Facetas


En el corazón de otra: la cuestión de ser la amante

JOHANA CORRALES

16 de febrero de 2014 12:15 AM

*Shirley es la otra.

Tiene 26 años y, desde que recuerda, siempre ha sido la amante, la moza, el segundo amor, la querida. En fin...

Desde hace un par de meses había pensado en realizar esta nota, pero me parecía poco probable encontrar a una mujer que estuviera dispuesta a contarme su historia.

¿Cómo la conseguía? No podía poner en el muro de Facebook (como he hecho otras veces) una publicación que dijera: “Si eres la otra, me interesa tu historia. Escríbeme un inbox”.

No, no. Era inadecuado hacer eso. De modo que pensé en amigas y conocidas que sé que sostienen relaciones con tipos casados o con compromisos. Pero ¿cómo las abordaba? Ami, estoy escribiendo una nota sobre concubinas, ¿me dejas publicar tu historia?. Por supuesto que no.

Llamé a un amigo muy open mind y me pasó el celular de una de sus amigas más arriesgadas y extrovertidas. La llamé y, con el mayor tacto, le pregunté que si conocía a alguien que fuera la otra.

“Sí, claro. Yo soy la otra”, respondió la joven.

¡Bingo! La encontré. Le dije que la podía entrevistar por teléfono, pero ella prefirió que nos tomáramos un capuchino en Juan Valdez.

Llegó a la cita usando unas gafas oscuras, como si se ocultara de alguien. Me brindó confianza al instante y, sin tapujo alguno, comenzó confesando que desde que recuerda siempre ha sido la otra.

Hay relaciones que la han marcado más que otras. La primera fue con un tipo que conoció, luego de una fiesta, en el barrio Pie de la Popa. Shirley había tenido que lidiar, durante toda la noche, con un pretendiente que insistía en llevarla a su casa, aun cuando ella le decía que no.

Mientras discutían, pasó otro joven en un carro. Al estar desesperada por el obstinado admirador, le preguntó al extraño hombre del vehículo que si la acercaba a su casa. El joven accedió y esa misma noche compartieron cama; al día siguiente, ya eran novios; y, en unas pocas semanas, vivían juntos.

Fue la relación más fugaz e intensa que había vivido. Así estuvieron seis meses. Comenzaron a tener problemas de convivencia y se separaron. El ex se hizo novio de una de las mejores amigas de Shirley. Sin embargo, ella seguía enamorada de él y, después de ser la novia, pasó a ser la amante.

De lunes a viernes, su pareja estaba con aquella chica; y los fines de semana, con ella. Se conformó con las sobras de esa relación. Hasta que sintió que se estaba haciendo mucho daño y, luego de dar vueltas y vueltas, cortó vínculo con el pícaro joven. Aunque confiesa que aún lo ve y siente de todo por él.

Cuando terminó la relación, aparecieron otros problemas, ahora de tipo familiar. Sus padres le retiraron el apoyo y ella se fue de la casa. Para ese momento conoció a otro hombre que le brindó ayuda económica. Se convirtió en su mejor amigo y con su amor llenó cualquier vacío que pudiera sentir.

Al poco tiempo se enteró que su nueva pareja tenía otra familia. No solo tenía otra mujer, también había una hija de por medio. Sintió que el mundo se le vino encima, pero luego aceptó continuar la relación a escondidas.

“Yo decía: ¿por qué si estoy haciendo todo, él no quiere estar conmigo? ¿Qué hay de malo conmigo? ¿Qué tiene ella que no tenga yo? Aunque la verdad es que no me gusta hacerle a los demás lo que no soportaría que me hicieran a mí, pero me enamoré”, dice como justificándose.

Le explico que no estoy ahí para juzgarla. Que no tengo autoridad moral para hacerlo y que sólo estoy tras una buena historia.

Se reincorpora y me dice que ha sido con la persona que mejor se ha compenetrado en la cama, que solo han estado tres veces en tres años de relación, pero que siente que con él es diferente, que es especial.

“Nos conectamos demasiado en la cama, y eso tampoco me ha permitido dejarlo. Siento que cuando estamos juntos no es solo sexo. Nosotros hacemos el amor, porque hay demasiada pasión”, expresa.

La situación ha cambiado un poco. Ahora Shirley regresó a la casa de sus padres y volvió a contar con el apoyo económico de ellos. En cambio, su amante vive en otra ciudad y le ha tocado empezar de cero. Así que es ella quien lo ayuda con dinero, cuando necesita. A razón de eso, tuvieron su más reciente pelea.

“Yo quedé en ponerle un dinero, pero me enfermé y se me hizo imposible enviarle la plata. Él me dijo que yo era una mala persona, que le daba asco, que no quería saber de nada de mí, que soy una perra. Solo le fallé una sola vez”, dice.

Llevamos media hora de conocernos y es como si estuviera escuchando los problemas de mi mejor amiga. Me siento en la obligación, incluso, de consolarla, pero me detengo. No es mi amiga, es solo el personaje que necesito para mi nota.

