Revista dominical


Ellas bailan como hombres

RICARDO CHICA GELIS

02 de agosto de 2009 12:01 AM

Bailar, al igual que el besar, es una de las pocas actividades humanas donde no se puede mentir. Uno sabe quien baila y quien besa bien y eso, en estas tierras del caribe, tiene fuertes implicaciones en la vida de la gente. Así tenemos que en Cartagena las mujeres bailan salsa como la bailan los hombres. Cuando uno va a La Habana, Ciudad de México, Cali o Bogotá uno encuentra que las mujeres bailan salsa como lo que son. Pero, aquí ocurre un fenómeno un tanto diferente. En aquellas ciudades predomina el llamado estilo “casino” que son vueltas, más vueltas y figuras coreográficas sobre la pista. Aquí no. El contraste es radical porque aquí se manifiesta mucha fuerza sobre el piso. El ritmo se marca en la tierra y la tensión de los pies y, en especial de los talones y las puntas, fundamenta la improvisación, la cual, casi siempre ocurre solitaria. Sin parejo. Bailar como hombres significa mostrar y competir. Hace treinta años había que ganarse el pase de entrada a uno de los clubes de salsa desperdigados por las zonas populares de la ciudad. Los clubes eran casas donde vivían los picós. El Club Verde, por ejemplo. Y cuando prendían la máquina para calentarla en horas de la tarde, los muchachos se acercaban a una distancia prudencial de la fachada de la casa. Era raro ver a una mujer en ese rito inicial. Así hasta que un bailador desataba una tromba de creatividad insospechada de pasos, pases y figuras. De esa forma surgieron en aquella Cartagena negra y popular un grupo legendario de bailadores de salsa que se ganaban la entrada al club, lo que constituía todo un privilegio y un reconocimiento social porque se trataba nada más y nada menos que del bailarín –no de la noche- sino del barrio. Un sujeto portador de un saber popular del baile, un autorizado. ¿Quién le ganaba a Miranda, por ejemplo? De repente, en plena competencia, Miranda se desmayaba y caía sobre la gente. Lo levantaban y, como poseído, seguía. Que yo sepa nadie le ganó a lo largo de una buena porción del siglo XX. Ante semejante imperio coreográfico donde siempre dominaron los hombres ¿qué les quedó a las mujeres? Bailar como hombres, supongo. Empinarse, agacharse, saltar, girar y tirar pase. Lo dicho, aquí ocurre algo diferente. A principios del mes pasado, encontré en Medellín el Colombia Salsa Congress, un certamen para seleccionar la pareja que nos representará a nivel internacional en el Cuarto Concurso Mundial de Salsa en Los Ángeles y el cual emiten por ESPN. Ganó Cali, por supuesto, eran los favoritos desde el principio. Y, que yo sepa, el caribe colombiano no estuvo representado. De entrada hay que ponerse a pensar, no tanto porqué no participaron parejas del caribe colombiano, sino porqué no tenemos un concurso así y de alcance planetario, máxime si tenemos todo para ser los mejores. Cuando junto con Douglas Becerra realicé el documental “El zapatico de la salsa”, nos llamó mucho la atención que el inconsciente colectivo cree que la salsa en Cartagena tiene dueños. Los dueños de la salsa tienen un perfil más o menos como este: hombres, de extracción popular, mayores de 45 años, jubilado de Colpuertos, beisbolista o softbolista aficionado, con barriga incipiente (o prominente), amiguero, católico, hipertenso, con un respetable equipo de sonido en casa, cuenta con una colección básica y clásica de salsa, es cervecero, celebra los domingos y tiene una o más queridas. ¿Y el resto de la sociedad civil qué? Las mujeres, los jóvenes, los indígenas, la comunidad LGBT, los académicos, los que no son de aquí, los que no son de extracción popular ¿qué? Con razón en Cartagena las mujeres bailan salsa como hombres. Las mujeres bailan como tal en ritmos contemporáneos como el passa – passa o el regaettón. Se trata de música que concuerda con la explosión sexual que ocurre en todo el planeta, la cual tiene un marcado propósito de exhibición del erotismo. Claro, eso siempre ha sido así a lo largo de la historia de las civilizaciones, pero, la diferencia es que hoy se trata de una práctica generalizada, pues, el erotismo en el baile no está restringido a ciertos círculos. Tal como he visto, el papel protagónico de la mujer en esos bailes es aplastante. Tanto que el hombre se limita a mirar, a esperar y a sobar. Mentir al bailar en estos tiempos donde se es sexy o no, resulta imposible. ricardo_chica@hotmail.com

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