Regional


El miedo que acecha a las mujeres de Mahates, Bolívar

Dos colectivos culturales de este municipio han asumido el ideario feminista, para enseñar a niñas, niños y adolescentes que hay opciones de vida más allá del maridaje a temprana edad.

Los colectivos “Las Loras” y “Taller de patio” empezaron a visibilizarse a través de una marcha en la que mucha gente protestó por el asesinato de la adolescente Yorgelis Escandón Pacheco, ultimada por su compañero sentimental en el corregimiento de Gamero, jurisdicción del municipio de Mahates, norte de Bolívar.

Ambos comenzaron como grupos enfocados hacia lo cultural, pero paulatinamente fueron asumiendo la defensa e instrucción de las mujeres en cuanto a la independencia económica y la lucha contra el machismo y la violencia imperante en la zona.

El Universal dialogó con la abogada mahatense Whitney Páez Mendoza, una de las activistas más visibles en ese proceso.

Niñas frente a la nada

-¿Cómo empezó el asunto de los colectivos femeninos en Mahates?

--Hay un colectivo del cual hago parte desde hace cinco años, llamado “Taller de patio”, que es una organización juvenil. A partir de ahí nacieron otros procesos, entre esos “Las Loras”, que es un colectivo de mujeres pescadoras, quienes se dedican a la pesca artesanal y a la comercialización de los productos fluviales, en toda la línea del canal del Dique. A través de “Taller de patio” llevamos cine a los barrios del municipio y sus corregimientos, para transformar un poco la realidad de la gente que habita esos espacios. En el caso de las pescadoras, el aspecto cultural que las mueve es la música. Por eso aprovechamos que algunas tocan instrumentos, otras cantan y otras bailan.

--¿En qué momento el colectivo Las Loras toma el enfoque feminista?

--Creo que desde el momento en que se creó, porque la idea era organizar a las mujeres pescadoras en la autonomía económica, que es un aspecto importante dentro de la independencia del ser humano; y mucho más en los espacios rurales. La Loras está compuesto por mujeres residentes en el barrio La Guajira, a orillas del canal del Dique. Ellas llevaban muchos años ejerciendo la pesca, pero solo para resolver el día a día, y no como una potencialidad que podría darles una visión más amplia de lo laboral y de lo familiar.

--¿Cuál es la realidad de la mujer en Mahates y el canal del Dique?

--Las oportunidades para ellas son nulas. Las que logran educarse un poco es porque han logrado acceder a ciertos privilegios que la mayoría no tiene, dado que la economía es insuficiente y las posibilidades académicas no son las mejores. La mayoría de mujeres que integran el colectivo, a duras penas hicieron unos cuantos grados de bachillerato. Otras, ni siquiera pisaron la primaria. Sobre todo eso pesa la gran preocupación de que Mahates, según la Gobernación de Bolívar, es el segundo municipio del departamento con más casos de violencia sexual. Se conocen más de 200 casos de abusos sexuales denunciados solo en la cabecera municipal. Esto tiene que ver con la presencia de grupos al margen de la ley, quienes también agreden a personas con orientación sexual diferente. A eso se le llama “violaciones por corrección”, un procedimiento que surge de las costumbres machistas.

--Lastimosamente, son estos casos los que han visibilizado al colectivo...

--Así es. Y eso comenzó con una primera marcha, que organizamos cuando se denunció un caso de abuso hacia una chica de las orillas del canal del Dique, cuyos victimarios fueron tres hombres. También hicimos una velatón en la plaza principal de Mahates con Taller de patio. La segunda marcha fue cuando ocurrió el asesinato de la niña Yorgelis Escandón Pacheco; y podemos decir que han sido esas las primeras manifestaciones de protesta pacífica que se han hecho en toda la historia de Mahates, porque allá la gente no tiene ni idea de qué es eso y para qué sirve. En el caso de los tres violadores del canal del Dique, fue la Fiscalía la que afirmó que podría tratarse de miembros de un grupo al margen de la ley, puesto que el caso tiene muchas similitudes con otro que se presentó en el municipio de Santa Rosa, pero aún no hay capturados. Ese es otro de los escollos de nuestra lucha: los procesos se inician, pero raras veces llegan a feliz término, porque las mujeres no saben qué hacer ni a dónde acudir; y, además, creen que exigir sus derechos es algo malo. Como agravante, el abandono institucional hace que los procesos no prosigan; y mucho menos que se ajusticie a los responsables.

--¿Por el momento, es el único colectivo de la zona enfocado en el feminismo?

