Solo media hora, dos kilómetros, lo separan de Cartagena, pero parece ser un fantasma a pesar de su vida centenaria y la certeza de su existencia.
Ballestas es un corregimiento del municipio de Turbana (Bolívar). Es el pueblo de los apellidos Ballestas, Bossio y Marrugo. “Eran los apellidos que más abundaban acá, ahora hay más”, cuenta Lourdes Cecilia Ospino de Marrugo.
La seño Lourdes, como mejor la conocen, es una cartagenera que llegó a Ballestas el 29 de febrero de 1965 a trabajar como profesora. Tenía 17 años y allí, en ese pueblo desolado, de solo cinco calles, conoció al amor de su vida, un joven buenmozo, de ojos verdes, casualmente, de apellido Marrugo. Tenían tres meses de ‘amores’ cuando se casaron. “Mi esposo sí nació aquí. Yo, con tanto tiempo de vivir en este pueblo, me considero 'ballestera' neta”. Ballestero (a), es el gentilicio.
Sus 52 años en este corregimiento son suficientes para conocer ampliamente las problemáticas que hoy, y durante muchos años atrás, los aquejan. Para empezar a hablar sobre lo poco que conoce de la historia del pueblo, cuenta sobre una extraña enfermedad que acabó con la vida de sus dos hijas.
“Una hija mía tuvo una enfermedad que le empezó a los 6 años... murió a los 11. A ella me la atendió el doctor Jaime Fandiño, en la Liga contra la Epilepsia, en Cartagena. Le hicieron estudios y el doctor me dijo que era una enfermedad genética, peor que un cáncer, que se veía era en Egipto. Posiblemente, los primeros pobladores de aquí, que eran europeos, trajeron esa enfermedad. No solo fue este caso, al año siguiente falleció mi otra hija de la misma forma. Solo me quedó el varón que, gracias a Dios, está sano. Aquí han ocurrido varios casos”, afirma.
Y continúa. “Dicen que Ballestas fue fundado antes que Cartagena y que en 1533 (fecha en que fue fundada esta ciudad) ya aquí había gente. Pero este pueblo no ha avanzado nada. Cuando yo llegué, en el año 65, aquí no teníamos agua potable, no teníamos luz y tampoco había facilidad de transporte. Lo mismo que ahora, que estamos en las mismas, aunque ya tenemos gas, luz y agua, pero no tenemos facilidad para el transporte. Aquí no entra un bus, los que tienen vehículos hacen colectivos y mototaxis... y el Tránsito persigue a los carros particulares que nos hacen los viajes porque no tienen licencia de transporte especial. Y, para completar, nos pusieron el peaje ese (el llamado de Pasacaballos, en el kilómetro 17 de la variante Mamonal – Gambote, en la zona rural de Turbana, Bolívar), que le cuesta 7.600 pesos a los carros pequeños. Tras de que no hay transporte, ahora es más caro. Antes pagábamos 7 mil hasta Cartagena y ahora cuesta el doble”.
Lourdes cree que el ‘conformismo’ que -asegura- caracteriza a los ballesteros influye en la falta de progreso de la población. “No nos esmeramos por hablar y reclamar. Mi hijo quiere que me vaya a vivir a Cartagena porque yo soy diabética y si me agravo a medianoche no hay quien me auxilie, porque el centro de salud lo cierran a las 5 de la tarde. Si fue el colegio, lo derrumbaron para hacer instalaciones nuevas y todavía no lo han terminado”.
Y en eso coincide cualquier habitante de Ballestas. Ricardo Quintana, un joven de 23 años que conserva rasgos físicos (piel blanca y ojos verdes) que hablan un poco sobre la historia de su pueblo, de la que poco o nada sabe, pero que tiene muy presente la situación de su terruño. Esa es otra historia, “una de nunca acabar”, como él mismo dice.
“Hablando en términos de porcentaje, creo que ni un 10% de atención recibimos por parte de nuestros dirigentes ni del Estado. Como pueden ver, la carretera está en mal estado, tenemos salud a medias, el colegio está inconcluso y los estudiantes reciben clases, como ven, en varias casas alquiladas porque iban a hacer un megacolegio y estamos sin nada porque no lo han terminado de construir. No tenemos transporte. Ballestas no ha avanzado nada, en realidad, creo que está peor que antes”.
A una cuadra, sentados debajo de un árbol, mientras ven pasar a los estudiantes que se mueven de una casa a otra, Mario Quintana y Óscar Quintana, no tienen reparos al exponer su inconformidad. Sus quejas: las mismas.
“Ballestas no ha evolucionado nada, por el contrario, va para atrás. Por ejemplo, ya el colegio es para que estuviera en mejores condiciones, pero no, había uno y lo tumbaron para hacer uno nuevo y ahora no hay nada”, argumenta Óscar.
Historia italiana
Los ballesteros creen que fueron españoles los primeros pobladores de la tierra que habitan. No lo tienen claro. Lo que sí saben es que sus antepasados eran de tez blanca con ojos verdes o azules.
Según Rafael Gustavo Buendía Díaz, docente investigador arjonero, a mediados del siglo XIX, entre los años 1850 o 1855 aproximadamente, una embarcación procedente de Sicilia, Italia, naufragó cerca a la Bahía de Barbacoas y algunos inmigrantes sobrevivientes se asentaron en esos territorios bolivarenses, hoy conocidos como Ballestas.
“Hablar de fechas precisas es muy arriesgado, no se podría decir qué día llegaron o qué día naufragó ese barco, pero sí hay registros. De acuerdo a la información que hemos recolectado, el barco iba rumbo a Panamá para luego llegar a Nueva York. Se calcula que fueron más de cien los náufragos que llegaron a la orilla... En ese territorio que poblaron, se organizaron alrededor de varios oficios, uno de ellos, al parecer, fue la 'guaquería', ya que esa fue una zona muy poblada por indígenas. También se dedicaron a la agricultura rudimentaria y a la artesanía”, apunta Buendía. Hoy se dedican a la ganadería y la agricultura.
De acuerdo con Buendía, estos inmigrantes rubios, de ojos verdes, manejaron una sociedad enclaustrada, con pocos vínculos. “Se casaban entre primos y no era incesto sino que era una sociedad encerrada. Ellos eran sicilianos y los sicilianos son muy nacionalistas”.
“Algunos se trasladaron al Sinú, en Lorica, por eso allá está el apellido Bossio, que en primera instancia era Bozzi. Algunos de los descendientes que se radicaron en Cartagena no se añadieron la 'o' al final. Otros emigraron a Arjona, donde también está el apellido Bossio”, añade.
Buendía recuerda que el ballestero era tildado de “montuno”, es decir, tímido e introvertido. Tal vez eso tenga que ver con ese ‘conformismo’ al que se refiere Lourdes al decir que no reclaman por sus problemáticas. Lo que sí destacan de las nuevas generaciones es que se están esmerando por estudiar y superarse.
Ballestas no es un fantasma, aunque al Estado no le alcancen los ojos para verlo. No es un fantasma, aunque para el Gobierno parezca invisible.
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