Facetas


Capitolino Morillo Matorel: Sembrador de grandes ligas

JOHANA CORRALES

09 de septiembre de 2012 12:01 AM

Capitolino Morillo Matorel llegó a la radio porque deseaba desbancar, por motivos personales, al monstruo de la narración deportiva, Napoleón Perea Castro.
Era 1992 y en la ciudad se realizaban unas competencias de atletismo que eran presentadas por Napoleón, a través de la cadena de Caracol Radio. Capitolino, que había sido atleta, instó a su hermano Alberto a que participara. Compitió con el hijo de Napoleón y le ganó.
Este suceso molestó a Perea Castro, cuenta Capitolino, que decía en su programa que cómo era posible que un muchacho que nadie conocía ganara la competencia. Adicional a esto, afirmaba que el ganador, por su apariencia, estaba pasado de edad.
Este comentario subió los ánimos de Capitolino, quien al día siguiente se presentó en la emisora con la partida de bautismo de su hermano para que corrigiera lo dicho.
“No recibimos el trofeo, porque no lo necesitábamos. Entonces decidí que iba a ingresar a la radio, porque tenía que competirle al difunto Napoleón Perea Castro, siendo un ‘pelaito’”, expresa Capitolino.
Se le presentó la oportunidad cuando su amigo, el periodista ‘Pepe’ Molina, se mudó de Barranquilla para Cartagena con el fin de hacer el programa ‘Vigía del deporte’, en donde Capitolino presentaba una sección para niños, en la cual el tema principal era el béisbol infantil.
Se autodenominó el vocero de los niños y comenzó a trabajar con ellos. Se enteró que en Caracas(Venezuela), se realizaría un torneo internacional, de modo que formó 4 equipos entre edades de 7 a 9 años.
Cuenta que los periodistas Napoleón Perea Castro y Melanio Porto seguían con sus críticas hacia él y lo definían como un loco que pretendía sacar a unos niños fuera del país.
Capitolino hizo caso omiso a los duros comentarios de sus colegas y se dedicó a trabajar de lleno por ganar ese campeonato.
“Esa tarde, recuerdo, que llegaron los buses de Brasilia a la puerta de mi casa. Hablar de Brasilia en esa época era un poder. El sonido de esos vehículos volvió loco al barrio. La gente salió a ver a los ‘niñitos’ montarse en esos aviones”, relata emocionado.
Lo mejor estaba por suceder: los niños se ganaron el Campeonato Criollitos, en la categoría Teteritos y regresaron, ya no en los buses de Brasilia, sino en un avión expreso de Venezuela a Colombia.
Cuando llegaron a Cartagena, fueron recibidos por toda la prensa local. Sin embargo, los primeros que estuvieron ahí esperándolos fueron Melanio Porto y Napoleón Perea.
“Yo me sorprendí y se me salieron las lágrimas, la misma gente que me criticó me estaba esperando para una entrevista”, dice.
Las personas fueron creyendo más en él. Esa confianza le permitió liderar el proyecto “Criollitos de Magali París”, una fundación financiada económicamente por Abraham Ibarra Bustamante. Lo único que le pedía a cambio este empresario era que no mencionara su nombre por ningún motivo.
La Fundación organizó una serie internacional de béisbol en la ciudad, que tuvo muy buena acogida por parte de la afición. Capitolino asegura que ese fue el lleno más grande que se ha dado en la historia del béisbol en Colombia, guardando las proporciones de las edades.
Se encontraba en el mejor momento de su carrera. No sólo motivaba a los niños a que practicaran un deporte, sino que estaba consiguiendo que Napoleón Perea cambiara su concepción sobre él.
Perea le pidió a Capitolino que aceptara a su hijo menor, que era corredor de atletismo, en el equipo que él lideraba. Tenía en sus manos la posibilidad de “vengarse” de aquel narrador que hasta ese momento le había hecho la vida imposible, sin embargo, estaba de por medio un niño que quería practicar un deporte.
“Siempre he pensado que el sol debe brillar para todos y no se debe tomar represalias, mucho menos con niños. Yo lo vinculé al equipo y ganamos con un toque de bola de él. Esa fue la locura, después de eso Napoleón no sabía dónde ponerme”, cuenta.
Criollitos de Magali París se convirtió en una organización fuerte. Los niños pudieron participar en innumerables campeonatos, no sólo dentro del país, sino en el extranjero. Japón, Miami, México, Venezuela fueron algunas de las plazas en las que jugaron.
“Me atrevo a decir que fuimos la fundación más poderosa en el mundo. Criollitos ha sido la única organización humilde que ha parido 3 grandes ligas como son Orlando Cabreras, Jolbert Cabrera y Yamit Haad”, expresa sonriendo.
Su trabajo con los niños lo ayudó a ganar credibilidad en el medio, al punto que se convirtió en una empresa radial. Era un periodista reconocido que tenía su emisora en el sexto piso del edificio Andian. Recuerda con agrado lo amplia que era su oficina, además de los dos televisores y las dos secretarias que tenía a su cargo.
Pero este comentarista deportivo no sólo impulsó el béisbol en la ciudad, habían otras disciplinas en las que él estaba interesado como el kickball. Relata que se fue una tarde para el barrio Nazareno y vio a unas amigas pateando un balón. Se comprometió con obsequiarles 4 balones nuevos y así lo hizo.
Ese mismo día se le ocurrió la idea de hacer un campeonato de kickball, de modo que organizó varios equipos en diferentes comunidades de la ciudad como Henequén, Nelson Mándela, Barrio Nuevo, La Reina y Villa Rubia, en este último barrio se daban los mejores juegos.
En una ocasión, llevando alimentos y uniformes para un campeonato de sóftbol en La Candelaria, presenció una pelea entre niños pandilleros, en la que el más afectado resultó siendo él mismo.
“Tiraron un peñón y me cayó justo en la espalda. Yo caí de cabeza en el fango, todos los presentes me auxiliaron y los niños abandonaron sus pandillas, porque vieron que una persona como yo, que los quería tanto, había sido herido, es más ellos decían: ‘lo matamos’”.

