Revista dominical


Scorsese y el Neorrealismo Italiano

RICARDO CHICA GELIS

12 de mayo de 2013 02:50 PM

Lo fundamental del cine es el pacto comunicativo que forma con su público. Se trata de un pacto que ha tenido continuidades y rupturas, a lo largo de su historia. La continuidad más importante, es que ver cine es la promesa de asistir a un orden narrativo que permite la creatividad al espectador o predecir ciertos acontecimientos en una película y ver si se cumplen o no.
Las rupturas de ese pacto comunicativo, tienen que ver con la innovación de las formas y, en buena medida, esto se debe a los avances tecnológicos que perfeccionan la verosimilitud de la fantasía que vemos en pantalla. Otras rupturas, como las vanguardias cinematográficas de Europa en los años veinte, fueron absorbidas por la estructura clásica del cine, o mejor, por la mencionada promesa de orden narrativo.
Un caso relevante en la historia de ese pacto comunicativo, es el referido al Neorrealismo italiano. Al respecto Martin Scorsese, realizador neoyorkino, dirigió en 1999 una serie titulada: Mi viaje a Italia (El cine italiano según Martin Scorsese) que pueden ver aquí:    http://www.youtube.com/watch?v=sWnn-DroMe8 Se trata de una serie de perfil histórico y social, cuyo hilo conductor es la biografía del mismo Scorsese como espectador de cine.
Ahí se logra distinguir el cine como un hecho social que se moldea según el complejo devenir de los acontecimientos. Cuando el Neorrealismo italiano aparece, aquel país pasaba por la peor debacle social, política y económica.
Los realizadores de entonces, venían de  experimentar los esplendores del cine italiano hasta que se hizo trizas en la Segunda Guerra Mundial. Fueron los saberes fílmicos, las capacidades acumuladas y heredadas del pueblo, las tradiciones culturales producto de mezclas e intercambios entre otros aspectos, lo que fortaleció el espíritu colectivo necesario para renacer y el cine fue su vehículo privilegiado.
El elemento común de la promesa narrativa de estas películas es el sacrificio de personajes anónimos en situaciones calamitosas. Esto influyó en el pensamiento fílmico de Martin Scorsese, lo que vemos reflejado en el taxista traumatizado de Taxi Driver (1976); en el boxeador de El Toro Salvaje (1980); en el mafioso delator de Buenos Muchachos (1990); o, en el ladronzuelo de Pandillas de Nueva York (2002).
En esta última, Scorsese releva el enfoque histórico y el interés social por temas y personajes anónimos que construyen la vida colectiva y de la nación. Eso es claro en la última imagen de la película, cuando aparecen las lápidas decimonónicas, desarregladas y abandonadas con el trasfondo del Puente Brooklyn. El pacto comunicativo o la promesa narrativa del cine moldean la conciencia de las masas, lo medular, es ser consciente de eso.
ricardo_chica@hotmail.com

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