Gracias al ritmo con el que avanza la campaña de vacunación contra el COVID-19 en Cartagena, y de las demás medidas adoptadas a nivel local y nacional, vamos saliendo del pico de la tercera y larga ola de contagios, enfermedades y muertes.
Es de resaltar la labor realizada por la directora del Dadis, Johanna Bueno y su grupo de trabajo, en armonía con los héroes de la primera línea de atención de pacientes y los auxiliares en el encargo de la vacunación masiva, así como el trabajo en equipo con las Entidades Promotoras de Salud (EPS), Instituciones Prestadoras de Salud (IPS) y las Juntas de Acción Comunal (JAC) que se han sumado a este proceso.
Lograr el primer puesto en eficacia de aplicación de biológicos a nivel nacional merece el reconocimiento ciudadano y es acicate para mantener las buenas prácticas y reducir los errores que pueden corregirse.
Solo cooperando en la concurrencia a vacunarse, sin remilgos, a medida que llegan las vacunas a la ciudad se puede lograr la meta principal, que es inmunizar a la población cartagenera.
Como ya la ocupación de camas UCI ha bajado al 74%, de mantenerse esa tendencia, tenemos que ir preparando el terreno de las decisiones preventivas para ralentizar las razones que, duele decirlo, nos llevarán inevitablemente a la cuarta ola.
Si sabemos que a ese cuarto pico llegaremos, pues aún faltan cinco meses para arribar a la meta del 80% de la población plenamente inmunizada, que es lo único que nos garantizará recuperar buena parte de la normalidad y aprestarnos a vivir la nueva era que supondrá la pospandemia, tenemos que revisar qué llevó a otras naciones más avanzadas en población inmunizada, como Israel, Corea, Inglaterra o EE. UU., a padecer la cuarta ola y, en algunos casos ya en la quinta.
No está en discusión que algunos de esos factores son la relajación excesiva de los jóvenes, dosis insuficientes, lentitud en las etapas y la virulencia de variantes agresivas que, como la británica o la delta, aceleran los contagios y deprimen la salud hasta de los vacunados.
Mención especial merecen los antivacunas, cuya reticencia a inmunizarse se va quedando sin sustento científico a medida que crecen en número de seguidores y de teorías conspirativas que se derrotan con los hechos. Increíble que razones subjetivas, obtusas y hasta estrafalarias lleven a la muerte a tantos despistados, incluso en sectores sociales donde no falta una educación privilegiada, lo cual es francamente imperdonable.
Harían bien las autoridades en prepararnos para reducir, en algo, tanto las causas como los efectos de la cuarta ola que vendría en octubre, salvo que las variantes no nos permitan salir de la tercera ola, pasando directo a la cuarta.
En todo caso, pese a los buenos datos de vacunación, todos tenemos que pensar que no estamos inmunizados y que podemos caer, tal vez nuevamente, en las garras de este virus infame.
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