Editorial


Un paro en paz

“...Colombia no necesita llegar a extremos infaustos como los que hemos visto desde Venezuela hasta la Patagonia...”

Aun cuando una pequeña minoría no ha ocultado la ilusión de que el paro de hoy culmine o en la remoción o en la parálisis del actual gobierno de cara a lo que ocurre en Bolivia o como imagen de los sucesos aún inacabados de Chile, es claro que los convocantes han instado convincente e insistentemente a que las marchas se desarrollen en paz.

Si los mensajes -disimulados por supuesto- de unos cuantos dirigentes se han orientado a que las protestas deriven en asonadas que paralicen el funcionamiento regular del Estado y de las instituciones públicas y privadas, o de que se extiendan varios días, no hay informaciones concretas para esperar que se repitan las escenas dantescas de destrucciones infecundas y confrontaciones fratricidas entre ciudadanos de una misma nación o de estos con las autoridades del orden, salvo las deportaciones y capturas que se han conocido en la última semana, las cuales seguramente obedecen a las gestiones de inteligencia para prevenir que sujetos de naturaleza violenta dañen los objetivos legítimos del paro.

El comandante de la Mecar, general Henry Sanabria, ha sido categórico en que no se esperan en la ciudad incidentes que alteren el orden público, lo cual es consonante con el mensaje de los dirigentes sindicales locales que han organizado las marchas de hoy, en cuanto al compromiso de celebrarlas observando con consideración a las personas y bienes públicos o ajenos.

Debemos destacar los mensajes de respeto por el derecho a la protesta que han manifestado el presidente Duque, su gabinete y las Fuerzas Militares y de Policía; y, así mismo, a nivel local, la de las autoridades departamentales y distritales. Ahora es de esperar que esas muestras de tolerancia se traduzcan en facilitar el desarrollo y acompañamiento de las marchas para que sujetos extraños no las interfieran o perturben, o para que se infiltren personas cuyos propósitos traicionen la seriedad y razones que las han motivado.

De la misma manera, se espera que el Gobierno no se cierre a los mensajes que provendrán de los marchantes. Y con el Gobierno, la clase política, pues es un error creer que esta marcha es solo contra el presidente Duque habiendo aclarado con suficiencia su rechazo a las propuestas que generaron resistencia entre la opinión pública.

La persistencia en la realización del paro va más allá de lo que ha hecho o dejado de hacer este Gobierno en lo que va corrido del mandato. Si se presta atención a las razones adicionales que se han esgrimido como causas de las marchas una vez hechas las aclaraciones mencionadas, es evidente que todas podrían resumirse en la desconfianza ciudadana en un aparato estatal que perciben lejano de los intereses colectivos, y que se nutre de la rampante corrupción que ha permeado todas las capas y estamentos sociales.

Colombia no necesita llegar a extremos infaustos como los que hemos visto desde Venezuela hasta la Patagonia. Tenemos que escucharnos y construir en concordia una nación mejor, justa para todos, y pedir que las marchas de hoy nos acerquen más a un propósito común, en armonía y en paz.

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