El problema del ruido en Cartagena no da tregua y la desvergüenza de quienes lo producen parece ilimitada, al igual que su cinismo, especialmente cuando se sienten con apoyo dentro de los círculos del poder.
El flagelo del ruido es diurno y nocturno. El primero se lo debemos a los ruidos normales de una ciudad, principalmente a sus automotores, exacerbado aquí por la manía tercermundista de pegarse al pito del vehículo, a veces para tratar de soltar las frustraciones por la falta de autoridad ante la barbaridad de algún conductor, y la mayoría de las veces por cuenta de las mototaxis y taxis colectivos, a cuyos conductores no se les ocurre otra manera de llamar la atención de sus clientes potenciales que la de soltar irritantes ráfagas de ruido con sus bocinas.
Y de noche aparece el otro ruido, el de los equipos de sonido, que es el más desconsiderado y como ya mencionamos, cínico, porque hace parte de negocios a cuyos dueños no les importa hacerle insoportable la vida a miles de vecinos con tal de ganar un dinero. Hemos visto los ejemplos recientes en la avenida 3ra de Bocagrande y en el Centro, especialmente con las terrazas de la plaza de los Coches.
Ayer El Universal publicó un artículo titulado “Calvario por ruido en bares del Centro”, que no se limitan a los de la plaza de los Coches. La directora del EPA, María Angélica García Turbay, dio unas declaraciones sorprendentes, pero ella sabe de qué habla: el ruido ‘emisivo’, que es el que sale a la calle y se esparce por las ondas del vecindario, es el que le compete al EPA y cuyos decibeles debe medir y controlar cuando sea del caso, como ha hecho en varios establecimientos de la antes mencionada plaza y en muchos otros lugares de la ciudad.
Pero hay otra clase de ruido que también puede venir de un equipo de sonido, que es el ‘inmisivo’, que se da cuando no sale a la calle pero sí entra a la casa del vecino con el mismo efecto torturador del ruido emisivo en la parte externa de las edificaciones. Pues bien, el EPA -repetimos- no tiene competencia para controlar este último ruido, tal como nos lo dijo su directora: “El asunto está en que el EPA en este tipo de casos solo tiene la facultad de controlar la emisión del ruido y no de la inmisión”.
¿Cómo puede entonces la gente defenderse del ruido por inmisión?
Como el ruido vulnera los derechos fundamentales a la intimidad, tranquilidad, dignidad y salud, consultamos a un abogado, quien nos señaló dos vías para hacer valer esos derechos: la primera es instaurar una querella por perturbación a la propiedad, por ruido, ante la Inspección de Policía, entidad obligada a actuar; y la segunda, con precedentes exitosos en otras partes del país, es la tutela, en este caso contra el Distrito y contra el particular que produce el ruido inmisivo.
Lo triste es que haya tanta falta de educación, carencia que le permite a algunas personas pensar que pueden atropellar los derechos de los demás con total impunidad.
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