Sabíamos de sus quebrantos de salud pero los llevaba con un humor tan fino e ingenioso, que nos hizo creer a todos que era eterno. Se mofaba de su fragilidad diciendo que nació tan pequeño que su padre lo traslado del hospital a la casa en el bolsillo de la camisa.
Algunos lo vieron salir presuroso un medio día de las oficinas de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad de Cartagena en busca de un restaurante. Ese día cayendo la tarde tenía una cita médica y sabía que el médico encontraría su colesterol disparado y le prohibiría las delicias de la comida popular costeña. Por supuesto, acudió a la cita con la prohibición pero su estómago llegó guarnecido con la ingestión de una suculenta lengua en salsa.
No pude evitar recordar esta anécdota de hace varios años cuando leí en el periódico su condición de jurado del Festival del frito del año anterior en la modalidad de buñuelito de fríjol.
Tenía un humor corrosivo que no conocía límites. Los profesores de filosofía de la facultad de Ciencias Humanas rogaron que la tierra se los tragara el día en que le dijo, con asombrosa naturalidad, a la prestigiosa filósofa española Adela Cortina, que si acaso su libro titulado Ética mínima se refería a una ética pequeñita, chiquitica. Mientras la miraba con una mueca de sonrisa en el rostro las manos de Willy intentaban precisar el tamaño de la ética.
Lo que pocos saben es que ese señor de barba cana y sonrisa generosa que caminaba distraído por las calles de Cartagena de Indias hizo estudios de maestría en antropología en la prestigiosa Universidad de Indiana de la mano de George List, uno de los más grandes etnomusicólogos del mundo de todos los tiempos.
Entre 1964 y 1965 List recorrió el Caribe colombiano en busca de sus raíces musicales. En esa travesía lo acompañó Willy Caballero como su asistente de investigación al lado de Delia Zapata. El resultado de esas pesquisas es un libro pionero de más de 500 páginas titulado, Música y poesía en un pueblo de Colombia: una herencia tri-cultural, publicado por primera vez en inglés en 1983 por la Universidad de Indiana y traducido al español en 1994.
En el libro, List agradeció la valiosa ayuda del joven investigador, no sólo en territorio colombiano, sino también en la Universidad de Indiana a donde Willy se trasladó un tiempo después a adelantar estudios de antropología.
Para quienes hemos mirado publicaciones de los movimientos afrocolombianos de los años setentas y de principios de los ochentas es familiar la imagen de un hombre extremadamente delgado, cabello estilo afro y barba abundante.
Willy Caballero participó activamente en la lucha por el rescate de los valores de los pueblos afrodescendientes, en momentos en que una política de reconocimiento para esta población era mirada como una muestra de extrema insensatez.
En enero de 1983, junto a Orlando Fals Borda, Aquiles Escalante, Manuel Zapata Olivella, Amir Smith Córdoba, David Ernesto Peñas, Dolcey Romero y otros intelectuales defensores de las comunidades afrodescendientes, hizo parte del V seminario sobre formación y capacitación personal docente en cultura negra, realizado en Mompox y dedicado a la vida y obra de Candelario Obeso. El evento se trazó como objetivos centrales la promoción de los valores históricos y culturales de la población negra y el reconocimiento del aporte negro a la construcción de la identidad nacional. Planteamientos que 30 años después siguen teniendo perfecta vigencia.
Como una iniciativa surgida de este seminario al año siguiente Amir Smith Córdoba publicó el libro Vida y obra de Candelario Obeso, en el que reeditó con trascripciones de Willy Caballero y David Ernesto Peñas Los Cantos populares de mi tierra del poeta momposino. En la contraportada del libro Willy escribió: “empezamos a entender que la vergüenza, no es negra”.
Luego vendría su importante contribución al mundo del arte en Cartagena, su entrañable amistad con el maestro Enrique Grau, la labor de secretario académico de la Facultad de Ciencias Humanas y su desempeño como miembro y vicepresidente de la Junta directiva del Museo de Arte Moderno de Cartagena.
La última vez que lo vi fue el 16 de noviembre en el Teatro Adolfo Mejía en el marco del Seminario sobre la Independencia de Cartagena. En julio de este año junto a Raúl Román y el historiador mexicano Bernardo García nos tomamos un whisky en su casa. Desplegó todas su dotes de anfitrión redomado y nos reímos hasta el cansancio de sus ocurrencias. Hablamos de la cantidad de pinturas originales de destacados artistas, que parecían ya no caber en las paredes del pequeño apartamento donde vivía en el barrio de Crespo y de cómo en alguna ocasión divirtió a un duque que visitaba el país contándole detalles de la infidelidades y miserias históricas de la familia real de donde procedía.
Nos despedimos comenzando la madrugada, como siempre, en medio de abrazos y carcajadas. Su actitud me corroboró la imagen de viejo sabio y eterno que tenía de él.
Hace dos días me llegó la noticia de su inesperada muerte. Mientras tecleo esta nota me entero que la cantante de Cabo Verde Cesarea Evora ha muerto. De fondo escucho Sodade, con su inconfundible voz de melancolía. Willy, amigo, “¿quién te mostrará ese largo camino?/ ¿quién te mostrara ese largo camino?/ Ese camino para Sao Tomé”.
Revista dominical
Homenaje a Willy Caballero
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