Facetas


El Tabarín y otros lugares inolvidables de Cartagena

Un toro escuálido y de madera, de cachos prominentes, hizo famoso a este restaurante que los cartageneros todavía recuerdan. Sitios que viven en la memoria de Cartagena.

CRISTIAN AGÁMEZ PÁJARO

24 de febrero de 2019 12:00 AM

EL UNIVERSAL

24 de febrero de 2019 12:00 AM

El Merendero de Tabarín cerró sus puertas a finales de los 70, hace tanto tiempo que yo ni siquiera había nacido. Pero el recuerdo de los cartageneros sobre este sitio parece no morir. Casi 40 años después, en las calles sigue sonando ese nombre. Sé que algunos jóvenes a lo mejor aún se preguntan por el estribillo: ‘No quiero que mis amigos se anden burlando de mí, porque me tienes flaquito como el Toro de Tabarín’, famoso por la champeta ‘Enséñame a olvidarte’, del artista cartagenero Eddy Jay.

Algunos sabrán que ese fragmento se inspiró en la figura artesanal y cadavérica de cachos prominentes, que sobresalía en la fachada del restaurante de Juan de Jesús Tabares Ardila. Él era un suboficial, pensionado de la Armada, reconocido por ser también boxeador y contramaestre. “Ese fue un palo de ciruela que él mismo cortó. Le dio la figura y lo puso en el techo, en la fachada, le puso cachos y parecía un toro”, recuerda hoy con nostalgia la barranquillera Corina Garroz Uyoque, viuda de Tabares.

No había cartagenero en aquella época que no supiera dónde estaba el ‘Toro de Tabarín’, ese que coronaba aquella esquina donde hoy funciona Almacentro (en Bazurto), y donde tocaron músicos como Crecencio Camacho, ‘Lucho’ Pérez y Eliseo Herrera. La llegada del mercado obligó al dueño a cerrar las puertas del merendero. “Él lo vendió porque pasaron el mercado para acá (para Bazurto). Pasó el negocio para la carretera de El Bosque, pero ya no fue lo mismo. El toro lo desbarató él mismo y montó un hospedaje y restaurante, se llamó Macondo”, me explica Corina, de 69 años. Dicen que el Tabarín fue tan famoso, entre otras cosas, porque no dormía.

“Trabajaba 24 horas, era tan grande el pedido que tenía mi papá para las empresas de Mamonal, hasta de 2 mil comidas diarias, que constantemente estaban cocinando. Entonces, todo el que salía de rumbear terminaba en el Tabarín. Y allá se enrumbaban otra vez hasta las 6 de la mañana. Se vendía de todo, carne asada, a la plancha, arroz con pollo. Tengo amigos que dicen tener fotos del Tabarín tomadas desde la fábrica de hielo Imperial”, narra el hijo menor de la familia, Joaquín Tabares Garroz.

Imperial, frente al mercado, surtió de hielo por muchos años a los comerciantes y gozó de una popularidad tan inolvidable como la del Tabarín. De esa fábrica solo alcancé a conocer una vieja pared tapizada, a más no poder, por letreros de champeta del Runner, en la bajada del puente de Bazurto, derribada hace algún tiempo. Ahora existe ahí un parqueadero. Cuando se instaló en la entrada de La Esperanza, en 1970, por los hermanos Isaac y José Schuster, en asocio con Roberto Duncan, Imperial se convirtió en la tercera fábrica en su tipo en la ciudad. Surtía con hielo a barcos y camiones de pescado, hasta su cierre en 1985.

‘No hubo bebedor en Cartagena que no se arrimara alguna vez a proveerse de hielo en ese lugar’, rememora el libro ‘Relatos de la vida cotidiana y otras historias’, de Rafael Ballestas Morales. “Era una verdadera fábrica de hielo, tenía la competencia con Hielos Popa, que quedaba donde ahora está Caribe Plaza. Las dos fueron famosas, hacían un magnífico hielo. Cuando llegaban las Fiestas de Noviembre, tenían que producir el triple”, dice el cartagenero Ignacio Suárez. Antes de Hielos Popa, existió la fábrica Walters, la primera en la ciudad.

