Lente de la Nostalgia

“Cartagena desde su fundación estuvo amenazada por las naciones opositoras al imperio español, por lo que obligadamente debió resguardarse entre murallas limitando la comunicación con el exterior solamente a puntos estrictamente necesarios, estratégicos y bien protegidos”:
Germán Fonseca

Conocer la forma como se llevó a cabo el derribo de partes de las murallas me ha llevado a indagar cuál había sido el proceso desarrollado en la ciudad para abrir las puertas o conexiones físicas del Centro Amurallado con el resto de su territorio continental extramuros, y que motivaciones hubo para su ejecución.
Uso como soporte los textos de Eduardo Lemaitre que en diversas publicaciones nos refiere la manera como se dieron los hechos.
Cartagena desde su fundación estuvo amenazada por las naciones opositoras al imperio español, por lo que obligadamente debió resguardarse entre murallas limitando la comunicación con el exterior solamente a puntos estrictamente necesarios, estratégicos y bien protegidos.
Cerrarse era garantía de control y mecanismo defensivo eficiente. Durante la época colonial, al completarse el cerco fortificado, la entrada por tierra se daba por la Puerta de la Media Luna, situada donde hoy inicia el Puente Heredia, ésta era cerrada todas las tardes y se abría a la mañana siguiente, lo que obligaba a los parroquianos que se los cogiera la noche a pernoctar fuera.
Al avenirse la independencia esas pocas puertas siguieron prestando su labor. Habiendo penetrado al arrabal y Getsemaní y queriéndolo hacer a lo que hoy llamamos El Centro, había que  hacerlo por la puerta principal: la Boca del Puente; a la cual se accedía por un terraplén y pequeño puente que franqueaban el Caño de San Anastasio.
La puerta contaba inicialmente con una entrada central y luego con una segunda boca, situada al lado izquierdo, producto de la demolición de la pared de fondo de la bóveda de guardia, tal como aparece en gráficos de la época. Posteriormente, en 1905, se practica  la apertura de la tercera boca, llamada de Balmaceda en honor a Francisco José Balmaceda, exiliado cubana residenciado en Cartagena, que donó la bóveda donde había funcionado un depósito, cárcel y antes la Capilla de los Dolores.
Siguiendo la muralla en dirección hacia Bocagrande se encuentra la Puerta de La Aduana, que, en tiempos coloniales, comunicaba el puerto con la plaza de su mismo nombre, era el punto de acceso y control de las mercaderías. Continuando en esa misma dirección está la Puerta de Piñeres, abierta en 1887 por Simón Gutiérrez de Piñeres, Fiscal de la Aduana. Girando en el sentido de las manecillas del reloj encontramos el boquete de San Francisco Javier, que da a la Plaza de Santa Teresa, y el del final de la calle de Baloco, abiertos por la Sociedad de Mejoras Públicas en la década de 1920. Continúa la Puerta de Santo Domingo, de origen colonial, y los dos pasos peatonales en el Baluarte de La Merced que también abrió la Sociedad de Mejoras Públicas a finales de los veinte del pasado siglo. Carezco de información sobre la apertura de El Boquetillo, en la cortina entre Santa Clara y la Plataforma de Ballestas, la presumo contemporáneo con los anteriores. Continuando aparece la Puerta de la Aduanilla de Tierra, proveniente de la época colonial, le sigue la Puerta de Paz y Concordia, abierta en 1905 por la Junta de Mejoras y Ornatos de El Cabrero, durante la gobernación de H. L. Román. De ese mismo año bajo, el mismo gobierno, se demolió el sector de la cortina anexa al Baluarte de El Reducto para comunicar la ciudad con el naciente barrio de Manga, conectado con Getsemaní por un puente de madera.
Hecho el inventario de sectores de murallas demolidos, puertas originarias de La Colonia y boquetes más tardíos se puede apreciar el buen nivel de conservación de los anillos fortificados, la conveniencia de las aperturas realizadas y cómo el Centro Histórico sigue apresado por su cordón protector, dificultando la movilidad pero preservando el encanto de ese importante bien cultural.

Fototeca Histórica de Cartagena de Indias.