Los datos reportados este jueves por el Dane, en torno de las cifras de nacimientos y defunciones en el país durante el primer trimestre de 2023, nos ponen en la línea de las naciones que sufrirán por la pérdida acelerada de población. La impresionante caída en la tasa de natalidad en el periodo analizado, del 10,5%, que es la cifra más baja de nacimientos desde que se hace esta medición, se debe a la sostenida tendencia a no tener hijos en la familia colombiana.
Por años las agencias internacionales han determinado en las naciones la importancia de reducir la natalidad por diversas razones, que pueden resumirse en la necesidad de evitar una gran crisis climática o hambrunas por la imposibilidad de producir alimentos para la población planetaria.
Los resultados, con la inatajable caída en la tendencia poblacional a nivel global, demuestran que tales campañas fueron eficientes, pues, en vez de enfrentar el temido colapso demográfico, hoy nos encontramos con justificada preocupación ante una realidad inquietante: sociedades nacionales cada vez más envejecidas.
Se tiene claro que el nivel de reemplazo de la población en cada país es de 2,1 hijos por mujer; pero resulta que dos tercios de la población mundial viven en lugares en los que el índice de fecundidad se encuentra por debajo de ese número mágico.
En Italia, por ejemplo, el índice de fecundidad en 2021 fue de 1,25; en España, 1,19; Corea del Sur, 0,81; China, 1,16; Japón, 1,3; Canadá, 1,43; Francia, 1,84; y Alemania, 1,58, con lo cual esa realidad es un fenómeno tanto en Occidente como en Oriente.
Ya hay consenso en los analistas internacionales sobre que en China esa tendencia impedirá que su economía siga creciendo y cada vez hay más voces que afirman que así no será posible que destrone a EE. UU. de su vieja calificación como primera potencia mundial. Y es por esto que en su vecino Japón, el primer ministro Fumio Kishida prometió el pasado enero adoptar medidas sin precedentes para frenar la caída de la natalidad, reconociendo que estaban a punto de no poder mantener el funcionamiento de la sociedad.
Los líderes de las naciones del primer mundo tienen justificada preocupación porque si la pirámide de nacimientos vs. ancianidad se sigue invirtiendo, no habrá forma, por ejemplo, de sostener las pensiones de una especie cada año con más expectativas de larga vida; y porque, sin una copiosa juventud el mercado laboral será inferior al de jubilados.
Si no se repiensa en el tema sin el peso de la ideología, se seguirá errando bajo la vieja creencia de que se es de ultraderecha si se fomenta la natalidad y se protege a la familia como célula fundamental de la sociedad; y si se favorece la lucha contra la natalidad, de ultraizquierda, lo cual es absurdo si sabemos que la China y otras naciones comunistas y socialistas están promoviendo abiertamente más hijos entre su población.
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