Un capuchón para la fiesta
El capuchón fue desde el antiguo carnaval de Cartagena, para las fiestas religiosas de la Virgen de la Candelaria, un disfraz común que representó la burla al San Benito que la Inquisición impuso durante 212 años en la ciudad.
Del carnaval de febrero pasó a las fiestas históricas del 11 de noviembre, nombradas desde 2003, Fiestas de la Independencia, la fiesta más vieja de la historia del país, que celebra un aniversario de la Independencia de más de tres siglos de dominio español.
Primero fue la fiesta histórica, luego vino la fiesta pública y privada de los reinados populares y nacionales. El capuchón pasó de generación en generación remendado y reconstruido siglo tras siglo, en el baúl de la historia.
Las danzas y comparsas del carnaval cartagenero, incidieron en el carnaval barranquillero. Hoy, muchas comparsas y danzas provienen de las fiestas tradicionales de Cartagena y de la región del Bolívar Grande.
Un poco de historia
La programación festiva tuvo declives en el siglo XX, afectado por crisis socioeconómicas y políticas, como ocurrió en 1932 con el conflicto de Colombia con el Perú.
La junta organizadora prescinde durante dos años del conflicto fronterizo, de diversiones populares “mientras no se despeje el horizonte nacional y sea arreglada satisfactoriamente la situación que confrontamos hoy en las fronteras del sur”(la reseña es de El Mercurio, 1932), citado por Edgar Gutiérrez.
Después que termina la guerra en 1934, se realiza el Concurso Nacional de Belleza “no en el marco festivo de la independencia sino en el cuarto centenario de la fundación de la ciudad, fiestas organizadas por Ernesto Carlos Martelo y Daniel Lemaitre, dos miembros de la élite de la ciudad que pertenecen al Club Cartagena y se destacan principalmente en el campo empresarial”.
En 1940, el Congreso Colombiano declara a Cartagena, monumento nacional y reglamenta construir, reformar y demoler algunas edificaciones en el perímetro amurallado, y se adquirió la Casa de la Inquisición, el Museo Histórico y la Academia de Historia. Hubo partidas para conservar monumentos y construir la carretera al cerro de la Popa.
El capuchón
El capuchón, es un disfraz resuelto en dos partes, precisa Carlos Crismatt, es “una túnica de manga larga que cubría el cuerpo del cuello a los pies, y una capucha para la cabeza pegada por la espalda, con agujeros para los ojos y una extensión de tela hacia la barbilla que permitía agarrarla con la mano para que no se jalara y se descubriera la identidad de quien lo usaba”.
Sin duda, nos remite al capirote de los condenados de Inquisición, pero también a los nazarenos. Solo cambia el color pardo de su tela. Los colores modernos aluden la bandera de Cartagena, pero pasan del amarillo, al rojo, y al verde.
“Era el disfraz preferido por los penitentes adúlteros”, dice el investigador Enrique Luis Muñoz, en su libro Cartagena festiva: el 11 de noviembre y sus signos culturales, publicado en 2007 por el Concurso Nacional de Belleza.
Aparece nombrado en los estudios Fiestas: Once de noviembre en Cartagena de Indias. Manifestaciones artísticas. Cultura Popular, 1910-1939 (2000) y en Fiestas populares de la Independencia de Cartagena, Cartagena, Bolívar(2006) de Edgar Gutiérrez, y en el libro Fiestas y carnavales en Colombia: la puesta en escena de las identidades, de Edgar Gutiérrez y Elisabeth Cunin (2006).
Muñoz Vélez cuenta que el crimen pasional de la ex reina popular Ligia Logriera, que venía disfrazada con su capuchón en 1963, en Getsemaní, fue acuchillada en la puerta de su casa, por su esposo. Por aquella tragedia se suspendió el uso de este disfraz en la década del sesenta. El investigador complementa los otros usos secretos del disfraz que fue en algunos casos,santo y seña, de amantes clandestinos.
Pero el capuchón fue desde siempre, un disfraz sublevador de toda forma inquisitorial en Cartagena.
Hoy se reinventa en las nuevas dinámicas sociales y culturales de Cartagena, y enriquece los colores de la fiesta histórica de este 11 de noviembre.
Bajo la tela del capuchón, hay historias de juegos, amores, ilusiones, picardías y divertimentos individuales y colectivos.