El tesoro que guarda Cartagena

Es la guardiana de los museos de arte en el país. Desde hace más de una década ha sido una hada madrina de la cultura colombiana, avalada por una devoción infatigable por la sostenibilidad de las manifestaciones artísticas en los cuatro puntos cardinales del país. Es la gestora cultural y pedagoga de profesión, Francia Escobar de Zárate, una cartagenera, quien no cree en ningún milagro que no provenga de una abnegada y amorosa entrega laboral, un corazón despojado de codicia, una voluntad sin tregua y una vocación de servicio. “Sola no hago milagros”, confiesa ella que dirige la Fundación Arte es Colombia y preside la Asociación de Amigos del Museo de Arte Moderno de Cartagena. “Gestiono, busco, diligencio, tejo caminos y no duermo. Hago mapas en donde veo un mejor ser humano, un colombiano potenciado por sus dones. Todo radica allí en el trabajo y en la alegría profunda que me proporcionan las artes. Hace once años decidí emprender este camino que no es nada fácil y no es un hecho fortuito, siento que va en mi sangre”. Hace dos años, la directora del Museo de Arte Moderno de Cartagena, Yolanda Pupo de Mogollón, le planteó a Francia Escobar de Zárate, su deseo de reunir la memoria visual del museo en un libro. Era su sueño y su desvelo. Mucho antes, Francia había asumido retos de apoyo al Museo de Arte Moderno de Bogotá y al Museo de Roldanillo, y había gestionado la edición de libros de arte al maestro Enrique Gray y David Manzur, entre otras travesías culturales. Asumió y lideró el desafío de gestionar los recursos con la empresa privada para publicar el hermoso libro “Museo de Arte Moderno de Cartagena”, publicado por Villegas Editores, para celebrar treinta años de permanencia del museo en la Plaza San Pedro Claver. Francia encomendó al fotógrafo Óscar Monsalve la misión de fotografiar toda la colección compuesta por trescientas obras y al crítico y escritor Fernando Toledo para seleccionar las cien mejores obras de toda la colección. El espléndido texto de Gabriel García Márquez “Aquí sólo falta un payaso pintado detrás de la puerta”, escrito en 1980, sirvió de documento emocional de este libro de navegación del pasado hacia el presente y el porvenir. Una semblanza sobre Enrique Grau, fundador del museo, cierra el libro que se ha constituido en un acontecimiento editorial en la ciudad y el país. Lo que sigue después de esa hazaña está en las manos de los mismos cartageneros y de la integración afortunada entre la empresa privada y el respaldo de las entidades oficiales: “preservar el tesoro de un museo con obras exquisitas, bien cuidadas, un fragmento de ciudad que le pertenece a todos los cartageneros”. Valorar la vigilia de una mujer como Yolanda Pupo de Mogollón, que en los últimos treinta años, ha sostenido uno de los espacios culturales emblemáticos de la ciudad. “Creo que Cartagena, con todo lo que ha gestado a través de su historia y con todos los seres que ha producido, es de veras una potencia mundial de la inteligencia. Cartagena siempre nos convida a la belleza. Nos incita a atrevernos a soñar, a expresarnos. Aquí no hay espacio para la mediocridad. Hay derroche de creatividad en la vida misma. Uno de los privilegios de la vida es haber nacido en el Caribe, en Cartagena, y no se cambia por nadie, es un privilegio estético y ético. “Toda esta entrega proviene de mi infancia y es una síntesis humana y cultural del Caribe y Europa”. De abuelos franceses por el lado de su padre Huberto Escobar Fabre, y de abuelos ingleses por el lado de su madre Tulia Field Martelo. Ella recuerda a su abuela francesa María Fabre tocando el piano y enseñándole a amar la música. “Tengo la alegría de los seres del Caribe, mi temperamento es de aquí, más Caribe para dónde, pero me habita lo europeo en mis raíces y en mi vocación. Le debo a mi maestra, la psicopedagoga cartagenera Victoria Bossio Herrera, mi formación humanística. Estudié en su escuela. Ella fue pionera de los jardines infantiles. Fue alumna de Ana Freud. La recuerdo bajita, con su cabello canoso, con su genialidad a flor de labios. Mientras cruza la plaza, alguien se le acerca a preguntarle: Dama de la cultura, cuándo nos visitará en el barrio? Ella no titubea: “Pronto. Nuestro proyecto no es para restar ni dividir, sino para multiplicar los dones de la cultura. Donde se encuentren. En el mapa de la ciudad y el país, en donde fluyen y se gestan esos procesos. Estamos trabajando. Arte es Colombia es una convicción”. Así lo cree ella que ha vislumbrado al Museo de Arte Moderno de Cartagena en dos tiempos: el antiguo depósito de sal de la Colonia “convertida en mariposa de oro de las artes”. Su arte es ese: consagrarse a hacer visible la cultura del país.