Facetas


50 años de la mano de Dios

Monseñor Carlos José Ruiseco celebró el aniversario de su ordenación episcopal en la Catedral. El religioso contó su historia, la de una vida consagrada.

El olor a incienso empezó a propagarse por todos los rincones de la Catedral de Santa Catalina de Alejandría, que está en el Centro Histórico de Cartagena. Ese aroma, que muchos devotos catalogan como aroma agradable al Señor, avisa que el religioso más esperado de la mañana del 14 de marzo ha llegado. Con una túnica roja, monseñor Carlos José Ruiseco Vieira camina junto a sacerdotes y demás servidores católicos, quienes se apresuran para tomar su lugar en el atrio del templo. Lea aquí: Fotos: Arquidiócesis de Cartagena le rindió homenaje a arzobispo emérito.

Ahí estaba él. Fuerte, como un roble, a sus 86 años de vida. Monseñor está seguro de que la fuerza que aún lo mantiene de pie proviene de Dios. Se levanta y toma de nuevo el incensario, llevándolo alrededor del tabernáculo. Ahora sí, empieza la celebración del aniversario 50 de la ordenación episcopal del también arzobispo emérito de Cartagena desde 1983. Las voces de agradecimiento, especialmente las de sacerdotes que fueron consagrados por monseñor Ruiseco, resonaron con alegría y devoción.

“Saludo con gratitud y admiración al señor arzobispo, monseñor Francisco Javier Múnera, que me ha invitado a esta fiesta de los 50 años”, fueron las primeras palabras de monseñor Carlos José Ruiseco Vieira durante su agasajo, en una misa especial.

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Nació el 20 de enero de 1935, en Medellín, fruto del amor entre Joaquín Ruiseco y María Vieira. Monseñor Carlos José tiene tres hermanos: Joaquín, Juan Manuel y Luis Fernando.

Parte de su secundaria la terminó en el colegio San José en Barranquilla, donde está radicado, y posteriormente cursó Filosofía y Teología en la Universidad Javeriana, en Bogotá. Además, estudió Derecho Canónico en Roma (Italia).

Es normal que después de las 9 de la mañana, cuando ha culminado su tiempo de intimidad en oración con Dios, monseñor atienda a quienes buscan de sus servicios espirituales. Esta vez fue El Universal el que decidió conocer un poco más del obispo para resumir estos 50 años de vida religiosa dedicados a la Iglesia católica.

“Son 50 años de beneficios recibidos de Dios y de contacto espiritual y material con tantos hijos de Dios en las tres diócesis donde la Providencia me ha enviado y mantenido como Pastor: Barranquilla, Montería y Cartagena”, expresó monseñor.

Pero... ¿cuál fue su impulso para emprender una vida entregada a Dios? Monseñor reconoce que su vocación sacerdotal, al igual que las otras vocaciones (de la vida consagrada, de un oficio en la Iglesia o en el mundo), no es de un momento, sino un proceso dirigido por Dios. “El calendario de Dios es diferente al nuestro. Para él no hay etapas. Mil años en su presencia son como un solo día. Como dice la Biblia, Dios llama desde el vientre materno, pero cada persona va descubriendo ese llamado a lo largo de su existencia”, dijo.

Ahora, surge una pregunta crucial para entender el concepto espiritual de esta nueva generación, donde muchos se cuestionan dónde ha quedado la fe cristiana. Monseñor Carlos José da una mirada retrospectiva y dice que, en estos 50 años, percibe que el mundo ha cambiado.

“La Iglesia ha cambiado y yo también, pero hay algo fundamental: somos los hijos de Dios. A veces nos portamos mal o nos portamos bien, pero el padre Dios será siempre fiel de asistirnos en toda ocasión. Somos nosotros, sacerdotes y laicos, los que tenemos que estar pidiéndole a él ese don de la fidelidad. Así se perpetúa una vocación a lo largo de los años”, precisó.

Monseñor desea decirles a todos los jóvenes y adultos las siguientes palabras: “Sintonicen la voluntad de Dios siempre que emprendan la continuidad o la iniciativa de sus actividades”.

Esta paternidad espiritual se prolonga a su vez en el ministerio de cada uno de los presbíteros ordenados”.

Monseñor Carlos Ruiseco.

Para monseñor, la experiencia que más marca a un obispo siempre será la de consagrar nuevos sacerdotes. “Se siente uno verdaderamente sucesor de los apóstoles. Esta paternidad espiritual se prolonga a su vez en el ministerio de cada uno de los presbíteros ordenados. La acción pastoral de cada sacerdote tiene su origen en el sacramento de la ordenación recibida”, añade.

Medellín y Barranquilla han sido sus dos casas a lo largo de su vida, sin embargo, a Cartagena, donde también vivió, la reconoce como aquella ciudad en la que, tras su reciente visita, se reencontró con su pasado.

“Todo el mundo valora a Cartagena como ciudad globalmente conocida, pero llegar a iniciar mi ministerio episcopal en esta arquidiócesis de 450 años significó encontrarme con el pasado, que nos muestra la historia y sus monumentos, y también con el presente, que significa los desniveles sociales y culturales de toda la población, tanto urbana como rural. Lo más maravilloso es que Dios, por medio de su iglesia, capacita y acompaña al pastor en todos los detalles de su ministerio”, asegura.

Monseñor no para de dar gracias al padre Dios por medio de la Virgen María y sus “Santos protectores”, en especial a San Pedro Claver y santa María Bernarda.

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