas privadas y demás datos que permitan percibir que, hasta donde esta agria novedad lo haga posible, el Gobierno sabe y tiene el control de la materia.

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