Facetas


‘El llanto de Cartagena’: adiós, Míster Hugo

El presentador y gestor falleció en Noruega a mitad de enero pero solo hasta el pasado lunes pudo ser despedido en nuestra ciudad.

CINDY ORTIZ ESCOBAR

07 de febrero de 2021 12:00 AM

Eran las tres de la tarde y, justo a esa hora, en la Calle de la Cruz solo se escuchaban los sollozos de unas 300 personas. A pesar del sol, a pesar del COVID-19, a pesar de todo aquellos cientos de personas estaban el barrio en Ceballos para una última despedida. Al fondo, desde un amplificador, sonaba ‘nadie es eterno en el mundo, ni teniendo un corazón, que tanto siente y suspira por la vida y por el amor’, en la voz de Darío Gómez. La canción se repetía una y otra vez y calaba cada vez más en la mente y en los corazones de los presentes, tanto que pocos podían contener las lágrimas. El COVID-19 pasó a un segundo plano. Vestidos con camisetas blancas, algunas de ellas con el nombre de ‘Míster Hugo’ pintado de colores en sus pechos, familiares, amigos, colegas y seguidores rodeaban su cadáver de Hugo Armando Torres Pérez, el mismo que habían esperado por casi quince días: querían verlo por última vez y ese día era esa última vez. (Lea aquí: Cartagena le da el último adiós a Míster Hugo)

Una revoltura de sentimientos se vivía en el humilde homenaje que le prepararon sus seres queridos: por una parte la profunda tristeza de despedir al ‘amigo de todos’, como lo describen los que tuvieron la oportunidad de conocerlo; por otro lado, el alivio de haber podido darle el último adiós en su ciudad natal: es que Míster Hugo había fallecido semanas antes, el 12 de enero del 2021, de un paro cardiorrespiratorio. Ocurrió en Noruega, país al que el gestor cultural y locutor había viajado a inicios del 2020 con una maleta de sueños, proyectos pero también de compromisos por sacar adelante a su familia.

‘Lloraba el rey, lloraba el rey, ¿qué fue lo que le pasó?’- El llanto de un rey, una de las canciones con las que Míster Hugo se exploró como cantante de champeta y que le dio grandes momentos en vida, esta vez lo acompañaba hasta su última morada. Una masiva caravana con pirotécnicos se tomó toda la Transversal 54 a esa hora, algunas personas iban en motos otras en carros, pero el grupo más numeroso decidió caminar desde Ceballos hasta el cementerio Jardines de Cartagena, querían despedirlo como lo grande que era.

Ceballos, Champeta y Cartagena

Una de las primeras habitantes de Ceballos fue Candelaria Payares Cardona, abuela de Míster Hugo, que logró gran reconocimiento entre los vecinos por su numerosa familia -9 hijos- y por vender los bollos más deliciosos del sector.

La popularidad de Candelaria fue tan grande que a todos sus hijos, nietos y sobrinos los bautizaron en Ceballos como ‘Los Candé’. Hugo era uno de ellos, así lo relata su hermana Yurina, que secaba sus lágrimas para contar detalles que Cartagena merece conocer de Míster Hugo.

“Fue callejero desde que era un niño y, como se daba con todo el mundo, sembró ese amor en los vecinos; luego de muchos pasos en la música y en los medios de comunicación, él decidió retribuirle a su barrio todo el cariño, así que creó un periódico llamado ‘Ceballos, barrio mío’, allí contaba historias de personajes, por ejemplo: la señora de los bollos, el señor de los fritos, los más sobresalientes del barrio. También informaba los fallecimientos y apoyaba los nuevos negocios”, cuenta con emoción Yurina.

Su llegada a la champeta no fue casualidad, aunque de niño manifestó su interés por el vallenato, crecer escuchando salsa y la música afroantillana que ponía su papá, Domingo Torres, hicieron que se fuera inclinando por explorar más de nuestro género. “Yo le decía ‘el descompositor de música’ (risas), pero era porque se volvió experto en tomar las canciones de champeta africana y adaptarles nuevas letras en nuestro idioma”, revela Yurina sobre esos pininos que dio Míster Hugo antes de lanzarse por todo lo alto en la champeta.

