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Carmelo, el gran maestro de la cumbia

Carmelo Torres es uno de los mayores exponentes de la cumbia sabanera. Su primer acordeón se lo compró a Anastasio Molina, hermano de Aniceto Molina, y como muchos de nuestros juglares, aprendió a tocar “de oídos”.

Por: Hernán Pimienta Vásquez

Especial para El Universal

Sus cumbias se han escuchado en países como Australia, China, Corea del Sur, Bélgica, España, Portugal, Suiza, Estados Unidos, Canadá, México, Brasil, Chile y Ecuador, sin embargo, cuando regresa a su pueblo, a pocos parece importarle.

Carmelo Torres es uno de los mayores exponentes de la cumbia sabanera. Nació en el corregimiento de Canutal, Ovejas (Sucre), el 13 de marzo de 1951. De niño, se pasaba las noches escuchando las canciones que su padre Elías Torres ejecutaba con gaita corta. Con tallos de lata, alambre y madera, fabricó sus primeros instrumentos musicales: las guacharacas.

La primera vez que tocó con un conjunto de acordeón fue con Jorge Piña y después se integró al conjunto de Julio de la Ossa. Con este juglar alcanzó a grabar temas como: ‘La carta’, ‘La visita’ y ‘La colegiala’, tocando la guacharaca.

Su primer acordeón se lo compró a Anastasio Molina, hermano de Aniceto Molina, y como muchos de nuestros juglares, aprendió a tocar “de oídos”.

La primera canción que aprendió a tocar en acordeón fue ‘Enriqueta’, del juglar Alejo Durán.

Formó su propio conjunto, siendo acordeonero al lado de un muchacho de San Jacinto, ya fallecido, llamado Eliseo Reyes. Después de eso decidió convertirse en vocalista; toca y canta sus propias canciones.

Este pequeño hombre, de rostro sonriente, se agiganta cuando tiene un acordeón entre sus manos y comienza a tocar una canción de su autoría. Ha compuesto más de 100 canciones, de las cuales ha grabado 30. En México se escuchó mucho una titulada ‘Amanezco bailando’, que dice así:

Traigo una cumbia bien tocá

Pa’ que goce y baile mi pueblo

Y una maraca repicá

Pa’que gocen los sabaneros

Pa’que la puedan disfrutá

Ay, todos los sanjacinteros

Pa’que la baile Bogotá

Ombe y todito el mundo entero

Llegó a San Jacinto en 1974 atraído por la música de Andrés Landero. “Cuando era joven, Landero era mi ídolo; sigue siendo mi ídolo. Porque Landero por allá donde viví, por Magdalena, era muy famoso, todo lo que se escuchaba era la música de Landero”, asegura.

Pero en su propia tierra nunca sintió verdadero apoyo a los músicos.

Con cierta melancolía, el maestro recuerda: “Asistí a muchos festivales que se realizaban aquí, en la Costa Caribe, y me daba cuenta de que a quienes venían de Valledupar los alojaban en lujosos hoteles, mientras que a nosotros, los sabaneros, nos alojaban en colegios y escuelas, tirados en el piso en colchonetas”. Y lo dice Carmelo, a quien la Universidad de los Andes le rindió un homenaje por su aporte musical en 2018, con un concierto en el que había más de 300 personas, según documentó la Revista Semana.

Un hijo de San Jacinto

En 1975 decidió quedarse; vive en el barrio Nuevo Santander al lado de su esposa Enith Arrieta Movilla, con quien tiene tres hijas.

Los integrantes de su conjunto, entre los que se encuentran José Movilla, Rommy Molina y Rodrigo Salgado, lo definen como un hombre sencillo, amable y buen compañero.

Férreo defensor de la música sabanera, no le gusta cuando dicen que toca vallenato. Con convicción dice: “Toco música de acordeón en ritmo de cumbia sabanera”.

Mientras en San Jacinto justamente hoy culmina el XXXI Festival Nacional Autóctono de Gaitas en honor al juglar Rafael Rodríguez Carmona y la edición 27 del Encuentro de Danzas Folclóricas Abel Viana Reyes, el maestro Carmelo pide mayor reconocimiento a la labor de quienes protegen y promueven la cultura.

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