Cuenta que lo más difícil es cuando su querido sube fotos de su familia al ping o a las redes sociales. Además, con dedicatorias en las que expresa cuánto los ama y lo importante que son para él.

Su estado de ánimo está directamente relacionado con esas manifestaciones de cariño. Es más, la manera en que él le hable, la mire, la toque o si mira a otras mujeres, determina qué tan feliz o desgraciado será su día.

Ha intentado terminar la relación en reiteradas ocasiones, pero siempre vuelve con él. Desde que están juntos no frecuenta a otros hombres, porque se siente infiel. De hecho, le da terror enfrentarse a una nuevo noviazgo.

“Yo no sé qué hacer, no sé qué es lo mejor. Me he olvidado de mí. Él no me deja avanzar. Ya no sé qué es ser una novia. Creo que seré la eterna amante”, confiesa.

De amante a la oficial

El caso de *Paola es un poco distinto. Tiene tan solo 17 años y pasó de ser la amante de un hombre que le duplica la edad, y un poco más, a ser la novia oficial.
Cuando lo conoció, le pareció un hombre muy interesante. Es barranquillero y, como buen costeño, sabía exactamente lo que una mujer deseaba escuchar, así la conquistó.

A los 4 meses de supuesta relación, se encontraban en una de las casas de él (dice que es un hombre muy poderoso) preparando un asado junto a otra pareja. Mientras cocinaban, llegó a la lujosa vivienda una camioneta.

“Yo me asomé por la ventana y le dije: 'Míra, amor, llegó un carro. Él respondió: 'Mierdaaaaaaaaa'”, cuenta.

Del vehículo se bajó una mujer atractiva, que parecía estar alterada. Irrumpió a la sala sin ser invitada y gritó sin reparo alguno que no permitiría que una culicagada se quedara con todo.

El supuesto novio de Paola llevaba diez años de relación con esa mujer. Él sacó del cuarto todas las cosas de Paola, quien se sintió indignada. Sin embargo, a los cinco días de ese penoso incidente, lo perdonó sabiendo que existía alguien más.

Se obsesionó con la relación. Lo que más disfrutaba era el sexo. Antes de conocerlo, no le gustaba tener relaciones sexuales y él supo cómo manejar la situación haciendo que la joven pronto superara cualquier complejo.

“Después que tuve mi primera relación sexual, no quise que nadie más me volviera a tocar. Sentía que tenía un problema; y él, con su experiencia y la forma en que me tocaba, hizo que se fueran todos esos complejos. ¿Sabes? Estaba más pendiente en hacerme sentir placer que yo en proporcionárselo”, dice.

Al poco tiempo pasó lo que toda amante sueña: se convirtió en la oficial. Mas todo no fue color de rosa: “Yo soy la legal, creo. Bueno, no sé, pero ahora mismo la fidelidad es una utopía”.

Lo dice, porque desde que está con él es consciente de que su pareja le hace sido infiel en incontables ocasiones.

La mejor forma de pillar a su novio cuando le mete cacho es a través de la red social Instagram. Ella stalkea su perfil varias veces al día y cada vez que él le da a seguir a alguien, casi siempre se trata de una nueva moza.

“Él tiene un modelo de carro muy particular, poca gente lo tiene, y a las mozas se les da por tomarse fotos en el carro, y todas tienen el perfil de Instagram público”, dice.

Se ha vuelto obsesiva con ese tema y, cada vez que tiene la oportunidad de ir a su apartamento en Barranquilla, riega cabellos por todo el cuarto y aplica su perfume en la almohada, en caso de que si llega alguna querida sepa que ese hombre ya tiene dueña.

Una vez quiso pagarle de la misma forma. De modo que le fue infiel con su primer novio. Tan de mala suerte que él se enteró. Su novio es muy controlador y le tenía chuzado el celular, siempre sabía su ubicación, y le llegaban a su móvil los mensajes de las conversaciones de WhatsApp que ella sostenía.

Su novio la llena de detalles y de regalos costosos que ella no puede costear. Sin embargo, hay obsequios que ni por equivocación recibe.

“Él quiere pagarme la universidad, y no lo he permitido. No es lo mismo que cuando terminemos él cuente que me dio una blusa a que diga que me pagó la educación”, aclara.

Cree en el karma y considera que más pronto que tarde el universo se ha encargado de cobrarle sus acciones. Así como ella un día fue la otra y lastimó a una tercera persona, hoy que es la “oficial”  le toca lidiar con las concubinas del hombre a quien ama.

“Si me pongo a joderle la vida, creo que se va ir; y, bueno, es mejor malo conocido que bueno por conocer. Después de todo lo que para mí es una cuenta progresiva, para él es regresiva. O sea, yo voy sumando años y voy adquiriendo experiencia, pero él va restando. Ya es un hombre mayor”, concluye la joven de 17 años.

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