Convivencia es una palabra que entró tardíamente al idioma, en el siglo XIX, aunque el verbo “convivir” ya había entrado hacía más de un siglo, según el Diccionario de Corominas.
Sin mayores pretensiones de conocer su uso lingüístico actual, llama la atención que se hable de la convivencia de marido y mujer, de la convivencia del hogar y de la convivencia ciudadana, por ejemplo, en el discurso de la policía y del periodismo para referirse al fenómeno de las bandas o pandillas de jóvenes que suelen apoderarse del espacio público en algunas ciudades del país. La filosofía, desde Aristóteles hablaba de diversas clases de comunidades o de vida en común, como la de la familia, la aldea y la ciudad, con la diferencia de que para él, como esta última era la más perfecta, era por lo mismo la meta a la que tendían las demás. Pero hoy es común el reproche de la falta de convivencia en la familia, en el vecindario y en la ciudad, como si ninguna fuera la vida en común perfecta.
Herbert Marcuse, en su exposición de la filosofía de Hegel, nos muestra que en Aristóteles la vida en común señala el predominio de la comunidad sobre el individuo, mientras que en la Edad Moderna, con Hobbes y el contractualismo, el individuo va tomando cada vez un predominio por encima del valor de la comunidad , siendo ambas concepciones para el mismo Hegel versiones incompletas, momentos del desarrollo del verdadero ideal de la vida en común que para él es el de la completa integración de individuo y comunidad , lo que llama la “substancia ética”.
Pero hoy la palabra convivencia parece que se refiere a un fenómeno dentro del cual estamos tan inmersos que nunca lo tematizamos, como damos por supuesto el aire que respiramos. Se parece al tema del “ethos” de que habla el fenomenólogo Klaus Held, un conjunto de supuestos, prejuicios, hábitos compartidos que permanecen sin ser tematizados. Se parece a uno de esos temas como el tiempo.
San Agustín respondía, cuando le preguntaban: ¿qué es el tiempo? “Si me preguntan, no lo sé, si no me lo preguntan, lo sé”. A veces parece que con la convivencia pasa lo mismo. No parece un término técnico de la filosofía, pero los filósofos se refieren a ella cuando discuten de la vida en común, el vivir juntos (en alemán: “zusammenleben”), la comunidad, la sociedad.
¿Se pierde algo si no existiera la palabra “convivencia”? Para saber si se pierde algo o no, si seguimos a Michel Foucault, hay que indagar de qué manera ciertas instituciones de una sociedad concreta delinearon unas prácticas de la vida social que, a su vez, hicieron aparecer en el discurso sobre la sociedad términos como el de convivencia. Como todavía me falta mucho para pretender aplicar bien el método de Foucault, por lo menos traté en parte de seguir su sugerencia y observé que tres instituciones, el Ministerio de Educación, la Policía y los medios de comunicación, se referían al concepto.
El ministerio de Educación elaboró y presentó unas competencias necesarias para la “convivencia ciudadana”, mientras que la institución de la policía se refiere al término “convivencia” para delimitar los casos en los que la misma comunidad, mediante el diálogo y el común acuerdo, sin necesidad de la coerción y la fuerza policivas, puede solucionar sus conflictos. También me pareció notar tanto en el discurso de la policía como en el de los periodistas que a los problemas de convivencia los calificaban unas veces como problemas de “falta de tolerancia” y, otras, como problemas ocasionados por la falta de lectura del viejo Manual de Urbanidad de Carreño, que fuera lectura obligatoria de las escuelas del siglo XIX y que presupone que se vive no en una sociedad igualitaria, sino en una sociedad donde hay jerarquías y privilegios y el inferior debe cumplir con ciertas reglas para referirse al superior.
De tal manera que, de seguir toscamente a Foucault, encontraríamos que la noción de convivencia se emplea hoy en el discurso de las instituciones educativas, de la policía y en el de los medios de comunicación como referente a problemas de regulación de la vida ciudadana, en especial a problemas que pueden ser resueltos por el diálogo entre los ciudadanos o problemas de intolerancia en el sentido más amplio posible o, en fin a problemas de urbanidad.
* Apartes de un amplio y profundo ensayo del escritor y filósofo cartagenero Nayib Abdala sobre la convivencia.
Revista dominical
La convivencia como problema
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