Regional


En Zipacoa están retenidas toneladas de alimentos

Desde que fue declarada la pandemia, los cultivadores han tenido que almacenar el maíz de varias clases y la yuca, ya que el transporte está restringido y el ingreso al Mercado de Bazurto es limitada.

RUBÉN DARÍO ÁLVAREZ P.

18 de agosto de 2020 12:00 AM

Por culpa de la pandemia, a los agricultores de Zipacoa, corregimiento del municipio de Villanueva, se les están dañando los productos que recogieron en esta temporada.

Son unos 200 cultivadores, entre hombres y mujeres, quienes trabajan en 40 parcelas de diferentes hectáreas, según las posibilidades económicas de cada cual, pues algunos no son propietarios sino inquilinos.

Diana Mata Beltrán, la representante legal de la Asociación de Campesinos de Zipacoa, explica que los dos únicos buses y los pocos camiones del pueblo, tienen la circulación restringida. En las mismas condiciones está el Mercado de Bazurto, en Cartagena, al cual no pueden llegar cualquier día y ubicarse en los puestos a ofrecer sus productos de pancoger, como hacían antes.

Por esa situación, el maíz negrito, el maíz amarillo y el maíz blanco se están endureciendo, mientras que la yuca corre el peligro de dañarse, tanto sembrada como guardada en los depósitos que cada cual tiene para guardar sus cosechas.

“Antes de que ocurriera lo de la pandemia --recuerda la señora Diana--, salíamos diariamente para Cartagena con más de 30 sacos de yuca, de maíz y de todo lo que pudiera cultivarse. Al mediodía ya teníamos todo vendido, pero ahora lo único que podemos hacer es coger de lo mismo que sembramos para comer en la casa y vender entre nuestros vecinos, quienes hacen bollos y buñuelos para comerciar, pero hasta ese renglón se ha disminuido. Es más lo que se pierde, que lo que aprovechamos”.

Según la dirigente, la misma situación se está presentando en Villanueva y Cañaveral, de donde han venido a pedir asesoría a la Asociación de Campesinos de Zipacoa, para entre todos solicitar ayuda a las autoridades competentes, antes de que los productos terminen perdiéndose por completo.

“La ayuda consistiría en que la Gobernación de Bolívar y las alcaldías de estos pueblos hagan propaganda por todas partes, para que la gente venga (principalmente los comerciantes) y nos compren los productos, ya que no contamos con un transporte regular como antes”, propone Diana Mata, quien agrega que la única ayuda que están recibiendo viene de la Fundación Tierra Grata, que regala almuerzos a la población infantil, “pero necesitamos otra entidad que se conmueva y atienda a la población de la tercera edad”.

Carlos Fuentes Alvarado, el presidente de la Junta de Acción Comunal de Zipacoa, considera que otras ayudas podrían provenir de los grandes centros comerciales de Cartagena, para cuyos supermercados tienen disponibles toneladas de yuca y de maíz en las lomas de este corregimiento.

“Zipacoa --informa Fuentes Alvarado-- llega a los 2.100 habitantes, de los cuales unos 400 son cultivadores; y todos están desocupados, porque ya no se animan a sembrar más, por lo de la falta de comercialización. Y en ese son, la cosecha del año pasado ya casi se encuentra con la de este año. Si esa cosecha se pierde, hay que echársela a los puercos, y la asociación perdería como 50 millones de pesos. En años anteriores, para esta época ya teníamos todo vendido y había que volver a sembrar, pero ahora todo está en veremos”.

Orlando Pérez es uno de los más de 200 cultivadores que integran la asociación, y quien, a pesar de la mala situación, visita su roza todos los días, “por lo menos para apartar las semillas secas, retirar la maleza y llevarme algo para la casa, porque no se puede estar sin hacer nada”, afirma.

Elalides Torres y Yaneth Salcedo dicen que en Zipacoa no se ha presentado el primer caso de COVID-19, pero, por causa de este, las despidieron de sus trabajos como trabajadoras domésticas en Cartagena, lo que hizo que regresaran a las labores del campo, tal como se desempañaban cuando niñas, para ayudar a sus familias. El resto de mujeres son las que reciben la yuca y el maíz que se arranca en las parcelas, para luego hacer bollos y todos lo platos que el ingenio les permita, “lo malo es que únicamente se puede vender aquí en Zipacoa, que no es que sea mucho. Pero algo es algo, mientras pasa la pandemia”, sostienen.

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