Salud


Nuestra preocupación se traduce en insomnio

En estos días es común escuchar la frase “no puedo dormir bien”, y es que la ansiedad y la angustia juegan un papel importante en nuestros hábitos de sueño.

El insomnio es un trastorno del sueño que no solo afecta la vida nocturna, sino la vida diurna de quien lo padece. Si no se trata, interfiere en la cotidianidad de la persona, provocando mayor probabilidad de accidentes de tránsito o laborales, pérdida de memoria, e incluso trastornos de atención y aprendizaje. Un análisis de la Universidad de Navarra establece que en la mayoría de los casos, el insomnio es un síntoma de un trastorno subyacente más que una enfermedad en sí misma, por lo cual identificar el problema es clave.

“A raíz de la pandemia hemos perdido libertad, movilidad, y espacio. Esta cadena de acontecimientos genera en los seres humanos emociones diversas que aumentan la ansiedad, la angustia, la incertidumbre, y la tristeza, que a su vez afectan de forma directa nuestra salud mental, física y particularmente el sueño”, explica la experta Luana Polo Cortés, líder del programa de trabajo psicosocial de Positiva.

¿Cuándo no se trata de una mala noche sino de síntomas de insomnio?

- Aunque algunas veces la cotidianidad hace que subestimemos estos síntomas y los racionalicemos como efectos pasajeros o situacionales como el decir que fue ‘una mala noche’ o un mal dormir; podemos identificar que se trata de algo más por la persistencia o continuidad de los síntomas asociados a la calidad y cantidad de sueño.

Lo anterior se convierte en un indicador o un signo de alarma que genera sospecha de que se trata de un trastorno del sueño y por tanto es necesario generar acciones de autocuidado y hábitos saludables que permitan un buen descanso.

Debemos regular las emociones y pensamientos irracionales y tóxicos que influyen directamente sobre nuestra tranquilidad y la posibilidad de generar un adecuado mecanismo del sueño.

¿Qué no debemos hacer antes de dormir?

Algunas de las recomendaciones en torno a los

hábitos antes de dormir son:

- No tomar sustancias activantes.

- Tomar una cena ligera y no consumir carnes o granos.

- Esperar una o dos horas después de comer para ir a la cama.

- Hacer ejercicio, esto ayuda a generar un patrón de

desgaste normal para activar el mecanismo del sueño.

- Evitar siestas en el día.

- Evitar consumir medicamentos a menos que sean prescritos médicamente.

- Generar una disciplina en los horarios de sueño.

- Si no se consigue conciliar el sueño en unos 15 minutos salir de la cama y relajarse en otro lugar para volver a la cama cuando aparezca el sueño.

- Oscurecer lo que más sea posible la habitación, evitar la exposición a luz brillante, y apagar el televisor.

- Mantener un ambiente adecuado, silencioso y propicio para dormir.

- Trabajar en mecanismos de relajación y respiración.

¿Los medicamentos para dormir

producen dependencia?

- En términos generales los medicamentos que no sean prescritos médicamente, no son recomendables.

Los profesionales de la salud saben qué medicar de acuerdo con le diagnóstico y los síntomas de los pacientes, los medicamentos en general generan reacciones o efectos colaterales en nuestro organismo, particularmente los que tengan melatonina.

Para transtornos de sueño entre otros, éstos pueden a largo plazo afectar la funcionalidad natural del mecanismo del sueño.

La melatonina es el somnífero natural, se produce en nuestro cerebro, consumirla sin monitoreo, puede generar que el cerebro deje de producirla naturalmente y esto puede llevar a que las personas deban consumir cada vez dosis más altas para producir el sueño y de alguna manera depender de ella para poder dormir. Por tanto, no se automedique, consulte a su médico y según el tratamiento farmacológico que le sea recomendado, informe los cambios o efectos le produce para que su médico sepa qué hacer.

¿Cómo los trastornos del sueño pueden afectar emocionalmente a las personas?

- Estos efectos, sin duda derivados de permanecer en un estado de ansiedad, estrés, angustia, o temor, se manifiestan en la pérdida del mecanismo del sueño; aumentan o potencializan sentimientos de disconfort, irritabilidad y baja tolerancia.

Estas emociones pueden propiciar en nosotros y en nuestras familias, amigos y trabajo, conflictos y dificultades de relacionamiento, así como conductas agresivas y reactivas que incrementan problemas familiares y sociales en confinamiento.

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