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Adolfo Mejía es una fuente inagotable

El 5 de febrero se cumplieron 115 años del natalicio de Adolfo Mejía. Entrevista al músico Germán Céspedes, director del Conservatorio Adolfo Mejía de Unibac.

GUSTAVO TATIS GUERRA

09 de febrero de 2020 09:00 AM

La música de Adolfo Mejía es una fuente inagotable que no deja de fluir, 115 años después de su natalicio y 47 de su partida. Los músicos de Cartagena y Colombia, como los músicos de Estados Unidos y del mundo, lo tienen como un músico imprescindible del patrimonio sinfónico de la nación.

Adolfo Mejía nació el 5 de febrero de 1905 en Sincé, Sucre. En el parque central de su pueblo natal hay un busto que rinde homenaje a su memoria, como en Cartagena, donde transcurrieron muchos años de su vida hasta su muerte (el 6 de julio de 1973), se perpetúa su heredad en el bautizo del teatro municipal, el del Conservatorio de Unibac y en el Cuarteto de Cuerdas de la misma institución universitaria.

Germán Céspedes, director del Conservatorio Adolfo Mejía, escuchó su música cuando era un niño pero no sabía quién era el autor de aquellos himnos navales que lo conmovían. Y la vida lo trajo al mar de la música.

¿Qué es para usted lo mejor del legado de Adolfo Mejía?

-La obra de Mejía se puede dividir en periodos de los cuales, desde el punto de vista de su producción sinfónica, el más prolífico y prominente es el comprendido entre 1938 y 1957. Durante esas casi dos décadas, Mejía compuso sus más hermosas suites, ciclos y poemas sinfónicos: ‘Pequeña Suite’, ‘Preludio a la tercera salida de Don Quijote’, ‘América’, ‘Íntima’, ‘Concierto para piano’, entre otras, obras que incluimos en el primer tomo de la Antología de Adolfo Mejía, publicado por el Fondo editorial de Unibac.

Sin duda, esas creaciones reflejan la grandeza del talento polifacético de Mejía, su visión cosmogónica del mundo, su pasión por las culturales orientales y el mundo árabe en particular con su singular esoterismo, las influencias académicas adquiridas en Colombia, Estados Unidos y Francia, pero también su mundo interior, sus más profundas emociones.

¿Qué vigencia y significado tiene ‘Pequeña Suite’ en el contexto texto nacional o mundial?

-Tengo la apreciación de que ‘Pequeña Suite’ es un preámbulo del fenómeno latinoamericano que hoy conocemos como “Descolonización de la música”. La fusión de formas, recursos y estructuras europeas con motivos, aires y ritmos propios de la esencia triétnica de nuestra cultura colombiana fue en 1938 el manifiesto musical de una nueva visión, abierta y multicultural, de nuestra identidad con una factura de nivel internacional.

La obra gustó desde su estreno y sigue gustando hoy en muchos lugares del mundo. Prueba de ello son las magníficas versiones que circulan a cargo de importantes orquestas y que su partitura haya sido publicada por la editorial americana Filarmonika Music Publishing.

¿Qué interpreta la Orquesta Sinfónica de Bolívar de su obra y cómo se perpetúa su legado en el Conservatorio de Unibac?

-La Orquesta Sinfónica de Bolívar y, en general, el Conservatorio de Música de Unibac tienen como uno de sus principales propósitos difundir el legado de Adolfo Mejía. Para eso se concibió el proyecto editorial ‘Antología de Adolfo Mejía’, cuyo primer volumen fue lanzado, y se reparan los volúmenes dos y tres con la música vocal, coral y de cámara. El escenario natural para difundir ese repertorio ha sido la Semana Adolfo Mejía de Unibac, en cuyas tres versiones hemos interpretado prácticamente todo el repertorio conocido del maestro, escrito para voz, coro, orquesta sinfónica, orquesta de cuerdas, ensambles, banda, guitarra y piano.

La Orquesta Sinfónica de Bolívar ha llevado a escenarios regionales, nacionales e internacionales todo el compendio de obras incluidas en la ‘Antología Sinfónica’, con excepción del Concierto para piano, que esperamos interpretar en este 2020. Nos complace saber que la Antología Sinfónica ha servido para que otras orquestas, universitarias y profesionales, incluyan la música de Mejía en sus temporadas de conciertos. Es lo mínimo que podemos hacer para honrar y agradecer a nuestro mentor, que tanto hizo por el desarrollo de la música colombiana y por la educación musical en Cartagena.

¿Cómo llegó a descubrir su obra y qué lecciones deja en los músicos de hoy?

-Siendo muy niño me complacía reproducir un viejo disco de acetato en la casa de mi tío, oficial naval, que contenía el Himno de la Armada Nacional. La marcialidad y elegancia de esa música me elevaba, evocando escenas de viajes fantásticos por los siete mares y yo, sin conocer el nombre y origen del autor, me enamoré fervientemente de esa obra. Fue muchos años después, siendo ya un músico profesional, que volví a encontrarme con la música de Mejía, cuando llevé a escenarios rusos diversas obras del autor encontradas en el Patronato Colombiano de Artes y Ciencias. Pero fue realmente en Cartagena, gracias a ilustres y queridos amigos, investigadores y biógrafos del maestro, como Enrique Luis Muñoz y Hernán Alberto Salazar, que vine a descubrir la dimensión universal del genio y su increíble rol en el desarrollo de la cultura musical colombiana y particularmente del Caribe. La huella de Mejía, no solamente musical, está en la generación que formó, directa o indirectamente, en la influencia que ejerció sobre otros compositores e intérpretes, en las polémicas estéticas que generó con su posición radical frente a la frivolidad de la sociedad circundante, en sus hermosas canciones y poéticas páginas instrumentales, en sus versos y escritos. La obra de Mejía es un retrato musical de la Cartagena de su época y como tal representa una fuente de inspiración inagotable que las nuevas generaciones deben conocer.

Epílogo

En el parque de San Diego, muy cerca de su casa, hay una escultura que evoca al músico del eterno cigarrillo y el saco colgado en uno de sus hombros. Cuando lo veían pasar, aquel ser delgado iba con dos sombras que lo acompañaban: la guitarra y el saco. En verdad era la guitarra la que yo llevaba a los lugares que se convertían en música. Con ese saco en vilo era como si acabara de llegar de viaje. A un concierto sinfónico. A un concierto de patio bajo la luz de las estrellas.

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