La humedad nos circunda, toca y posee porque somos agua, venimos del agua. Emergido el suelo, entre montañas y valles en su eterno fluir fertilizante saltarines ríos lo atraviesan, alimentan ciénagas, bajan al mar, el inmenso océano, nuestro Caribe cargado de historias que toca orillas y sentimientos, memorias. Ese contacto es caricia, impacto o tormenta y sin duda poesía y belleza. El acantilado embestido ruge en su resistencia, la terraza arrecifal, la playa o el playón inundable, las ciénagas, lagunas y caños tranquilizan las temperamentales aguas.
En esas placentas la Naturaleza se viste de verdor perenne, se llena de presencias. El verde lineal es la piel, límite y transición que protege, regula el ir y venir del mar, sus mareas y existencias. Ese entorno es un paraíso de las especies y un milagroso obsequio de la vida.
De beneficios y funciones múltiples, el manglar hace presencia, es un especial espacio de citas, encuentros y armonía de los elementos: agua, tierra, cielo. Como un todo se integran, se hacen sala cuna y lugar compartido de habitación o visita: microorganismos, aves, crustáceos, moluscos, reptiles, anfibios y mamíferos comparten en armonía el hábitat. No hay excesos. Es escenario de sombra y solaz, de refracción de la luz solar, clima regulado del aire y el agua, y, claro, de quienes encuentran en él domicilio para pernoctar, alimentarse o nacer y cuidar sus crías.
En el origen del ser americano y en el momento actual está el manglar, es anterior a nosotros. Ellos se asentaron en las orillas de ciénagas, estuarios y lagunas costeras. Allí pescaron y sobre las conchas de crustáceos nacidos en esas placentas y úteros levantaron sus transitorias viviendas. No, no destrozaron el ecosistema como nosotros, valoraron, disfrutaron como cada vez más hoy lo entendemos y hacemos.
Se nos hace tarde para ser más conscientes y consecuentes, es cierto, por eso son bienvenidas exposiciones, grabaciones, canciones que se nutren de toda esta vida concentrada en el verdor eterno y la luz de nuestro gran benefactor. Hoy sabemos y no sobra repetirlo que en el Caribe colombiano y en Cartagena aún contamos con mangle rojo, negro, blanco, piñuelo y zaragoza y 496 especies de animales: invertebrados, peces, aves endémicas y migratorias, reptiles y mamíferos, algunos amenazados de extinción por la sobreexplotación o la desaparición del manglar sometido a intensa presión por el cambio ilegal del uso del suelo.
Gracias a los y las artistas por hacer sentir y enseñar que la vida se reproduce en el humedal, con su fragancia, cantos y la fortaleza de sus olores. Gracias también a los que votaron por un alcalde consciente que sabe que adaptarnos y enfrentar la crisis climática, pasa por proteger las zonas de bajamar y defender de la ambición o la necesidad los corales y manglares.
*Abogado ambientalista y comunicador.
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