No hay que esperar una crisis para buscar orientación psicológica

La atención psicológica dirigida a la niñez y la juventud,  es un espacio donde un terapeuta les otorga “el privilegio de confrontarse a sí mismos y como resultado de esta autoexploración, de experimentarse en su relación con los otros, de autoexpandirse, de aprender a aceptar y a respetar su ser y también el de las demás personas, haciendo uso de su libertad con un sentido de responsabilidad” (Axline, 2000).
El acto terapéutico, se basa en el principio de que existe en los consultantes, la capacidad para cambiar y adaptarse al medio en el que viven, por tanto, su situación de dificultad, realidad circundante y la forma de abordarla y valorarla, se modificarán de acuerdo a su potencial, a los recursos y habilidades que descubren y adquieren en su experiencia de vida y en el escenario terapéutico, al orientarlos de manera holística (integral), pues lo físico-sensorial, emocional, cognoscitivo, social y espiritual, son diferentes dimensiones del yo, con las que se relacionan con su entorno, se diferencian y adquieren su sentido de ser.
Los adultos, expresa la terapeuta brasilera, Débora Cândido de Azevedo (2003), buscan ayuda psicológica al  identificar una crisis o “forma de ser-en-el-mundo malograda que provoca desencuentro existencial” (Romero, 1999) y reconocer su incapacidad para luchar solos, habiendo asumido de manera más o menos elaborada, mucho tiempo ya de dolor y sufrimiento. A diferencia de los adultos, niños y adolescentes, casi siempre son remitidos o derivados a la consulta psicológica porque “alguien” piensa que necesitan tratamiento (padres, docentes, médico, cuidador, etc). Habitualmente, los padres se resisten a buscar la ayuda, se sienten avergonzados, atemorizados e incluso culpables y sufren al creer que no han cumplido su misión, es decir, promover y guiar el crecimiento y desarrollo saludable del hijo.
Tomar esta determinación, puede no ser fácil, por lo que padres o acudientes, se convierten en los primeros consultantes, ya que además de ser quienes solicitan la ayuda, son legalmente, responsables de los chicos.
En la entrevista inicial, padres o acudientes, necesitan ser acogidos empáticamente por el terapeuta para establecer un buen vínculo que les permita volcar toda la angustia que sienten por la situación que vive su hijo o hija y configurar la personalidad de éste a partir de su relato. (Bleger, 1964).
¿Necesito atención psicológica?
Aunque difícil decisión, es la acertada, si se presenta alguna de las siguientes situaciones:
1. Una crisis, en la que la conducta hace que padres o custodios pidan ayuda, por lo que está sucediendo en el hogar o institución en la que se encuentre el niño o adolescente
2.  Como parte del proceso de preparación para un cambio importante o muy radical
3.  Al reconocer que niños, niñas o adolescentes con múltiples problemas pueden beneficiarse de la ayuda terapéutica en sí misma. (West, 2000).
Si se ha detectado, cualquiera de las situaciones mencionadas, la atención psicológica, creará un beneficio psicológico, orientado a:
a. Promover un cambio, para que padres o custodios puedan comprender lo que sucede con los pensamientos, emociones, comportamientos, vocación, etc., de niños, niñas y adolescentes.
b. Fomentar una relación positiva en niños, niñas y adolescentes, respecto a su sí mismo (en términos de autoconcepto, autoimagen, autoestima, entre otros).
c. Suscitar mejores relaciones interpersonales con los pares.
c. Establecer relaciones más funcionales en los subsistemas parento-filial (padres e hijos) y filial (hermanos-hermanas).
d. Mejorar el desempeño académico o disciplinar, habilidades cognitivas, sociales, entre otros aspectos.
Es completamente necesario que padres o custodios, informen a niños y niñas de la decisión de consultar al psicólogo, pues a ellos o ellas muchas veces, no les incomoda la “queja” expuesta o no tienen conciencia de un “problema”. Cuando se trata de adolescentes, se debe preguntar a los adultos responsables, si éstos conocen la decisión tomada, qué piensan de ella y si aceptarían el eventual tratamiento, demostrando desde el inicio del proceso, que se les percibe como seres con cierta capacidad de elegir y de responsabilizarse de su existencia.
Si padres o acudientes tuvieran alguna dificultad para comunicar la decisión a los chicos, en consulta, el terapeuta les ayudará a pensar en el motivo por el cual quieren que su hijo o hija acuda al servicio (Cândido de Azevedo, 2003), quedando claro que la responsabilidad en la situación que se vive es compartida.
Antes de proceder a la atención psicológica infanto-juvenil, el terapeuta está llamado a preguntarse ¿de quién es la crisis?, ¿el problema realmente existe o es producto de la intolerancia, estados emocionales, desconocimiento de las características evolutivas o de un concepto erróneo del adulto?, pues asumir de antemano que un niño, niña o joven necesita ayuda psicológica, es bloquear un análisis global de su situación y existencia, puede llegar a crear el rótulo de problemático, en sus áreas vitales (familiar, escolar, social, etc) o quitar la responsabilidad que los contextos tienen sobre la dificultad que presentan para lidiar con la vida.
De cualquier manera, al presentarse una dificultad en niños, niñas y adolescentes, se convierten muchas veces en “seres que luchan contra un mundo poco amistoso, falto de simpatía y cada vez, empeora su situación por su comportamiento poco deseable, quedando atrapados en un círculo vicioso que solo puede romperse si entienden sus habilidades para funcionar como individuos en su propia capacidad y logran aprender una manera adecuada de expresar sus sentimientos” (Axline, 2000).
  Sea cual sea la circunstancia en que se encuentren, merecen el apoyo que puedan ofrecerles quienes los crían, los cuidan y profesionales con entrenamiento y experiencia adecuados que los atienden en psicología, pues son seres humanos que tienen la capacidad de responder con rapidez y de corazón a cualquier estímulo que se le ofrece para ayudarlos.