Revista dominical


Rosa Montero: “Toda memoria es un invento”

COLPRENSA

15 de mayo de 2011 12:01 AM

Una lagartija tatuada es un símbolo que lleva Rosa Montero en uno de sus brazos. Es un animal que se regenera de manera constante y es lo que busca siempre esta escritora al iniciar una nueva aventura en la construcción de una novela.

Son más de tres décadas de publicaciones, buena parte de ellos combinándolos con el trabajo periodístico, los que ha dedicado Montero al mundo de la literatura, con obras que siguen cosechando lectores, como “La hija del caníbal”, con la cual en 1997 logró el Premio Primavera, y más adelante contaría con una versión cinematográfica.
Junto a ellas, “Bella y oscura” (1993), “El corazón de Tártaro” (2001), “La loca de la casa” (2003) y recientemente “Historia del Rey Transparente” (2005) e “Instrucciones para salvar el mundo” (2008), esta última escrita mientras su pareja sufría un doloroso cáncer que lo llevaría a la muerte.

¿Cómo es su encuentro con la ciencia ficción?
—Siempre me ha gustado la ciencia ficción. No es la primera vez que abordo el género, hace 21 años publiqué una novela que se llama “Temblor”, e incluso hace 30 años presenté la obra “La función Delta” que parte de ella era futurista, se desarrollaba en el 2010, entonces he empezado a vivir el futuro de mi narrativa (risas).  
Siempre me ha gustado, pero en España, y creo que en el mundo hispano en general, este es un género que se cultiva poco, contrario a lo que sucede en el mundo anglosajón. Es más, la gente cree que la ciencia ficción es un género esotérico que no tiene nada que ver con ellos y su realidad, o de marcianitos verdes con las orejas picudas. Nada más lejano de la realidad.
Para mí la ciencia ficción es todo lo contrario, nunca se va de la realidad. Creo que es una herramienta poderosa para profundizar en la realidad porque te permite generar grandes metáforas y usar importantes mitos entorno a diversas realidades.

¿Cuál es su propósito al escribir esta novela?
—Quería regalarme un mundo, una tentación que tenemos todos los escritores, porque es como un juguete grandísimo, con personajes, poder tenerlo para irme a él de vez en cuando.

También quería escribir una novela feliz, en el sentido de recuperar el placer puro de la escritura cuando tenía 20 años, antes de publicar, no había engaños o presiones editoriales. El placer de la escritura y la lectura, porque al final escribes para el lector que llevas dentro.

Pero este mundo lo creé no con la idea de hacer una trilogía o una saga literaria. La idea es tenerlo allí y poder visitarlo cuando quiera, y crear obras literarias que siempre sean independientes unas de otras.

¿Qué tal la experiencia de empezar a vivir el futuro que plasmó hace 30 años en una de sus novelas?

—Nunca releo mis novelas, entonces me acuerdo poco de lo escrito allí. En realidad si tengo algo muy presente de esa obra, que en el 2011 sería muy mal visto fumar, que sería casi imposible hacerlo en diferentes sitios, que ahora es normal, pero hace 30 años, pensar en prohibir el cigarrillo era una locura.

¿Había perdido la alegría de la escritura en medio del mundo editorial?

—Tienes que luchar todo el rato contra ello. Es impresionante la cantidad de energía que gastas para intentar tener la libertad de la escritura. Escribir es un camino de conocimiento y de aprendizaje, y para madurar como escritor tienes que ir aprendiendo varias cosas, pero la primera es ser cada vez más libre, lo cual es muy difícil y se convierte en una lucha diaria, como quien se levanta a diario para hacer ejercicio y no se le caigan las nalgas.

Es bien difícil, porque parece que todo está conspirando contra ti para meterte en esa competencia contra ti mismo, donde las cifras de ventas son las que dictan lo bien o mal que estás.

La novela debe ser un ámbito de libertad puro. Tienes que dejar que te fluya, que salga del subconsciente, del mismo lugar de donde vienen los sueños. Para que eso se produzca, es necesario borrarte el yo, el siempre yo, y dejar que la novela te posea.

La memoria también es protagonista en esta obra…;

—La protagonista es un androide militar, los cuales sólo tienen diez años de vida y cuando nacen tienen el aspecto de un ser humano de 25 años. Se le coloca una memoria artificial sobre su infancia y adolescencia. Pero creo que no está lejos de la realidad, porque toda memoria es un invento.

Nos inventamos y reinventamos nuestro pasado a diario. No sólo es una reconstrucción de la memoria, también es una construcción mudable la cual se está creando cada rato. Lo que yo recuerdo hoy de mi infancia no era lo que yo recordaba de ella hace 20 años, va cambiando.

Y ni hablar de la memoria colectiva, la cual siempre ha sido manipulada y como los poderes hacen uso de ella para favorecer el propio poder. La historia la escribe el vencedor, quien logró el poder y crea la memoria a su manera y conveniencia.

La democracia en una sociedad, entre más contundente sea, más memorias serán posibles, lo que permite que nuestra relación con el pasado sea más sana y duradera.

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