Regional


Murió el primer linotipista de Córdoba

Murió Lino de J. Montero, figura del periodismo en Córdoba y el primer linotipista que tuvo el departamento.

NIDIA SERRANO M.

28 de abril de 2020 06:12 PM

Lino de J. Montero, el primer linotipista de Córdoba, no nació en este departamento, pero encontró en las tierras del Sinú el encanto que buscaba cuando abandonó su natal Cartagena y se radicó en el municipio de Lorica.

Había nacido en 1927 en La Heroica y, siendo muy joven aún, decidió emprender una nueva aventura. Estudió hasta segundo de bachillerato y con ese conocimiento a cuestas, llegó a Lorica, donde conoció a Santander Suárez Brango, uno de los periodistas más apasionados que tuvo el departamento. Fue justamente él, quien lo condujo hacia el mundo de las letras y lo motivó a que aprendiera un arte, hasta entonces desconocido en la región.

Siempre mostró pasión por las letras. Sus maestros en los dos años de bachillerato lo motivaron a enamorarse del arte de escribir bien. Eso fue suficiente para que el dirigente político Miguel Escobar Méndez, le propusiera mudarse a Montería.

Su labor empezó en un taller, ubicado en la calle 30 con carrera quinta, en pleno corazón de Montería. Allí, junto a su colega Casio Obregón, editaban varios periódicos que circulaban en la región.

Luego trabajó en la Imprenta Departamental, donde despliega toda su creatividad con la escritura, para crear textos que sirvieran a la comunidad. Como ejemplo de ello, está el primer Código de Policía que tuvo la ciudad.

Siempre tuvo vena de periodista y ejerció el oficio con sencillez, pero con gran altura. Fue cuidadoso de la escritura y especialmente del buen trato y las buenas prácticas. Era un caballero a carta cabal.

Un día cualquiera decidió viajar a Cuba con el fin de formarse en el Instituto Internacional de Periodismo José Martí y la Unesco. Desde ese momento nunca dejó de escribir en distintos medios de comunicación, oficio que alternaba con un negocio familiar denominado Gráficas La Amistad, en donde enseñó el arte a sus dos hijos y a familiares.

Con la profunda humildad que lo caracterizaba, resistió los males del cuerpo, esos que terminaron con su vida a los 93 años de edad, en medio de la soledad que impone la cuarentena. Su papel en el mundo periodístico es difícil de olvidar y su paso por distintos medios como Poder Costeño, Revista Expectativa y periódico El Universal, entre otros, dejó una huella, donde primaba el don de gente, la sencillez y el amor por las letras.

Vivía en el barrio Santa Fe, al sur de la ciudad, rodeado del amor de su familia y los buenos recuerdos de esa época gloriosa en la que se convirtió en el primer linotipista que tuvo Córdoba.

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