Editorial


Urge ordenar el Centro Histórico

EL UNIVERSAL

26 de marzo de 2017 12:00 AM

Perdimos la cuenta de todas las veces que hemos dicho aquí que el Centro Histórico de Cartagena de Indias es su caja registradora, el imán que atrae a los turistas, y por lo mismo, una de las mayores fuentes de empleo formal de la ciudad, lo que nos obliga a todos a defenderlo de los muchos abusos que se cometen en él, que cada día son peores. Y  a pesar del embrujo de la ciudad vieja y de la simpatía de la gente cartagenera común y corriente, ya empiezan a aflorar las quejas por todas partes: en las redes sociales, en los sitios web para viajeros, en cartas escritas a las distintas autoridades, y a la prensa, entre otras.

El Centro Histórico está sucio por las basuras, está hediondo a orines de gente y de caballos, está tomado por habitantes de la calle, por la noche afloran la prostitución y las drogas, sus calles y aceras están invadidas de día y de noche, faltan tapas de alcantarillas por doquier, en fin, es cada vez más una tierra de nadie y las autoridades se portan como si no pasara nada.

El peligro de que el Centro Histórico se degenere tiene consecuencias más graves todos los días, ahora que sabemos que aunque las industrias crecen en la ciudad, y tienden a hacerlo más, cada vez emplean proporcionalmente menos personas y hay más automatización, y las que emplean necesitan mayor educación y conocimientos, por lo que muchos empleadores se ven forzados a traer gente de afuera para llenar los cupos que generan, especialmente los mejor remunerados.

La impunidad en el recinto amurallado crece a diario mientras más y más informales, móviles y estacionarios, se toman distintos lugares, con respuestas apenas tibias e inocuas de las autoridades, y mientras más y más ‘empresarios’ con terrazas, bares y restaurantes violan las normas del patrimonio, del ruido y también invaden el espacio público, como si en su caso todo fuera aceptable.

Ante este caos creciente se necesita un administrador para el Centro Histórico, pero no un burócrata inútil, sino una persona activa y con toda la autoridad para resolver los problemas en caliente, casi un imposible entre nosotros, donde todo se demora demasiado tiempo por la indecisión, la tramitomanía y la falta de compromiso de muchos funcionarios, además de la telaraña de normas que desestimulan a los pocos funcionarios diligentes porque se pueden ‘enredar’ donde menos lo piensan al tratar de hacer las cosas bien. Es tan así, que a veces parece que hacerlas mal es más fácil y menos riesgoso.

Así que nombrar un gerente tampoco será la panacea si este no tiene, además de muchas ganas y energía, facultades especiales y el respaldo absoluto del alcalde y del Concejo de Cartagena para que su labor sea agilizada, y no entorpecida por los pequeños feudos defendidos por intereses politiqueros, económicos y burocráticos. El Centro Histórico ya no aguanta la negligencia oficial.

 


 

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