Además, se dice que, muy cerca de Hielos Popa, un nombre peculiar hizo muy famosa a una tienda y también a la zona aledaña a la Ermita del Pie de La Popa. Era ‘Puya Sapo’, supuestamente llamada así por los batracios en el sector.

Sus nombres aún suenan

El historiador Federico Herrera cuenta una anécdota sobre esos sitios de la Cartagena de antaño. Si usted recuerda que La Piragua era un bar de música en vivo de Bocagrande, donde tocaron artistas como Rafael Ricardo, es usted de esa generación. “Era un sitio ‘chic’, decente. A propósito, ahí fue donde me conseguí a mi mujer. Esa noche para presentarle mi amor yo la llevé allá, le hice mi declaración con el micrófono y el conjunto musical, esa noche le pedí que fuera mi esposa y aceptó. Ella se puso colorada como un tomatico”, ríe.

La velada concluyó con un inolvidable paseo por las playas de Marbella. Precisamente, señala Herrera, en el Hotel Marbella existió un bar donde los clientes burlaban al tocadiscos, haciéndolo sonar con falsas monedas. Al igual que La Piragua, hubo otro sitio, del que todavía muchos se acordarán: La Escollera, por varios años icono de la rumba cartagenera. “A nadie se le había ocurrido hacer un sitio que recogiera toda la esencia de Cartagena. Hubo una primera Escollera que quedaba en El Laguito, esa se quemó un 31 de diciembre, le cayó un globo de esos que se prenden y se elevan, y como el techo era de palma, pasaba la medianoche, se quemó íntegra. Luego construyeron una segunda escollera en El Pueblito, en Bocagrande. La gente en su fantasía, en su fiebre, como estaba de moda la película Saturday Night Fever, decían que la pista que tenían en La Escollera era la usada en esa película, habría que preguntarle a John Travolta”, sostiene Ignacio Suárez.

Desapareció, como también lo hicieron los helados ‘El Polito’, “manjares de dioses que ofrecían en un modesto local al lado del Teatro Rialto”; o como la inolvidable zapatería Beetar de Getsemaní, donde fabricaban calzados a la medida; o como el Reloj Floral, al pie del Cerro San Felipe, cuyo reemplazo -un reloj de sol- no ha logrado ser tan popular. Se fueron como aquellos almacenes Mogollón, Sears, Magali París y Ley. “Comprar un artículo en Sears era sinónimo de prestigio, de garantía y de buena calidad”, se escucha aún.

Tampoco alumbra ya la luz roja en un poste que, dicen, prevenía accidentes, en la Avenida Pedro Romero, cerca a Olaya Herrera, cuyo sector fue bautizado popularmente como Foco Rojo. Aunque, preguntando por foco rojo, algunos señores mayores recuerdan más bien a la Avenida Cristanto Luque y una concurrida casa de citas que tenía un bombillo de ese color en su fachada. El popular Don Mañe, en el Camino del Medio, ahora tiene un aviso de pescadería, con el nombre de Puerto Duro. ¿Quién recuerda al restaurante Cipote Mondongo?, derribado por el paso de Transcaribe, algo similar sucedió con el sitio de salsa El Safari, extinto como muchos otros lugares, que aún viven en el recuerdo de los cartageneros.

Epílogo

“Lugares ya desaparecidos en Cartagena, pero que utilizamos como punto de referencia”. Ese es un comentario reciente hecho por Alfredo Vega Satavro, en el grupo de Facebook Fotos antiguas de Cartagena. Un comentario que despertó una ola viral de reacciones y recuerdos entre personas que no olvidan a la Cartagena de ayer, porque bien dicen que todo tiempo pasado fue mejor y que no muere quien se va, sino a quien se olvida.

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