Sufrió de depresión
Hizo mucho dinero, pero un día decidió que quería incursionar en la política, era tanto su deseo por ser concejal que invirtió casi todos sus recursos en la campaña.
No ganó y perdió todo por lo que había trabajado durante años. Después de haber tenido tantas comodidades, presenciaba qué era la miseria. No soportó la presión y se sumió en una depresión por seis meses, que sólo pudo superar cuando conoció de Dios.
“Yo siempre había tenido poder económico, pero descubrí que hay un poder más grande, el de Dios”, dice.
Se retiró de los micrófonos ese tiempo y cambió muchos hábitos que podían hacer que recayera. Hasta la fecha eso no ha sucedido. Sigue trabajando todas las mañanas en su casa, como él la llama, Todelar, presentando el programa ‘Capitolino en acción’.
Antes de la depresión, confiesa que también sufrió un infarto, producto de tantos alimentos con alto contenido de grasa que consumió, mientras viajaba a la provincia a buscar talentos deportivos.
“Esas grasas se me fueron acumulando y me dio un infarto. Yo recuerdo que estando en la clínica Jesús de Nazaret, de Pasacaballos, miraba por el vidrio y veía a la gente cuando me saludaba. Me decía a mí mismo que no estaba solo, que tenía gente”, dice mientras se seca las lágrimas.
Se considera un comentarista, pero más allá de eso es un creador de narradores y comentaristas excelentes. Dice con orgullo que por sus manos han pasado Kike Salgado, Dominguito, Walberto Ahumedo, José Martínez y otros más que hicieron legado en la radio.
Lo que más extraña de la radio de antaño es la narración de Edgar Perea, la experiencia de Napoleón Perea, las propagandas de Jimmy Méndez y las voces de Alfonso Cabrera Altamiranda, Miguel Polo Sarabia, Luis Alberto Payares Villa y Emiro Bertel.
Capitolino es un tipo chévere. Lo llamé, y a los 20 minutos estaba en el periódico con un ramo de uvas para mí. Sólo le hice una pregunta y me contó la mitad de esta entrevista. Habla en tercera persona todo el tiempo y como buen comentarista describe con exactitud todo los hechos que narra. No sé si por lo de la depresión, pero tiene la necesidad de mencionar a Dios frase por medio.
Más que un ícono de la radio, este hombre es un convencido de que el deporte es la mejor escuela para crear grandes ciudadanos. Su debilidad más grande son los niños y confía en que ellos son el verdadero vehículo para hacer renacer, como hace unos años atrás, deportes como el béisbol aficionado y el kickball.

Su vida
Capitolino Morillo Matorel nació en Pasacaballos (Bolívar), en una familia acomoda de ese corregimiento. Su padre tenía negocios de finca en Barú y su madre era modista. Es contador de profesión y lleva más de 30 años en la radio local. Es separado y tiene dos hijas: Shirley, que vive en Minnesota (Estados Unidos), donde es rectora en un colegio. Su otra hija menor es María del Socorro, la cual le ha dado 3 nietos. En total son 4 nietos, que según Capitolino, llenan de felicidad su vida.
Tiene 60 años de edad, de los cuales ha dedicado 35 a la radio. Todavía no se retira de los micrófonos, lo escuchamos todos los días por la Cadena Todelar con su programa ‘Capitolino en acción’.

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