“Lo conocí cuando yo administraba ‘El travieso’ de Cartagena. Él tenía una canción que se llamaba ‘El mojoso’, la tenía un picó de Ceballos llamado ‘El baby’. Cuando me mostró esa canción, me manifestó que él quería salir adelante. Él llegó y me dijo que pusiera la canción, que quería impulsarse. Cuando la pusimos, la canción tuvo bastante aceptación. De ahí creció nuestra amistad y él me habló de que hacía ‘vaciles’, ‘placas’, hacía la voz de Homero, de Diomedes Díaz, y hacíamos shows juntos”, recuerda nostálgico Javier Cantillo, conocido en el gremio picotero como ‘Mono Figura’, que, acompañado de su esposa, llegó a despedir a ese gran amigo con el que vivió grandes experiencias en reconocidas emisoras de la ciudad y al que le ‘lidió’ “varias terquedades”.

Tan grandes eran sus sueños que no le importaba repartirse en labores, era cantante y a la vez locutor en emisoras comunitarias, dedicado al 100% a la champeta. Sus conocimientos sobre este género empezaron a crecer y el nombre de Míster Hugo se catapultó por toda la ciudad empíricamente, porque en sus principios la plata no alcanzaba para mandarlo a estudiar ‘Locución’ a Barranquilla. No pasó mucho tiempo cuando se le dio la oportunidad de ingresar a Bellas Artes, pero esta vez las responsabilidades laborales no le permitieron continuar.

Como todo en la vida, las buenas rachas se acaban y en la vida de Míster Hugo no fue la excepción. La salida de una reconocida emisora donde leía los titulares sacudió su mundo y lo hizo preguntarse: “¿Ahora qué viene?”. Medianamente se rebuscaba trabajando en otra de sus pasiones: la imitación, pero la situación económica de su familia demandaba más ingresos.

Fue allí cuando, por un amigo que tenían en común, conoció a Vito Sanmartín, quien fue su jefe en Noruega y quien, tras tratar a Míster Hugo, no dudó en ofrecerle que viajara hasta el lejano país a trabajar en su fundación. Era 2019 cuando llegó esta oportunidad, a la que el cartagenero no dudó en decir que sí.

En más de una ocasión, la vida le puso obstáculos para conseguirlo, trámites y papeleos que lo hicieron dudar, sin embargo, Sanmartín en silencio trabajó para resolverlo todo y llevar a Míster Hugo a tierra noruega.

Aunque desde la lejanía, nunca dejó de apoyar a su champeta y los cantantes del género se lo agradecen. Cuando todos dormían, él permanecía en Facebook investigando, apoyando y escuchando la música que sonaba en Cartagena, pero no solo eso, nuestra música, al igual que a muchos emigrantes, lo hacía sentir en casa, en las calles de Ceballos, de Nelson Mandela o de Pasacaballos.

Por fortuna y gracias a la unión de su barrio, en colaboración de su jefe en Noruega, este gestor de nuestro ritmo tuvo la despedida que habría querido: en su Cartagena del alma, desde Ceballos, el barrio que lo vio nacer y crecer, y con una buena champeta a todo volumen.

‘El llanto de Cartagena’: adiós, Míster Hugo

Una de las primeras habitantes de Ceballos fue Candelaria Payares Cardona, abuela de Míster Hugo, que logró gran reconocimiento entre los vecinos por su numerosa familia -9 hijos- y por vender los bollos más deliciosos del sector.

La popularidad de Candelaria fue tan grande que a todos sus hijos, nietos y sobrinos los bautizaron en Ceballos como ‘Los Candé’. Hugo era uno de ellos, así lo relata su hermana Yurina, que secaba sus lágrimas para contar detalles que Cartagena merece conocer de Míster Hugo.

“Fue callejero desde que era un niño y, como se daba con todo el mundo, sembró ese amor en los vecinos; luego de muchos pasos en la música y en los medios de comunicación, él decidió retribuirle a su barrio todo el cariño, así que creó un periódico llamado ‘Ceballos, barrio mío’, allí contaba historias de personajes, por ejemplo: la señora de los bollos, el señor de los fritos, los más sobresalientes del barrio. También informaba los fallecimientos y apoyaba los nuevos negocios”, cuenta con emoción Yurina.

