¿Hay un solo culpable por el doble crimen en El Bosque?

Un doble crimen que sacudió a la ciudad y una investigación con aparentes resultados contundentes.

Aunque un año y cuatro meses después de los asesinatos de Jorge Alonso Botero y Elizabeth Quintana Acuña hay un detenido, todo indica que detrás de este hecho de sangre estaría un determinador intelectual que anda suelto y un móvil muy distinto al que concluyeron los investigadores.

Por los homicidios de Botero (dueño de Corditráfico) y su empleada Elizabeth, el 22 de mayo de 2018 en las instalaciones de la empresa, en El Bosque, cerca de La Purina, la Policía arrestó 20 días después a Diego Fernando Valencia Obando, un reciclador.

Este hombre, dijo la Policía en su momento, habría acuchillado a las dos personas, y luego de dañar algunas cámaras de seguridad y computadores, procedió a incendiar el lugar.

A la 1:30 de la tarde de ese 22 de mayo, las llamas alertaron de la tragedia. La primera versión que se conoció fue que tanto Jorge como Elizabeth murieron quemados. Más tarde, en la inspección técnica de los cadáveres, los funcionarios de la Sijín evidenciaron signos de violencia, y entonces las aparentes muertes accidentales pasaron a ser un doble crimen.

En los 20 días que tardaron los investigadores en capturar a Valencia Obando se analizaron los videos de las cámaras de seguridad que dejaron al descubierto al presunto asesino. Él fue el único que ingresó a la empresa a sabiendas que los demás empleados estaban en su hora de almuerzo. Cuando las llamas alertaron a los trabajadores de las empresas cercanas, ya no quedaba rastro de Diego en la zona.

Con las pruebas, la búsqueda comenzó y dejó al descubierto que las autoridades estaban frente a un sujeto que, al parecer, ya había incurrido en el delito de homicidio.

En junio, cuando la Policía informó del arresto de Diego Valencia, para más de uno (empleados de la empresa) no fue descabellado que Diego sea el supuesto responsable. Y es que semanas atrás a este hombre le prohibieron la entrada a Corditráfico -en donde en ocasiones hacía mandados- porque habían ocurrido algunos hurtos. La decisión fue que no ingresara alguien que no trabajara en el lugar.

La supuesta sed de venganza de Valencia lo habría llevado a cometer semejante atrocidad. Sin embargo, la duda de que ese fuera el motivo real ha estado desde aquel 22 de mayo. Una duda que ahora se hace más latente

Desde la captura de Diego Fernando Valencia se han programado siete audiencias, pero solo se han cumplido dos, la preliminar (legalización de captura, imputación de cargos y medida de aseguramiento) y la de acusación.

Las restantes se han declarado fallidas, pues los abogados asignados por el Estado para el acusado no se han presentado. Las excusas han hecho aún más lento un proceso que la familia de Jorge ha tenido que vigilar minuciosamente. La esposa de la víctima, hermanas y hermanos viajan del interior del país -de ciudades distintas- a cada audiencia con la fe de que se haga justicia.

A Diego Valencia se le vio llegar en audiencias anteriores bien vestido, con zapatos de marca, e incluso con un mejor aspecto físico que el que tenía cuando fue capturado.

Esto ha hecho que algunos allegados a las víctimas se pregunten ¿quién surte de comodidad a un hombre que aparentemente no cuenta con nadie, que estaba solo en Cartagena?.

¿Será este el pago por su silencio? Solo él lo sabe, lo cierto es que para los encargados del caso (fuentes judiciales de EL TESO) falta una pieza en el rompecabezas.

Será la Fiscalía la que termine por destapar los motivos que realmente llevaron a orquestar la muerte de estas dos personas. Mientras tanto, los dolientes esperan que las audiencias se cumplan y este proceso llegue a su final.