Sucesos


Familiares de Brayan Meza exigen justicia

HYLENNE GUZMÁN ANAYA

21 de agosto de 2018 12:00 AM

La hora más crítica del día. Margarita Vargas está sentada en la terraza de su casa y gira su cabeza a todos lados, como buscando algo. Son las 5:30 de la tarde del día diez después de la muerte de Brayan Meza Vargas. 

Once días atrás, a esa hora, su casa estaba impregnada del olor a café que preparaba todas las tardes para él y es quizás ese aroma el que hoy busca, el aroma y la presencia del mayor de sus hijos.

Brayan murió el 5 de agosto por una bala perdida, mientras la Policía hacía un procedimiento en un establecimiento público del barrio El Zapatero. El reporte de la autoridad fue que la víctima tenía antecedentes judiciales.

“Me siento sin vida porque siempre había estado él aquí conmigo, a esta hora lo primero que hacía era chiflarme ‘mami, ¿ya me tienes el café?’. A esta hora me da muy duro”, recuerda Margarita.

Se acomoda en la silla, respira profundo y abre sus labios para decir “a él nunca se le vio un enojo, ira, la verdad que en su rostro nunca había nada de eso, era muy alegre y juguetón. Donde llegara era sonriente”. Es así como lo quiere recordar, feliz, como le dijeron que estuvo hasta su último aliento de vida. No quiere ver cómo le disparan en medio de una balacera de la Policía, cómo lo auxilian para que no se muera. Quiere justicia, exige que limpien el nombre de Brayan Meza Vargas, el joven soldador, el que quiso ser policía, el héroe de un pequeño de cinco años.

Sus amigos en redes sociales escriben: “se fue esa persona que siempre nos acompañaba”, “se fue el que siempre nos daba empuje” y “se fue ese amigo que siempre echaba para adelante”.

¿Antecedentes?, ¿de dónde?, se preguntan todos los que lo conocieron, pero si se lo mencionan a Margarita se indigna.

“Persona que tiene antecedentes no puede sacar documento de Procuraduría, certificado de Policía. Tengo las pruebas y mi hijo Brandon fue el que hizo la denuncia, luego de una riña que se encontraron al salir de una discoteca en el 2014”, enfatiza con voz fuerte la madre de Brayan.

Sabe que nada le devolverá a su hijo, pero quiere esclarecerlo todo, desde los culpables hasta que reconozcan que no tenía antecedentes. Levanta los hombros como quien no quiere decir nada más, pero continúa.

“Solo quiero que ellos se encarguen de limpiar el nombre de mi hijo y buscaré un abogado para eso. Yo sé que con la ayuda de Dios lo lograré y tendré victoria, porque vilmente le arrebataron la vida a mi hijo y tras de eso lo ensucian como si fuera cualquier delincuente. Brayan quiso estar en la Policía, una Policía que hoy no sirve para nada”, sostiene con impotencia la madre.

Margarita entra a la casa, busca una foto de su hijo pero encuentra en la pared un dibujo que él hizo de su abuela y sonríe. Sus mejores recuerdos.

Dice con determinación que no es de esas madres que esconden lo que hacen los hijos y que Brayan no es ningún delincuente.

“No puedo estar llorando y pedir justicia, tengo que estar serena. Si lloro, me tiro en una cama, me enfermo, no me lo perdonaré, porque mi familia no estaría llorando uno, sino dos muertos y mis otros hijos no se lo merecen. Para luchar por lo que Brayan quería, que era su hijo, y esclarecer todas las cosas, estaré firme. No solamente es mi dolor sino el de toda mi familia, el dolor de un niño que dejan, de cinco añitos, sin un papá, sin una persona con quien crecer a su lado”, dice mientras revisa en su celular fotografías de él.

Cinco días después de la muerte de Brayan, su hermano Brandon organiza un plantón. Hay muchas personas, la mayoría son allegados, y ahí está Margarita de blanco. Tiene el mismo peinado que ese día en la terraza, cabello recogido. “Quiero gritar todo lo que siento, que lo de mi hijo no quede impune”, expresa en voz baja.

El día de la muerte
Ese domingo, Margarita compartió con Brayan y su hijo todo el día en su casa, en el barrio Paraguay. En la tarde hizo un tatuaje, regresó y como a las 6:30 salió nuevamente a buscar los repuestos de la motocicleta. Dos horas más tarde volvió con su hijo, pues la mamá no estaba en casa para dejarlo, así que le dijo a Margarita que la llamara. El niño se quedó en manos de su hermano menor, mientras Brayan recogía a su compañera sentimental en la casa de su suegra, en El Zapatero. Allí ocurrió lo peor.

“Su compañera me dice ‘Margarita, nosotros no estábamos en eso, estábamos en el segundo piso y yo le calentaba unas arepas mientras él estaba en el balcón’. Lo que nos dice y lo que le contaron a mis hijos es lo que sabemos”, mencionó la mujer con la voz entrecortada.

Brayan esperaba las arepas para llevarlas a casa cuando de repente, en cuestión de segundos, volteó y sintió que algo le cayó en el rostro. De inmediato su puso las manos en el pecho y estaba húmedo, era sangre. “Mi amor, me dieron, me mataron”, dijo en su momento Brayan mientras caminaba hacia su compañera. Se le desplomó enfrente.

Según el relato, la mujer lo arrastra hasta el primer piso, las personas que están abajo lo auxiliaron y lo subieron a una motocicleta mientras ella levantaba las manos para que no dispararan más. Allí le dan nuevamente.

A las 11:45 de la noche lo ingresan al CAP de Nuevo Bosque, mientras llaman a los familiares de la víctima.

“Mi hija llama al celular, yo dejé el teléfono en casa y quien atiende es mi hijo menor. Ella le preguntó que dónde estaba yo y le respondió. Luego él le preguntó qué pasó y fue cuando dijo que a Brayan le dieron unos tiros y que lo tenían en el puesto de salud”, contó Margarita.

Como Margarita estaba en una tienda cercana con su esposo, fue este último quien le avisó porque encontró a su otro hijo nervioso. De inmediato la madre se subió en una moto hacia el puesto de salud, abrió las puertas donde él estaba pero ya no tenía vida. Salió corriendo hacia la carretera y se cayó justo antes de que la atropellara un carro.

“No sé qué pasó, ellos dicen que ya me vieron en el carro y casi llegando, fue como si me hubiesen tumbado, me raspé toda. Lo único que hice fue correr, prefería también estar muerta”, sostuvo.

Por una riña 
La Policía aseguró que ese día, uniformados acudieron al barrio por un requerimiento de la comunidad, porque había una riña en el interior de un establecimiento público. Cuando llegaron, supuestamente, los agentes fueron atacados por personas que departían al interior del local para evadir e impedir el procedimiento de requisa y solicitaron más unidades de Policía.

En su informe, la Policía indicó que durante el procedimiento se escucharon varias detonaciones, pero no estableció de dónde provenían. También que acudió al puesto de salud por desmanes provocados por familiares de la víctima cuando se enteraron del fallecimiento.

En investigación
El Universal consultó el suceso con la Policía Metropolitana de Cartagena, y esta aseguró que ya emitieron una posición al respecto, que el hecho está en investigación en la Oficina de Control Disciplinario Interno, como Penal Militar de la institución. Asimismo, la Fiscalía realiza sus respectivas pesquisas, pues en el sector donde ocurrió el hecho había cámaras de seguridad. “Hay que esperar que el proceso avance y se surtan las etapas procesales”, dijo un vocero de la Policía.

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