El amor de Míster Hugo por este proyecto y por Ceballos lo hizo convertirse en voceador, él mismo repartía su periódico, que hace unos tres años se podía adquirir con solo 300 pesos.

Su llegada a la champeta no fue casualidad, aunque de niño manifestó su interés por el vallenato, crecer escuchando salsa y la música afroantillana que ponía su papá, Domingo Torres, hicieron que se fuera inclinando por explorar más de nuestro género. “Yo le decía ‘el descompositor de música’ (risas), pero era porque se volvió experto en tomar las canciones de champeta africana y adaptarles nuevas letras en nuestro idioma”, revela Yurina sobre esos pininos que dio Míster Hugo antes de lanzarse por todo lo alto en la champeta.

“Lo conocí cuando yo administraba ‘El travieso’ de Cartagena. Él tenía una canción que se llamaba ‘El mojoso’, la tenía un picó de Ceballos llamado ‘El baby’. Cuando me mostró esa canción, me manifestó que él quería salir adelante. Él llegó y me dijo que pusiera la canción, que quería impulsarse. Cuando la pusimos, la canción tuvo bastante aceptación. De ahí creció nuestra amistad y él me habló de que hacía ‘vaciles’, ‘placas’, hacía la voz de Homero, de Diomedes Díaz, y hacíamos shows juntos”, recuerda nostálgico Javier Cantillo, conocido en el gremio picotero como ‘Mono Figura’, que, acompañado de su esposa, llegó a despedir a ese gran amigo con el que vivió grandes experiencias en reconocidas emisoras de la ciudad y al que le ‘lidió’ “varias terquedades”.

Tan grandes eran sus sueños que no le importaba repartirse en labores, era cantante y a la vez locutor en emisoras comunitarias, dedicado al 100% a la champeta. Sus conocimientos sobre este género empezaron a crecer y el nombre de Míster Hugo se catapultó por toda la ciudad empíricamente, porque en sus principios la plata no alcanzaba para mandarlo a estudiar ‘Locución’ a Barranquilla. No pasó mucho tiempo cuando se le dio la oportunidad de ingresar a Bellas Artes, pero esta vez las responsabilidades laborales no le permitieron continuar.

Como todo en la vida, las buenas rachas se acaban y en la vida de Míster Hugo no fue la excepción. La salida de una reconocida emisora donde leía los titulares sacudió su mundo y lo hizo preguntarse: “¿Ahora qué viene?”. Medianamente se rebuscaba trabajando en otra de sus pasiones: la imitación, pero la situación económica de su familia demandaba más ingresos.

Fue allí cuando, por un amigo que tenían en común, conoció a Vito Sanmartín, quien fue su jefe en Noruega y quien, tras tratar a Míster Hugo, no dudó en ofrecerle que viajara hasta el lejano país a trabajar en su fundación. Era 2019 cuando llegó esta oportunidad, a la que el cartagenero no dudó en decir que sí.

En más de una ocasión, la vida le puso obstáculos para conseguirlo, trámites y papeleos que lo hicieron dudar, sin embargo, Sanmartín en silencio trabajó para resolverlo todo y llevar a Míster Hugo a tierra noruega.

Aunque desde la lejanía, nunca dejó de apoyar a su champeta y los cantantes del género se lo agradecen. Cuando todos dormían, él permanecía en Facebook investigando, apoyando y escuchando la música que sonaba en Cartagena, pero no solo eso, nuestra música, al igual que a muchos emigrantes, lo hacía sentir en casa, en las calles de Ceballos, de Nelson Mandela o de Pasacaballos.

Por fortuna y gracias a la unión de su barrio, en colaboración de su jefe en Noruega, este gestor de nuestro ritmo tuvo la despedida que habría querido: en su Cartagena del alma, desde Ceballos, el barrio que lo vio nacer y crecer, y con una buena champeta a todo volumen.

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