Editorial


Prevenir un desastre

“Si ya podemos prever esto, no podemos permitir que se viva allí un nuevo tsunami de hambre, pobreza y destrozos. Huelga un llamado a las gobernaciones (...)”.

EL UNIVERSAL

17 de septiembre de 2021 12:00 AM

Hay razones para temer que pueda pasar lo peor a lo largo del canal del Dique, conforme a las últimas informaciones que se reciben de las instituciones oficiales, de los voceros de las comunidades y de propietarios de fincas.

Existe una altísima posibilidad de que estemos a las puertas de una tragedia similar a la vivida en 2011, cuando la creciente por abundantes lluvias se llevó por delante los jarillones, destrozando todo lo que encontraba a su paso, inundando miles de hectáreas, con el sucedáneo de tragedias, pérdidas aún incalculadas y desplazamientos por la inclemencia del clima y sus efectos sobre la pobreza.

En estas últimas semanas el canal del Dique, recipiendario no solo de las fuertes lluvias que se vienen precipitando sobre el largo territorio que recorre, sino del nivel del río Magdalena, del que recibe torrentes de aguas arriba, con los desechos y sedimentos que porta, dan a entender que vienen días difíciles para los cientos de vecinos del canal, partiendo desde antes de su encuentro con el Río Grande, en el Atlántico, pero afectando también poblados de Sucre y Bolívar.

Por ejemplo, según reportes de esta semana, en Calamar los niveles del río han subido cinco metros en los últimos días. O esta medición es equivocada, pues parece una desproporción imposible ya que supondría un incremento inusitado en comparación con los registros del 11 de septiembre, o es el presagio de que el clima no dará tregua, lo cual debe implicar, pues es lo responsable, que partamos de la base del peor escenario para disminuir los efectos de este fenómeno de la naturaleza, singularmente en la población más débil en esa subregión.

Sin embargo, vale la pena analizar por qué hay más caudal en el Cauca que en el Magdalena, en donde incluso este bajó unos centímetros en Barrancabermeja, así como conviene formar una mesa permanente para analizar cómo se interactuará en el territorio, para adoptar las medidas coordinadas y prontas entre los tres departamentos (Atlántico, Bolívar y Sucre).

El asunto da para más temer en la medida que no ha llegado octubre, el peor de los meses según la experiencia, y con este la anunciada Niña en la Costa Caribe, con lo cual cabe dentro de las proyecciones que el próximo mes, con noviembre, superen todos los antecedentes y la consecuente estela de calamidad y catástrofe.

Si ya podemos prever esto, no podemos permitir que se viva allí un nuevo tsunami de hambre, pobreza y destrozos.

Huelga un llamado a las gobernaciones, alcaldías y la UNGRD para que, en armonía con las organizaciones privadas y las comunidades, concurran en una organizada estrategia de traslados a sitios seguros, con albergues suficientemente provisionados para hacer menos traumática esta nueva prueba para nuestros coterráneos, de tal manera que no se sientan solos ni soporten en el abandono una calamidad que parece inminente.

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