Córdoba


Cadete cordobés soñaba con ser jefe de seguridad del Presidente

Fernando Alonso Iriante Agresoth era un deportista consagrado. A sus 19 años había logrado múltiples medallas, primero como atleta y luego como voleibolista.

NIDIA SERRANO M.

19 de enero de 2019 12:33 PM

Nando no se fue tan feliz como siempre. Ese día que se despidió, 9 de enero de 2019, en el barrio San Francisco de San Bernardo del Viento, zona costanera del departamento de Córdoba, lo embargaba la nostalgia.

Había pasado un fin de año feliz. Visitó a sus familiares, disfrutó de las fiestas con sus vecinos, miró ese mar que tanto amaba y recorrió las calles de su tierra natal. Sin embargo, el día de devolverse a la Escuela General Santander de Bogotá, estaba más nostálgico que de costumbre. Nunca más volvería.

Fernando Alonso Iriante Agresoth era un deportista consagrado. A sus 19 años había logrado múltiples medallas, primero como atleta y luego como voleibolista. Esa condición fue la que hizo que la Policía se fijara en él y lo becara para que pudiera formar parte de la institución.

No lo dudó un instante. Alistó maletas y vistió el uniforme, ese mismo que había portado uno de sus tíos, Carlos Agresoth, quien justamente fue escolta del entonces presidente Álvaro Uribe. A ese sueño le apostaba este cadete cordobés que murió en el atentado, perpetrado con un carro bomba en la escuela de formación de la Policía: quería ser jefe de seguridad del Presidente.

En junio del presente año tenía previsto regresar a su casa ya graduado. No quería ser un policía del común, sino en uno de los mejores y más destacados, pues sus metas y sueños estaban muy claras y las mismas incluían mejorar el nivel de vida de su familia y darle a su madre, Gregoria Agresoth, todo lo que a ella pudiera hacerla feliz.

UN SUEÑO DE NIÑO

Fernando siempre soñó con ser policía. Fue un alumno destacado y un deportista consagrado. Estudió en el colegio Olaya Herrera de San Bernardo del Viento y fue allí donde tuvo la posibilidad de mostrar sus dotes deportivas.

Su estatura le ayudaba mucho. Era alto, delgado y muy ágil. En un campeonato regional fue fichado como un gran prospecto deportivo y de esa manera terminó en la institución y en la Liga de Voleibol de Bogotá.

Sus amigos lo describen como una persona alegre. Le gustaba el baile y tenía en su corazón profundo agradecimiento por sus abuelos, figuras que le prodigaron todo el amor y que le enseñaron el rigor y la disciplina para enfrentar los grandes retos de la vida.

Nando, como le decían cariñosamente en el pueblo, se fue triste porque jamás volvería. Él fue uno de los 21 cadetes que murió en la explosión en Bogotá y su partida temprana llenó de luto y dolor al departamento de Córdoba y de todo el país.

Sus padres tenían la esperanza de que estuviera vivo. La prueba de ADN que le hicieron a su madre, en el municipio de Lorica, fue la que desvaneció esa esperanza, la que arrancó lágrimas de impotencia y de dolor, fue la que unió al departamento para repudiar la violencia y fue la que terminó con los sueños de un joven deportista que vio en la institución la posibilidad de ayudar a los suyos.

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