--El de Mahates hasta ahora se está visibilizando, pero localidades como Marialabaja y Palenque tienen sus procesos desde hace mucho tiempo. El proceso nuestro se fue dinamizando lentamente, porque primero había que informarles a las mujeres sobre sus derechos, sobre la autonomía económica y sobre la obligación de formar a sus hijas en una nueva visión, que no sea únicamente casarse y tener hijos. He ahí donde entra la combinación de educación con independencia económica, precisamente porque ese fue el caso de la niña Yorgelis: terminó el bachillerato, no tuvo más nada qué hacer y resolvió irse a vivir con el hombre que finalmente le quitó la vida. Ante eso, lo único que hace la Alcaldía es ofrecer cursos en el Sena, pero resulta que no todas están interesadas en eso. Unas quieren cantar, otras ejecutar un instrumento, bailar, hacer artesanías, culinaria local, etc. Nosotros hemos logrado llevar a Cartagena a cuatro jovencitas de Mahates, de las cuales dos están becadas en el programa de Música de Bellas Artes. Todo eso, porque en Mahates no hay una banda que pueda servir de espacio para que las que quieran puedan desplegar sus potencialidades artísticas.

--¿Qué otras carencias padece el municipio?

--Realmente, Mahates ha sido invisibilizado por la institucionalidad. No hay garantías de derechos para las mujeres, no hay acceso a la educación gratuita, a una salud de calidad, no hay una política de sensibilización para la prevención de embarazos a temprana edad, no hay prevención contra las enfermedades de transmisión sexual. Si no hay un acercamiento institucional (tanto local como departamental y nacional) se seguirán presentando anomalías de ese tipo. La cuestión no es solo visitar el pueblo y dar una charla, no. Debe ser un trabajo mucho más profundo, con el cual se les pueda enseñar a los pobladores que pueden constituirse en asociaciones; que las mujeres pueden empoderarse mediante la unión, haciendo redes de trabajo, etc.

--¿Cómo perciben las mujeres de Mahates el machismo y la violencia sexual?

--Hay miedo. Después de las 9 de la noche, ninguna se atreve a salir. Anteriormente, uno podía salir y regresar a su casa a las 2 o 3 de la madrugada, pero ya no se puede, porque no se sabe en qué momento se aparece alguien a hacer daño. Sabemos que hay niñas que están siendo abusadas en sus propias casas y por sus propios familiares, amparados por la vieja costumbre de los secretos de familia, que todavía se conservan absurdamente. Respecto a eso, nuestros colectivos están sensibilizando a los estudiantes en el sentido de que solo las niñas tienen autonomía sobre su cuerpo, nadie más las puede tocar. Las hacemos ver que el cuerpo femenino es un territorio personal. Nadie lo puede acceder, ni siquiera los padres. Esas sensibilizaciones también se hacen con los padres de familia, aunque son más reacios.

--Aún en el siglo XXI se sigue viendo como normal el que una adolescente se empareje con un adulto...

--Y la causa radica en que en estos pueblos a las mujeres, desde sus casas, se les enseña que deben crecer y casarse. No nos enseñan que debemos crecer y ser independientes para trabajar y formarnos. Aquella construcción negativa finaliza siempre cuando la chica se pone a pensar en que ya creció, ya hizo bachillerato y no tiene otro camino que conseguirse un hombre que la mantenga, acción que ya cometieron su abuela, su mamá y sus tías. Por eso, la niña cree que es normal. Todos en el pueblo creen que es normal. Por eso, insistimos tanto en la importancia de la autonomía económica. Ahora mismo, lo mucho que logran las niñas es llegar a 11 grado, recibir el cartón de bachilleres y encontrarse con la nada; y es en ese trance cuando empiezan a buscar la solución más fácil: irse con un hombre, casi siempre mayor que ellas. Es que no hay más nada: no hay una sede de la Universidad de Cartagena, no hay un Sena, no hay Bellas Artes, no hay corporaciones...

--¿Visión de futuro?

--Seguir enseñando cine, no solo en la cabecera municipal, sino también en los cinco corregimientos donde no han denunciando abusos y violencia sexual, pero estamos seguros de que allá también se dan. Nos interesa que jóvenes y chicas vean que hay algo más en la vida. Buscamos que las mujeres organicen redes de apoyo macro; que puedan tener, a nivel departamental, su propia empresa de producción pesquera, para empezar; y, a partir de ahí, generar empleos, pero sin dejar de seguir formando más mujeres. También nos interesa lograr que se abra una sede de la Fiscalía en Mahates, para que los abusos no queden en la impunidad. Hace poco un instructor de danzas violó a ocho niñas; y si no es porque recibimos ayuda de Funsarep y de la Defensoría del Pueblo, el caso hubiera quedado en nada, siendo que el victimario es de Mahates, vive en Mahates y todo el mundo sabía dónde estaba tan tranquilo.

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