Habanastation

La educación puede entenderse, debatirse y estudiarse desde, al menos, dos perspectivas. La institucional y la cultural. La primera se refiere a todo lo que la gente aprende al interior de la escuela. La segunda se refiere a todo lo que la gente aprende en el contexto de la vida cotidiana y sus prácticas. La mayoría de las veces, ambas posturas se han visto de forma antagónicas. Todavía muchos docentes acusan a las prácticas del mundo de la vida como un obstáculo para su quehacer pedagógico. El efecto inmediato es que la escuela va por un lado y la realidad va por otro. Ignorar la convergencia necesaria entre el mundo escolar y el mundo de la gente puede redundar en la irrelevancia de los contenidos que las personas enseñan y aprenden.
Uno de los preceptos más importantes para conectar la escuela y la realidad es formar a los estudiantes como ciudadanos. De eso trata la película cubana Habanastation (Dirigida por Ian Padrón, 2011) pues la educación implica un proyecto social, así que no confundan la formación ciudadana con clases de urbanidad. El asunto va mucho más allá, pues, de entrada se necesita mucha sinceridad con los jóvenes respecto a las preguntas que hacen. Preguntas que tienen que ver con evidencias protuberantes de un mundo que se está yendo por el desbarrancadero, por cuenta del consumo. Escuela y consumo tienen una relación ambigua, irónica e insostenible. De manera que la vida escolar se torna muchas veces hipócrita, pues, en teoría se trata a los estudiantes en igualdad de condiciones, pero, eso es cada vez más inconsecuente en la práctica. Es por eso que la pregunta más importante que acaece en un salón de clases es: en qué barrio vives. Tal referente de estrato lo dice todo de la gente, en especial en nuestra ciudad, donde la geografía humana es tan contundente respecto a la desigualdad que nos embarga y que cada día se hace más irreconciliable; no se encuentra el equilibrio entre tanta injusticia.

Una cosa es estudiar el bachillerato en un colegio de la zona norte y otra cosa en un Megacolegio; es una obviedad, por su puesto, pero, que debe señalarse porque la diferencia no sólo está en lo geográfico, ni en las características de la planta física. Lo que pasa es que a uno, de la manera más crucial, lo forma más el entorno que la institución. Un entorno que, además, casi nadie es capaz de explicar ni dentro de la escuela, ni fuera de ella. Una de las respuestas docentes más socorridas es el apego al pasado, a la nostalgia. Y es que ningún docente, de ninguna escuela, de cualquier tipo la tiene fácil porque el paradigma del consumo lo distorsiona todo. Es precisamente lo que van a encontrar en esta sorprendente película cubana. Lo obvio: por muy comunista que sea Cuba, hay clases sociales y también hay consumo, el cual, sirve para ilusionar a todos como pasa en el mundo capitalista. Y también sirve para distinguir, para separar socialmente a través del poder simbólico que supone el tener o no tener; lo cual es insostenible: ¿Qué va a pasar cuando los 1100 millones de indios tengan el mismo poder adquisitivo de los alemanes? Preguntó el sabio presidente de Uruguay José Mujica.  Yo no sé a ustedes, pero, a mi me estremeció ver hace quince días la foto satelital de la isla de Groenlandia derretida, deshielada.

Todas las escuelas son públicas en Cuba y en teoría todo el mundo es igual, pero, un buen día llegaron al salón los CD del playstation. Y ese día, aparecieron dos tipos de niños muy distintos, los que tenían el juego y los que no. Allí comenzó a formarse lo irreconciliable, no tanto entre los niños, sino también, entre lo institucional y lo cultural. Así, pues, la profesora trataba mejor al niño del playstation y los demás percibían las sutilezas, el tratamiento preferencial, o mejor, la hipocresía.  Afortunadamente la apuesta de la película está en la fraternidad para darle cabida al optimismo y a la esperanza. En esta dirección la pueden ver: http://www.youtube.com/watch?v=kJ4V7W4bd6Q   

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