Salud


La carrera por inmunizar al mundo contra el COVID

Contra todos los pronósticos, la comunidad científica ha logrado en tiempo récord crear no una sino varias vacunas contra el COVID-19, ¿cómo lo lograron? Entérese aquí.

EL UNIVERSAL

25 de diciembre de 2020 10:42 AM

La raza humana no está hecha para rendirse, así ha quedado demostrado en varios momentos de la historia y en este 2020 ha sido ratificado con la fabricación en tiempo récord de la vacuna contra el COVID.

La carrera por inmunizar al mundo contra el coronavirus Sars-Cov-2 ha significado un gran reto para la humanidad, pero ¿cómo se logró este objetivo en tan solo 8 meses cuando el desarrollo de una vacuna siempre estuvo tasado hasta en 15 años o más?

La letalidad del virus y su alta capacidad de contagio ha puesto al mundo contra las cuerdas, pero al mismo tiempo ha instando a la unión de diferentes sectores para hallar una forma de eficaz de contrarrestar al ‘enemigo’: gobiernos e inversores privados le han brindado todo el apoyo a la comunidad científica para desarrollar no solo una sino varias vacunas que funcionen como escudo de protección.

En marzo tan pronto la Organización Mundial de la Salud declaró la pandemia global, comenzó la batalla por la vida; dos meses después, en mayo, las primeras vacunas ya empezaban a probarse en miles de voluntarios en distintos países.

Las fatales consecuencias de la pandemia en todas las escalas: económica, social, política, educativa y de salud pública, especialmente, obligaron a trabajar a toda velocidad a los laboratorios sin descuidar la calidad y la seguridad en el proceso.

Gracias a los conocimientos previos que la ciencia ya tenía sobre vacunas para otros coronavirus se omitió la fase de descubrimiento y se adaptaron protocolos ya existentes para iniciar de forma secuencial los ensayos de fase I y II casi que de manera simultánea.

Inmediatamente se obtuvieron los resultados de las dos primeras fases se iniciaron inmediatamente los de la fase III al tiempo que se ejecutaban, en paralelo, ensayos clínicos y se comenzaba a riesgo la producción a gran escala de las vacunas.

La sucesión de estos eventos estuvo todo el tiempo vigilada por la Agencia Europea del Medicamento y por la Organización Mundial de la Salud (OMS) a fin de salvaguardar que no se vulnerara la eficacia de estos preparados.

En total hay 202 vacunas que son probadas en los laboratorios, de las cuales más de 50 ya están en etapa clínica, según los datos actualizados por la OMS a principios de este mes de diciembre.

Las primeras farmacéuticas, con aceptación global, que se atrevieron a dar un parte de eficacia de las vacunas que hicieron fueron Pfizer en asocio con la alemana BioNTech, Moderna y Astrazenaca con el respaldo de la universidad de Oxford. De hecho, la Pfizer ya comenzó a ser administrada en Estados Unidos y está incluida en los planes de vacunación masiva de la mayoría de países incluyendo, Colombia.

Pero aparte de ellas y antes de que estas completaran la fase de los ensayos clínicos, el Centro Nacional de Investigación Epidemiología y Microbiología ruso dio a conocer su vacuna Sputnik y China anunció la fabricación de cinco vacunas, pero de todas estas la conocida mayormente es la CoronaVac.

Entre los laboratorios que en este momento tienen sus preparados en la tercera fase de ensayo, están: el Instituto de Wuhan de Productos Biológicos y Sinopharm de China, que actualmente se prueba en Emiratos Árabes Unidos y Marruecos.

Sinovac, en asocio con el Instituto Butantan de Brasil, que se prueba no solo en el país suramericano sino también en Indonesia y Turquía.

CanSino, con el Instituto de Biotecnología de Pekín, que es probada en Paquistán y Rusia. La Sinopharm de China que trabaja en conjunto con el instituto de Productos Biológicos de Pekìn, también de China, que es ensayada en Argentina y Emirtos Árabes Unidos.

La de Johnson & Johnson, que es probada en Estados Unidos, Argentina, Colombia, Chile, México, Sudáfrica y Brasil.

La Novavax de Estados Unidos, que es probada en este mismo país y en Puerto Rico y México.

Los laboratorios se han basado en dos formas para crear las vacunas, una basada en una versión inactivada del virus y la otra en una versión no replicante de uno o dos adenovirus, en algunos casos.

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