Revista dominical


Barack Obama en los patios de su infancia

GUSTAVO TATIS GUERRA

23 de agosto de 2009 12:01 AM

Es como si hubiera entrado a la luz de penumbra y resplandor de los patios de su infancia. Así me he sentido al leer con devoción el libro “Los sueños de mi padre” (Una historia de raza y herencia), de Barack Obama, en cuyas páginas el lector tiene el privilegio de ser un viajero maravillado por la voz de quien le cuenta esta historia y por la dignidad de quien escribe. Hay en estas 405 páginas del libro revelador publicado por Mondadori, un legítimo narrador que nos conmueve por la manera como nos lleva a su historia personal y colectiva, con un detallismo cinematográfico y una capacidad de percepción de su entorno. La primera escena del libro es ya un instante patético de toda la narrativa americana en la que se retratan los conflictos socioraciales y la perversión de la convivencia: unos chicos blancos de barrios ricos llevan sus perros enormes a dejar sus excrementos en las aceras de los barrios pobres habitados por afrodescendientes. La escena es contemplada por el joven Obama y uno de sus vecinos se rebela “¡Recoged la mierda, cabrones!”. “En el momento de su muerte mi padre seguía siendo un mito para mí próximo y lejano al mismo tiempo. Se había marchado de Hawai en 1963 cuando yo tenía dos años, de forma que de niño sólo lo conocí a través de las historias que me contaba mi madre y mis abuelos”, cuenta Obama quien evoca la imagen de su abuelo Gramps recostado en una vieja butaca bebiendo a sorbos lentos un whisky, contando la historia de cómo su padre, un ser de una honestidad impecable, tenía una concepción implacable y rigurosa del deber y la justicia y un día perdió su pipa favorita que le habían regalado en el momento en que un estudiante africano le pidió que se la enseñara y el muchacho empezó a probarla a bordo de un barco. Tosió tanto al probarla que la pipa se le resbaló y se le cayó a un acantilado. El padre de Obama le pidió que se la devolviera y se la buscara entre las aguaas. El muchacho le contestó que se la compraría, pero él se empeñó en que se la recuperara. “Me veo mirando a mi padre, oscurecido por el contraluz del brillante sol, sosteniendo en alto al infractor que agita sus brazos”, cuenta Obama. Cogió al muchacho y lo derribó con una palmada y ya cuando todos creían que seguiría golpeándolo, el padre de Obama se levantó como si nada hubiera pasado y sugirió a todos los que estaban junto a él irse a tomar una cerveza. La madre de Obama estaba indignado con él y se extrañó cuando le explicó que “sólo quería darle a ese tío una lección sobre el cuidado que hay que tener con la propiedad ajena”. Una de las lecciones de su padre y su abuelo fue la confianza en sí mismo. Esa es según Obama, la clave del éxito de un hombre. Este es apenas el comienzo para que ustedes se animen a leer este bellísimo y deslumbrante tratado de autenticidad, devoción por los orígenes y visión planetaria del ser humano.

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